Venezuela
En el momento en que escribo estas líneas, la Venezuela democrática ofrece un ejemplo de civismo, resistencia y valentía. Los aviones militares sobrevuelan Caracas y un desaforado teniente coronel Hugo Chávez lanza insultos y amenazas a los sectores que han paralizado el país. Pero el paro general ha sido un éxito y el ruido de las cacerolas, las sartenes, las ollas, golpeadas por la población civil, ha inundado el país, dando un rechazo radical al totalitarismo chavista.
El gobierno militar se ha quitado todas sus máscaras. Un conjunto de leyes pretende escamotear la propiedad privada y aspira a regular con criterios autocráticos la vida de la nación.
Arresto de empresarios, hostigamiento a periodistas, amenazas a los sectores disidentes, turbas falangistas agrediendo a quienes se oponen en las calles al gobierno militar, feroz corrupción administativa de la alta oficialidad del régimen... Las señales dictatoriales son nítidas. Por si fuera poco, la evidente simpatía entre el Gobierno y grupos como ELN, Batasuna, Farc y la identificación con personajes como Carlos, El Chacal, o Montesinos revelan el rostro siniestro de ese Gobierno patético que debe ser desplazado por una respuesta civilista, pacífica y democrática.
Chávez amenaza a los venezolanos que lo adversan con los tanques, los lanzacohetes, los aviones y las armas de su supuesta revolución. Frente a eso es necesaria la mirada atenta del mundo, la vigilancia internacional que evite el uso de una fuerza armada contra una población civil que sólo tiene ollas y sartenes para defenderse.
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