Kabul quiere volver a la escuela
El 95% de los niños no iba a clase bajo el régimen talibán; las niñas, sólo en clandestinidad
'La guerra se ha cobrado un precio especialmente alto en la educación', reconoce Anaraibar Elias Zahra, ministro de Educación 'en funciones', según precisa uno de sus ayudantes. No hay más que salir a la calle para verlo. Abdulrahim, un limpiabotas de 11 años, no ha ido nunca a la escuela. R., un profesor de instituto de 55 años, se busca la vida con una carretilla en el mercado de Mandaui. Hace cuatro meses que no cobra su salario. 'Los afganos están sedientos por aprender', asegura.
Las escuelas de Kabul están cerradas por vacaciones de invierno. No hay mucha diferencia con cuando están abiertas. El 95% de los niños afganos no recibían educación bajo el régimen talibán. Las niñas, sólo de forma clandestina. Todo un reto para la nueva Administración de este país. 'Con la llegada de los talibanes las mujeres fueron excluidas de las escuelas y universidades, nosotros planeamos reabrirlas para ellas', declara el ministro que acaba de llegar hace cuatro días a Kabul. 'La política de nuestro Gobierno es que las mujeres tienen que recibir educación y aprender porque todos, niños y niñas, tendrán que trabajar juntos por el desarrollo de nuestro país', afirma. Para reforzar sus palabras, Zahra explica que de los 150.000 estudiantes matriculados en las escuelas del norte del país, las que hasta ahora estaban bajo control de la Alianza del Norte, un 25% eran niñas.
'Los talibanes destruyeron el sistema educativo y queremos restablecerlo; es un objetivo nacional', declara antes de pedir la ayuda internacional para ello. Falta de todo: dinero, material escolar, profesores. 'Esperamos que los que viven fuera vengan y se unan al esfuerzo; nos falta gente con educación superior', admite. 'Queremos mejorar el sistema porque sin doctores, ingenieros, mecánicos y pilotos no podemos alcanzar el desarrollo que queremos', declara. Ni siquiera el caleidoscopio lingüístico afgano le impone. 'No importa la lengua, sino el mejorar. Antes el idioma nacional era el darí, pero en los lugares donde se hable pastún se estudiará en pastún; los tayikos, en tayiko, y los uzbekos, en uzbeko, cada uno de acuerdo con su idioma', asegura.
'Las escuelas de los talibanes sólo educaban para ser terroristas', afirma este maestro que llegó a ser director general de Educación antes de la guerra. 'Si los talibanes hubieran tenido una formación nunca hubieran matado a Ahmed Shah Masud ni a la gente de Washington y Nueva York', insiste en un despacho en el que aún no hay libros ni papeles.
R. es un ejemplo del descalabro. 'He vendido todos mis libros y tenía muchos', se duele sin soltar la carretilla con la que trata de evitar que su familia muera de hambre. 'Tenía un sueldo de 800.000 afganis (3.200 pesetas), a principios de año nos lo rebajaron a 140.000 y desde hace cuatro meses la mayoría de los profesores ni siquiera hemos cobrado', explica con más resignación que ira. 'Nunca pensé que llegaría a una situación así, si no me hubiera hecho mecánico o carpintero', lamenta. La carretilla apenas le da 40.000 afganis al día, el día que hay suerte. Hoy no ha conseguido nada. Y son ocho de familia. 'Nos harían falta un mínimo de 120.000 afganis al día para sobrevivir, hemos tenido que pedir prestado'.
Sin embargo, no se arredra. Saldrá adelante como hace cinco años, cuando los talibanes quisieron echarle de su trabajo. 'Yo enseñaba inglés y darí, pero como cambiaron el currículo para dar sólo materias religiosas, querían que me fuera', recuerda. Entonces se presentó en el ministerio y les ofreció prepararse las nuevas materias. Logró quedarse. 'Claro que espero que mejoren las cosas, si no no seguiría trabajando sin cobrar', dice cansado. Y, por supuesto, está de acuerdo en que la educación alcance también a las niñas. '¿Por qué no?', responde enseguida.
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