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GUERRA CONTRA EL TERRORISMO | La investigación

La célula española de Al Qaeda recibía órdenes desde un campo terrorista en Afganistán

La organización reclutó simpatizantes procedentes de colegios universitarios en Granada

José María Irujo

La célula de Al Qaeda desarticulada por la policía española el pasado mes de noviembre, y presuntamente relacionada con los atentados del 11-S en EE UU, recibía órdenes desde el campo terrorista de Khalda que Osama Bin Laden levantó en Jalalabad (Afganistán), según se desprende de las conversaciones teléfonicas intervenidas a Anwar Adnan Mohamed Saleh, Chej Salah, el hombre que fundó en Madrid el grupo radical, e Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, su sucesor. Salah dejó España en 1995 y se instaló en ese campo afgano, desde donde dirigió al grupo español. Ahora está desaparecido.

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El hombre que plantó la semilla sobre la que creció la célula de Al Qaeda (La Base) en España se llama Anwar Adnan Mohamed Saleh, Chej Salah, un ciudadano de origen palestino que vivía en Madrid en 1994. El campo en el que se recogió la cosecha fue la mezquita Abu Baker de Madrid, donde éste personaje enigmático intentó imponer sin éxito una nueva dirección de corte rigorista.

Su último destino conocido era un campo terrorista de Bin Laden cerca de Jalalabad (Afganistán). Su nombre figura en la lista que manejan los servicios de espionaje norteamericanos en Afganistán, pero al igual que otros dirigentes de Al Qaeda se ha esfumado como por arte de magia y no ha sido capturado.

Chej Salah y sus acólitos crearon en 1994 en Madrid un grupo denominado Alianza Islámica cuyos miembros más radicales se separaron y rebautizaron como Los Soldados de Alá. Con ellos se fue este hombre discreto que guardaba en su carpeta de plástico decenas de fotocopias de discursos de Bin Laden, propaganda del GIA y FIS argelinos, notas de Hamás, arengas de la Yihad egipcia y comunicados de los muyahidines afganos y bosnios.

En 1994 casi nadie sabía en Madrid quien era Bin Laden, salvo el proselitista Chej Salah y sus seguidores, que a espaldas del imán repartían su propaganda radical en los alrededores de la mezquita madrileña y captaban voluntarios en colegios universitarios de Granada y otras ciudades españolas dispuestos a irse a luchar a Bosnia-Herzegovina. Estos centros se utilizaban como cobertura para no despertar sospechas a la policía. Las reuniones del grupo se celebraban en esa ciudad y en un piso de Fuenlabrada (Madrid).

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En octubre de 1995, cuando el grupo ya había reclutado a los primeros radicales, Chej Salah desapareció sin dejar rastro. Se trasladó a Peshawar (Pakistán) y la dirección del grupo recayó en Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, un sirio que entonces tenía 30 años, casado con una española, albañil en paro, y ferviente seguidor de los Soldados de Alá. Una persona callada, discreta y educada.

En Peshawar, el palestino recién llegado de Madrid se integró en la organización Makhtab Ul Khedamat, dirigida por Bin Laden, y dedicada al reclutar muyahidines procedentes de todo el mundo. A cada recién llegado les proporcionaba una carta en afgano, ropa típica y un guía que les ayudaba a atravesar la frontera pakistaní y les conducía hasta los campos terroristas.

Un policía experto en terrorismo islámico lo describe así: 'Su misión consistía en buscarles cobijo y pasarlos clandestinamente por la frontera hasta los campos de Bin Laden, próximos a Jalalabad. Concretamente a los de Khalden, donde se experimentaba con gases, y Khalda'.

En 1999, el fundador de la célula de Al Qaeda en España fue detenido por la policía paquistaní, y tras permanecer unos meses en prisión quedó en libertad. Cruzó la frontera a Afganistán y se estableció definitivamente en el campo terrorista de Khalda, en Jalalabad, una base de entrenamiento denominada como la de los muyahidines árabes dirigida por Bin Laden y en la que se formaban militarmente más de un millar de sus seguidores.

Desde ese campo terrorista Chej Salah continuó dirigiendo el grupo que él mismo había fundado. A golpe de teléfono daba constantes órdenes, directrices y recomendaciones a Abu Dahdah, su sucesor en España, que las atendía y le enviaba a Pakistán a los muyahidines que reclutaba. El propio Abu Dahdah viajaba a Pakistán, donde mantenía estrechos contactos con los imanes de tendencia rigorista.

Pero su teléfono, primero en Fuenlabrada y luego en la madrileña calle de Pablo Neruda, estaba pinchado por la policía desde 1995 y las instrucciones recibidas desde el campo terrorista de Khalda han quedado grabadas como una prueba más de su vinculación con Al Qaeda.

El juez Baltasar Garzón, en el auto de ingreso en prisión de los ocho presuntos miembros de esta organización terrorista detenidos en Madrid y Granada, recoge una de estas conversaciones telefónicas. Se produjo el 22 de mayo de 1997 y Chej Salah le indica a Abu Dahdah que de la coordinación de la llegada se encarga Zaival Abideen Muhammad Asan, Abu Zubaida, uno de los principales dirigentes de Al Qaeda. Éste fue el mismo que recibió en el campo de Khalden a Ahmed Ressam, el argelino que fue detenido cuando intentaba volar con explosivos el aeropuerto de Los Ángeles (EE UU) el día en que se celebraba el nuevo milenio, un hombre con contactos en Alicante y Castellón.

La policía cree que Abu Dahdah, en sus interminables viajes por el planeta visitando a miembros de la organización, se entrevistó en este campo afgano con el propio Bin Laden. Algo que el albañil parado, casado con una española y padre de cuatro hijos, niega. Su seguimiento policial ha conducido hasta un campo terrorista en Indonesia en el que entrenaban más de 2.000 hombres.

En Afganistán, su amigo Mustafá Setmarian Nasar, Abu Musab al Siri, que convivió con él en Madrid, dirigía otro campamento de entrenamiento similar. Este último era redactor jefe de la revista Al Ansar del GIA argelino antes de marcharse a Afganistán. Abu Dahdah mantenía también estrechos contactos con un periodista de origen sirio.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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