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Los responsables del patrimonio arqueológico romano piden 850.000 millones

El deterioro alarmante de la Muralla Aureliana, un cinturón de 18 kilómetros construido en el siglo III que rodea el centro histórico de Roma, y que el pasado domingo sufrió el segundo derrumbe en un año, ha reabierto la eterna polémica sobre las trabas burocráticas y la falta de recursos que pesan sobre el mantenimiento del patrimonio arqueológico de la Ciudad Eterna.

Adriano La Regina, responsable de la arqueología romana en el ministerio de Cultura, asegura que la ciudad no puede mantener sus monumentos más preciados -desde el Coliseo hasta las murallas romanas, pasando por las ruinas del Palatino o las Termas de Caracalla- sin una urgente inyección de fondos que La Regina calcula en unos 850.000 millones de pesetas.

El ministro de Cultura, Giuliano Urbani, ha pedido detalles sobre las necesidades concretas, aunque su subordinado asegura haber enviado ya numerosos informes sobre el tema.

El último derrumbe de la muralla romana se produjo el pasado domingo en una zona del sur de la ciudad, la de la Puerta de San Sebastián, donde ya se registró un desplome el año pasado.

En aquella ocasión, el fragmento derruido de la muralla, no lejos de las Termas de Caracalla, fue de unos 20 metros de largo, y dio lugar a no pocas críticas porque esa parte de la muralla acababa de ser restaurada en 1999 con los fondos destinados a las obras del Jubileo de 2000. El dinero total invertido superó los 2.500 millones de pesetas.

El Coliseo

Aun así, La Regina califica de 'calderilla' las sumas destinadas por el Gobierno al mantenimiento de un patrimonio que, según el experto arqueólogo, 'nos envidia todo el mundo'. El titular de la Subdirección de Arqueología de Roma aseguraba hace un par de días, en una entrevista publicada por el diario La Repubblica, que el Coliseo necesita también fondos. 'En estos momentos lo está restaurando una banca privada', dice, 'pero luego, ¿qué pasará?'.

El director del área de arqueología del ministerio de Cultura, Walter Proietti, considera que la mejor forma de proteger el patrimonio romano es depositar su tutela en un ente autónomo que reagrupe a los distintos departamentos que en el ministerio y en el Ayuntamiento se ocupan de las glorias de Roma.

Algo parecido ocurre ya con las ruinas de Pompeya, que en 1998 pasaron a depender de un ente autónomo que se ocupa del mantenimiento y la explotación turística de las mismas. Un sistema que se ha demostrado óptimo para Pompeya, que ha pasado de recaudar poco más de 350 millones a 3.000 millones de pesetas en 2000.

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