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Reportaje:

El 'pequeño Afganistán' ruso

Los ex comunistas afganos refugiados en Moscú aspiran a participar en el futuro del país

Pilar Bonet

Mientras las bombas caen sobre Afganistán, en Rusia miles de exiliados que fueron la columna vertebral del régimen dirigido por Babrak Karmal entre 1979 y 1986 y después por Nadzhibulá hasta 1992, contemplan la guerra desde la perspectiva de su amarga experiencia.

Los ex altos funcionarios e ideólogos del Partido Nacional Democrático de Afganistán (comunista) parecen haber aprendido de su propia trayectoria e incluso podrían desempeñar un papel en su devastado país, si la coalición antiterrorista liderada por Estados Unidos se acordara de ellos al encajar las piezas de un futuro estable. De momento, estos 'ex comunistas', que se definen como los 'intelectuales' de Afganistán, reconocen no tener siquiera un lobby en Rusia, país que prefiere respaldar y armar a la Alianza del Norte.

Unos 150.000 exiliados viven en condiciones precarias desde la caída del régimen soviético

'Somos la élite de Afganistán y nos hemos conservado disciplinadamente como tal', dice Mohammad Ghulam, un ex gobernador provincial, que hoy preside el Centro de Negocios Afgano de Moscú, la estructura comercial en torno a la cual se organiza parte de la colonia afgana en Rusia. El centro se aloja en un hotel del sur de la capital -el hotel Sebastópol-, conocido hoy con el nombre de 'el pequeño Afganistán'. Sus habitaciones han sido transformadas en talleres de costura y de reparación de relojes, colmados de especies e incluso la redacción de un periódico y una revista, un estudio de televisión, una escuela y una sala de pompas fúnebres.

'Nuestra estructura comercial nos permite mantenernos como comunidad', dice Ghulam, que se presenta como 'protector de derechos humanos'. Se calcula que en Rusia viven cerca de 150.000 afganos. 'En el pequeño Afganistán trabajan de 3.000 a 5.000 personas, que fueron militares, médicos, periodistas, gobernadores, ingenieros agrónomos...', dice Ghulam. El ex gobernador, de 42 años, se formó en la escuela superior del Partido Comunista de la URSS.

Los miembros de la comunidad afgana en Moscú quieren volver a su país, pero sólo para la paz. 'Ya luchamos bastante. No queremos participar en ninguna guerra', afirma Ghulam. Abdul Dzhabar, en el pasado teniente general, asiente. Dzhabar dice haber 'luchado contra todos', desde los muyahidín a los talibanes, y ser uno de los 15.000 oficiales afganos que, según Ghulam, residen hoy en Rusia.

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'No participamos en esta guerra, pese a las buenas propuestas que hemos tenido tanto de los talibanes como de la Alianza del Norte', dice el ex gobernador. Las propuestas, dice, iban desde 'crear un ejército independiente a abrir un nuevo frente'. 'Las hemos rechazado porque ya luchamos demasiado', añade, sin querer dar detalles. Entre los visitantes que Ghulam asegura haber recibido desde el 11 de septiembre está el agregado militar de la Embajada de Estados Unidos en Moscú. El diplomático, puntualiza, se interesó por aspectos militares.

Ghulam, un pastún, se exilió en 1993, tras ser víctima de un atentado. Rusia no le ha dado asilo político -aunque él asegura que lo desearía-, sino un permiso de residencia, que debe renovar cada año.

La precariedad en la que viven la mayoría de sus compatriotas en Rusia no les permite establecerse de forma permanente y les convierte en presa fácil de las arbitrariedades policiales. Tal vez por eso Rusia es un lugar de paso, y no un destino, para la mayoría de los exiliados.

En el pequeño Afganistán hay gente que no quiere dejarse fotografiar por temor a que se frustren las expectativas de asilo político en otros países.

Entre quienes se orientan hacia el retorno a la patria está Faroog Farda, un periodista que llegó a ser vicepresidente de las Juventudes de Afganistán y que hoy dirige el diario Naweed-E-Rooz. Farda se levanta de madrugada para seleccionar en Internet las noticias, que publica en un cuadernillo de cuatro páginas.

Si la evolución política ha permitido que ex funcionarios comunistas como Borís Yeltsin o del Comité de Seguridad del Estado como Vladímir Putin ocupen los máximos puestos dirigentes en Rusia, ¿por qué no va a ser posible algo parecido en Afganistán? Así razona al menos Ghulam. Los comunistas afganos también han cambiado. 'La idea del comunismo ya no existe y nosotros vemos el mundo de forma nueva. Somos partidarios de la democracia y de la economía de mercado. Nuestro partido, que llegó a tener medio millón de afiliados, envejeció y dejó de ser aceptable para Afganistán y para nosotros, porque su estatuto y su programa no eran reales'.

Los ex comunistas han debatido la posibilidad de formar uno o varios partidos que puedan presentarse a las elecciones en el futuro y creen tener muy buenas perspectivas.

En una etapa de transición, Ghulam cree que debe haber un Gobierno de unidad en torno al rey, con participación de todos los grupos étnicos. 'En cuanto a nosotros, tenemos todos los cuadros necesarios, desde soldados a ministros', señala.

Hostilidad hacia la Alianza del Norte

Los dirigentes del pequeño Afganistán son hostiles a la Alianza del Norte. 'Ni los talibanes ni la Alianza del Norte pueden llevar a Afganistán hacia la democracia', señala Amán Azhkres, un artista satírico que ocupó un alto cargo en la televisión afgana. Azhkres, que lleva una vistosa chaqueta amarilla, se dedica a las actividades culturales del centro. 'Sería mejor que Rusia no concentrara su apoyo en la Alianza del Norte, que no controla más que el 5% del territorio del país y que es, además, una alianza artificial de muyahidín, unidos ante la amenaza de los talibanes'. Hostil a la Alianza del Norte es también Sha Zar Lewal, un antiguo viceministro de 'tribus y pueblos', que se formó como ingeniero constructor en Moscú. Víctima de un conflicto interno entre Nazhibulá y sus allegados, Lewal fue liberado en 1992 de la prisión donde había permanecido dos años. En el 93 llegó a Moscú huyendo de los talibanes. Le ayudaron sus antiguos colegas del Instituto de Construcción de Moscú, donde se doctoró en los años setenta. Hoy trabaja en una empresa dedicada a la construcción de jardines públicos y tiene la ciudadanía rusa, por estar casado con una ciudadana de este país. 'Los muyahidín', afirma, 'saquearon Afganistán desde el punto de vista material. Los talibanes lo saquearon desde el punto de vista moral, y los que podrían mandar hoy en Afganistán venden trapos en los mercados de Rusia', afirma.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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