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CRISIS EN ARGENTINA

La clase media de Argentina se organiza

Los más acomodados se unen a las clases pobres en las protestas contra el poder

Si uno cerrara los ojos, podría imaginarse que estaba presenciando una reunión política de estudiantes universitarios allá por el año 1968, de aquellas en las que prevalecían el idealismo, el 'seamos realistas y exijamos lo imposible', años de rebeldía y pasión por destruir el orden establecido. Pero al abrir los ojos uno ve un grupo de señoras y señores de mediana edad, y de la hasta ahora respetable clase media argentina, exigiendo que se construya, aunque todavía no tengan muy claro exactamente cómo, un mundo mejor.

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'No hay que permitir que el Gobierno rompa el vínculo que se está forjando entre la clase media y las clases pobres', dice un caballero de pelo gris, 'ahí se está creando el futuro de la Argentina'.

Bienvenidos a las asambleas populares de Buenos Aires. El fenómeno ha surgido en los barrios de la gigantesca capital argentina, como consecuencia de la crisis económica que agobia al país y como respuesta a la percepción generalizada de que los partidos políticos tradicionales han perdido toda credibilidad. Ante el vacío creado, han irrumpido de manera casi espontánea docenas de grupos de vecinos en busca de respuestas participativas a los problemas del país.

Tras los cacerolazos de las pequeñas y grandes manifestaciones cotidianas a lo largo y ancho de Buenos Aires desde la implosión que sufrió Argentina en diciembre, pequeños grupos de personas se reúnen en sus barrios para planear las protestas. Los acuerdos se extienden de forma arrolladora por Internet o -instrumento que, crisis o no crisis, los porteños todavía no abandonan- el teléfono móvil. Después, esas iniciativas se traducen en las protestas cuyas imágenes dan la vuelta al mundo.

El núcleo organizador de uno de estos grupos, la Asamblea de Almagro, se reunió la semana pasada en un patio rodeado de altos edificios residenciales en el corazón de la metrópoli. Sentadas en círculo en unas sillas de plástico, 18 personas -más mujeres que hombres- de edades comprendidas entre los 25 y los 75 años. El menor, un joven en pantalones cortos. La mayor, una señora con bastón. El patio daba a una habitación donde bailaban las parejas. Era la escuela de tango de la vecindad.

La animación de los asambleístas contrastaba con el ritmo meláncolico de la música, la rígida solemnidad de los tangueros. Impacientes por hablar, los allí reunidos preparaban una manifestación para el día siguiente, pero de paso opinan y comentan de todo un poco. 'Hace seis meses, la gente acá no quería tener nada que ver con los piqueteros', dice alguien, refiriéndose a grupos organizados en las afueras de la gran ciudad, cuyo método de protesta es bloquear carreteras. 'Ahora todo cambió. El otro día, cuando pasaron los de Matanza a protestar a la plaza de Mayo, la gente salió a la calle a saludarlos, y a darles agua'.

'Hay que reconocerlo: estamos todos en las mismas', responde otro. 'Somos los restos de la clase media. Tal vez seamos clase media a nivel cultural, pero económicamente ya no'. 'Y, sí', alguien agrega, 'en la gran estafa nos robaron a todos'. Alusiones a 'la gran estafa', a los 'corruptos' y a los 'ladrones' en el Gobierno y en los grandes bancos abundan. Pero se empieza a detectar una corriente en las asambleas que reconoce que ha habido mucha protesta, pero, hasta ahora, poca propuesta.

'La consigna con la que todos estamos de acuerdo es la que dice 'que se vayan'', comenta uno de los reunidos en Almagro. Coinciden en que el sistema político actual está agotado y que lo que Argentina necesita no es tanto otro nuevo plan financiero como una renovación ética de la sociedad y que las asambleas populares son el germen de un país nuevo y mejor.

Obreros de una empresa de porteros de inmuebles bloquean con barricadas ardiendo la estación de Avellaneda, en la capital argentina.
Obreros de una empresa de porteros de inmuebles bloquean con barricadas ardiendo la estación de Avellaneda, en la capital argentina.EPA

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