De seminario a sede de la Presidencia del Gobierno
El siglo XX ha sido, sin duda, el más doloroso para el Palacio de San Telmo por lo que se refiere a su arquitectura. Las antiguas estancias se han visto fragmentadas hasta quedar convertidas en minúsculos apartamentos para seminaristas, las duchas en hilera ocupaban el armonioso espacio de la cripta y sus majestuosas proporciones acabaron convertidas en tres claustrofóbicas plantas con techos de poco más de dos metros de altura.
En su testamento, la infanta María Luisa Fernanda de Orléans legó el palacio al Arzobispado de Sevilla en 1897. La Iglesia ha sido propietaria del edificio hasta que en 1989 lo cedió a la Junta mediante un convenio por el que la Administración andaluza corría, entre otras cosas, con los gastos de construcción de otra sede para un nuevo seminario. La primera intervención del siglo XX la realiza Juan Talavera de la Vega en 1900, quien comienza la fragmentación edificando una cruz para construir habitaciones en el gran patio del apeadero.
El Seminario Pontificio que se había instalado en el antiguo palacio de los Montpensier, creció rápidamente y necesitaba más habitaciones para los nuevos estudiantes. En 1926, el arquitecto José María de Basterra demuela en su totalidad el ala Sur que construyó Talavera de la Vega y crea dos patios simétricos para, a su alrededor, ubicar más dormitorios. Esta disposición, que se mantiene hasta ahora y que desaparecerá con el proyecto de Vázquez Consuegra, no responde al espíritu inicial del edificio.
Las colmenas
El gusto por la construcción en vertical de los años sesenta marca el trabajo de Galnares Sagastizábal, a quien el Arzobispado le encarga una nueva reforma en 1962. Su intervención es la más agresiva con el monumento. En la planta alta del edificio parte una crujía en dos, crea un patio de luz en medio y donde había una planta construye tres. El resultado son hileras de apartamentos con ventanas al nuevo patio en forma de dientes de sierra. La imagen de esta especie de colmena contrasta con la de una de las torres que puede verse al final.
La intervención multiplicó por tres el número de habitaciones disponibles, pero el resultado fue tan claustrofóbico que los mismos seminaristas bautizaron este ala con el nombre de Los Pajaritos, con el que aludían al hacinamiento de un barrio marginal de Sevilla. Para contrastar, llamaban Los Remedios (entonces la zona más cara de la ciudad) a las habitaciones que había en la parte de arriba del actual salón de Recepciones. Siempre ha habido clases.
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