En una caja fuerte durante 32 años
En 1968, el entonces ministro del Ejército, Camilo Menéndez, pidió al Archivo General de Segovia la hoja de servicios de Franco. Nadie sabe el motivo, sólo que en su lugar quedó un resguardo mecanografiado sin firma y que probablemente fue entonces cuando los documentos se encuadernaron en tres volúmenes de piel, con estampaciones de oro, según criterios más estéticos que archivísticos.
En el Libro de célebres, editado en 1999 por el Instituto de Historia y Cultura Militar, cuyo índice abarca los expedientes personales de 1.645 personajes históricos, desde Godoy hasta Azaña, la referencia a Franco remite a 0 carpetas, frente a las 12 del general Prim o las 8 del dictador Miguel Primo de Rivera.
En abril pasado, el director del archivo de Segovia, el coronel Juan Vicente Hernández, informó al jefe del Instituto de Historia y Cultura Militar, el teniente general Juan Peñaranda, de que había recibido una petición de consulta del expediente de Franco. Peñaranda comprobó que, desde hacía 32 años, el expediente se guardaba en la caja fuerte del responsable del Archivo General Militar de Madrid.
Tras asesorarse, le comunicó que 'el acceso a esta documentación se debe ajustar a la ley de Patrimonio Histórico Español, no existiendo ningún tipo de restricciones a la consulta que le pueda afectar, por razón de seguridad del Estado y defensa nacional. Por otra parte', añadía, 'pasados los 25 años [desde la muerte de Franco], no hay razones que impidan su consulta en razón de defensa del honor y protección de la intimidad'.
En consecuencia, ordenó el traslado de la documentación al Archivo General Militar ubicado en el Alcázar de Segovia, 'para que pueda ser libremente consultada por los investigadores'. Finalmente, el expediente entró en dicho archivo el pasado 24 de octubre y, aunque aún está en proceso de tratamiento archivístico y digitalización, ya es de libre acceso, junto a los más de 76.000 legajos que, distribuidos a lo largo de 14 kilómetros de estantería, conforman su fondo documental.
Pese a este tortuoso periplo, la hoja de servicios de Franco ya era conocida en su mayor parte, pues algunos investigadores obtuvieron autorización para consultarla y la hicieron pública.
La mayoría de los 127 documentos que la componen son instancias, recursos, oficios y escritos de los muchos que hizo Franco a lo largo de su carrera militar en una pugna incansable por obtener ascensos y recompensas.
El más célebre, quizá, es el juicio contradictorio que emprendió para lograr la Laureada de San Fernando por la herida sufrida el 29 de junio de 1916 en El Biutz, cerca de Ceuta. El proceso en el que sus compañeros de armas le negaron la condecoración, alegando que cayó herido al principio del combate y no pudo protagonizar el comportamiento heroico que se atribuía, ha sido analizado por Carlos Blanco Escolá en su libro La incompetencia militar de Franco.
No fue ése el único desaire. El responsable de la sección de operaciones del Estado Mayor del Ejército en África informó desfavorablemente su ascenso a comandante, aunque luego rectificó, tras 'estudiar más detenidamente los méritos y circunstancias de este oficial', según escrito de 18 de febrero de 1917.
Casi dos años después se le negó el ingreso en la Escuela Superior de Guerra, con el argumento de que no cumplía los requisitos y no podía hacerse una excepción sin aplicarla a todos los que estuvieran en sus mismas circunstancias.
Todos estos sinsabores los compensó sobradamente el 19 de mayo de 1939, cuando, recién ganada la guerra, se autoconcedió la anhelada Laureada. Precisamente el último documento del expediente de Franco es un oficio del Ayuntamiento de El Burgo de Osma que reclama la Laureada para el Generalísimo.
Se trata, en todo caso, de un expediente incompleto, pues no hay documentos entre 1930 y 1936 ni posteriores a 1939.
Por el contrario, la consulta del coronel Benavides y la respuesta de Franco sobre la conspiración de 1936, el texto más novedoso, no tendría por qué figurar allí, pues nada tiene que ver con su expediente u hoja militar. Probablemente el hecho de que el primer documento estuviera también en el Servicio Histórico Militar acabó provocando su inclusión en el segundo.
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