Argentina, bajo la amenaza de la hiperinflación
El país ha comenzado a sufrir un aumento de los precios que puede echar por tierra los beneficios de la devaluación
Tras casi doce años de paridad fija uno a uno entre el peso y el dólar, Argentina sorteó su primera semana sin corsé cambiario con relativa tranquilidad. En el peor momento, el peso llegó a depreciarse a 2,3 por dólar, menos de lo que se esperaba. Sin embargo, el Gobierno del presidente Duhalde está lejos de cantar victoria, porque en esta misma semana el fantasma de la hiperinflación se hizo sentir como nunca.
Si Argentina no es capaz de frenar las expectativas de inflación, la gente volverá a recurrir al dólar ante la falta de confianza en el peso
Desde el lunes hay libre cambio entre el peso y el dólar, pero hay poco efectivo y poco sitios para comprar la divisa estadounidense
La amenaza de hiperinflación es la más temida por los ciudadanos, el propio Gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Todos saben que si Argentina es incapaz de sujetar el incremento de los precios la nueva política monetaria, que comenzó el lunes pasado con la libre flotación del peso frente al dólar, tiene todas las papeletas para fracasar.
El índice de precios al consumidor (IPC) de enero en Argentina se elevó al 2,3% por primera vez en una década, puesto que mientras duró la paridad fija del tipo de cambio uno a uno entre el dólar y el peso el país suramericano no registró inflación. Tras este primer dato, el Gobierno del presidente Eduardo Duhalde calculó que para todo 2002 la inflación puede llegar a trepar hasta un 32%. Sin embargo, en el proyecto de presupuesto para este año el Ejecutivo la situó en un más que optimista 15%. Este último cálculo se hizo sobre la base de que el cambio medio del peso frente al dólar será de 1,40. Sin embargo, si el peso se deprecia a dos por cada dólar, la inflación anual superaría el 30%.
Esta última cifra se acerca a la prevista, por ejemplo, por José Ramón Díez, del servicio de estudios de Caja Madrid, que hoy por hoy calcula que Argentina cerrará 2002 con un IPC de en torno al 35%. Hay otros pronósticos de bancos de inversiones que predicen que Argentina puede llegar a cerrar el año con una inflación que ronde el 80%. Estos últimos apuestan porque Argentina siga el camino de México o Rusia, que, tras devaluar en 1994 y 1998, respectivamente, terminaron el año con un IPC superior al 40% y 90%. Brasil, en cambio, cuando devaluó en 1999 finalizó el año con una inflación del 11% cuando se prevía que iba a ser superior al 40%.
'El banco central de Brasil logró cortar las expectativas de inflación adoptando una serie de medidas como un incremento de los tipos de interés', explica Díez. 'Más tarde, el banco, al ver que esas expectativas iban desapareciendo, los subió para dar un impulso al crecimiento económico, pero teniendo ya la inflación bajo control', añade. 'Si Argentina no logra frenar las expectativas de inflación, la gente volverá a considerar al peso como una moneda débil y se volcará a la demanda masiva de dólares. La consecuencia de esta conducta puede llegar a hundir el valor del peso frente al dólar', avisa Díez.
En Argentina ya han comenzado a notarse los primeros síntomas del repunte de la inflación. Durante esta última semana, la asociación argentina que defiende los intereses de los consumidores (Adelco) advirtió que los precios de muchos productos, principalmente del sector de la alimentación, están aumentando mucho y de forma desordenada. La asociación ha detectado que los precios de la carne, el aceite, el azúcar, la harina y el material escolar (en Argentina el curso escolar está por comenzar tras el receso del verano), por ejemplo, se dispararon entre un 20% y un 25%. Al mismo tiempo, Adelco ha observado también que un mismo producto puede valer el doble dependiendo el establecimiento en el que se adquiera.
Contención de los precios
A finales de esta semana, la asociación de gasolineros también consideraba inminente un aumento del 6% del precio del gasóleo y del 3% para el de las gasolinas. Las principales compañías petroleras, en especial Repsol YPF, de momento han negado que vayan a subir los precios de los carburantes. El Gobierno ha estado negociando con los distintos sectores, el de la alimentación, el farmacéutico y de servicios, para que se contengan a la hora de decidir un incremento de precios. Pese a ello, el coste de la cesta de la compra de las familias ha subido. Por ello, el pasado viernes, el Ejecutivo amenazó con establecer precios máximos a un número determinado de productos de primera necesidad.
Hace poco más de una semana, el Ejecutivo se comprometió a crear un comité de seguimiento de los precios. La idea es que el Gobierno, las empresas productoras, los comerciantes y los consumidores puedan vigilar conjuntamente la evolución de los precios. Una de las funciones del comité será la de tomar los precios de referencia y advertir a los consumidores sobre la cantidad de componentes importados que puedan encarecer el producto por las oscilaciones del dólar, detectar la remarcación injustificada de los precios y aplicar sanciones a las empresas que suban el valor de sus productos de forma desmedida.
Libre cambio controlado
El debú del libre cambio no fue, en apariencia, tan catastrófico como suele suceder en los primeros días en que se rompe con un corsé como la Ley de Convertibilidad argentina (que fijó el tipo de cambio 1 a 1 entre el peso y el dólar), que se mantuvo en vigor por más de una década. El peso se llegó a depreciar hasta valer 2,3 por dólar en el primer día, pero a medida que avanzó la semana, la moneda argentina fue recuperando terreno hasta los 1,95 pesos por divisa estadounidense.
'Hay que considerar que la libre flotación se retrasó y se cercó como para sujetar la liberalización cambiaria', comenta Alexis Ortega, experto en divisas de Finconsult. 'El peso estaba uno a uno, luego se fijó en 1,40 por dólar, después hubo un periodo de tipo de cambio fijo y libre y más tarde se liberalizó completamente, con lo que el impacto se notó menos. No obstante, si sólo se toman los extremos, es decir, que el peso pasó de valer 1 frente al dólar a 2,30, la depreciación fue importante, de más del 100%, e incluso más fuerte que la del real brasileño cuando comenzó a cambiarse libremente a principios de 1999', añade. 'El Gobierno no debería ni pensar en cantar victoria', concluye Ortega.
El hecho de que la moneda no se desplomase tanto frente al dólar no se debió precisamente a la confianza de los ciudadanos, sino más bien a que la libre flotación no fue tan libre. Hubo un pacto entre el Gobierno y los bancos para que éstos últimos no vendiesen dólares, sólo se podían comprar en las casas de cambio y a los llamados arbolitos (vendedores ambulantes de billetes verdes). Pero la policía se encargó de arrestar a una docena de ellos el primer día de libre flotación para desalentar la práctica de este 'negocio'. No obstante, éstos 'negociantes' desarrollaron la entrega a domicilio de dólares, algo así como un teledólar. Añadido a esto, la demanda de dólares también fue escasa por la falta de dinero circulante a raíz del llamado corralito (restricciones al acceso a los depósitos bancarios). En la mayoría de los casos, la gente no compró más de 2.000 dólares y las colas frente a las casas de cambio se mantuvieron durante los cinco días en torno a 50 personas de media. Es decir, que hubo dólar libre, pero hubo poco dinero para adquirirlo y pocos sitios donde hacer esta operación.
La relación entre la evolución del tipo de cambio y la inflación es crucial para el futuro de la economía argentina. El fin de la paridad uno a uno ha contado con el visto bueno de los expertos e inversores internacionales, que la ven como la última posibilidad de Argentina para recuperar competitividad internacional. 'Tras el fortalecimiento del dólar de los últimos cinco años y la devaluación de la divisa de Brasil, el principal socio comercial de Argentina, al Gobierno de Buenos Aires no le quedaba más remedio que devaluar su propia moneda. Argentina se había convertido en un país con una economía en recesión, pero con una de las monedas más fuertes del mundo, una combinación imposible', explica David Cano, experto de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
Última oportunidad
Los analistas consideran que si Argentina no logra controlar el incremento de los precios, gran parte del esfuerzo que le está costando ahora salirse del corsé de la paridad fija habrán sido en vano. El país, además, ya no está en posición de permitirse más errores.
El FMI tampoco está como para equivocarse y respaldar un plan económico sobre el que tenga un mínima duda. Por ello, el Fondo ha puesto muchas pegas al último proyecto de Presupuesto para 2002, porque ha considerado irreal que Argentina pueda reducir su déficit a 3.000 millones de dólares, una tercera parte del registrado en 2001, con la perspectiva de ingresos que tiene.
Para el Fondo es clave que Argentina reduzca más su gasto y que el banco central del país controle estrictamente la emisión de moneda que prevé hacer para financiarse este año. Si el país inyecta dinero sin control en la economía, la aparición de la hiperinflación está prácticamente asegurada. El equilibrio es muy delicado, porque la recaudación fiscal en Argentina está por los suelos y hasta que no se reactiven las exportaciones será difícil para el país contar con dinero contante y sonante para cubrir sus gastos.
La tentación de imprimir dinero ante la escasez de recursos es muy fuerte, más aún teniendo en cuenta que todavía no se ha desmantelado completamente el llamado corralito financiero ni se ha calculado con exactitud el coste de la pesificación de la economía, así como el coste fiscal de la devaluación. Los expertos aún prevén una mayor devaluación de la moneda argentina, y el respaldo del FMI, es decir, la reanudación de la ayuda financiera, será crucial para que a Argentina no se le vaya de las manos ni su política monetaria ni la inflación.
Caos judicial por los recursos contra el 'corralito'
La Cámara de lo Contencioso-administrativo de Buenos Aires está a punto de colapsar por los recursos de amparo que han presentado miles de argentinos furiosos porque sus ahorros están atrapados en el corralito bancario. 'Esto es un caos, estamos desbordados', afirmó a Efe una empleada del tribunal federal, situado en el Palacio de Justicia, en el centro de la ciudad. Cientos de abogados hacen cola todas las mañanas a la espera de poder presentar allí los recursos de sus clientes en demanda de sus depósitos bancarios, acorralados desde el 3 de diciembre pasado para evitar una fuga de capitales. Los abogados están estresados; las empleadas judiciales, enojadas por la avalancha de demandas que reciben diariamente, y el personal de la Cámara, preocupado porque 'el sistema puede colapsar si el Gobierno o la justicia no toman medidas que resuelvan este caos'. Entre los abogados se entremezclan mujeres con niños y ancianos que quieren informarse de cómo pueden reclamar sus ahorros. 'Desde principios de este año se han abierto 10.600 causas. Nuestro sistema informático está capacitado para recibir unos 150 recursos cada día y el promedio diario está en 1.500', se lamentó ante Efe un portavoz de la Secretaría General de la Cámara.
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