Bajo la mirada del asesino
Iñaki, José Luis, Mikel y Regina fueron vigilados día tras día por tres de sus vecinos de Eibar para que ETA eligiera a cuál de los cuatro era más fácil matar
Ya hace tiempo que Mikel se siente de cristal. Al salir de casa, algunas miradas lo atraviesan sin detenerse, más interesadas en averiguar dónde están sus guardaespaldas, cuántos son, qué cara tienen. Ahora ya sabe por qué. Tres vecinos de su pueblo, Eibar, un laberinto de calles incrustado en el fondo de un valle de Guipúzcoa, fueron detenidos hace unos días por la policía acusados de vigilarlo y anotar sus movimientos en un siniestro diario que luego pasaron a ETA junto con el de otros tres vecinos, Iñaki, el alcalde; Regina, la concejal del PP; José Luis, un edil socialista... Otros terroristas, escondidos en Soraluze y Azkoitia, también pueblos de Guipúzcoa, fueron recibiendo la información de los cuatro hasta elegir a José Luis, la presa más fácil, trabajador de una fábrica de cartuchos situada en una esquina de Eibar. Cuando ya tenían el coche y los explosivos para matarlo, la policía los detuvo a todos, diez en total. Dos de ellos ya habían sido fichados anteriormente, pero el resto podía salir a la calle tranquilamente, vigilar a cuerpo gentil, incluso saludar como si tal cosa a alguna de sus víctimas:
Mikel se cruzó con uno de los que le espiaban y charló un poco. A los otros dos los conocía de vista
'Ésos son los peores. Los que nunca serían capaces de jugarse el bigote. Son los que hacen héroes a los asesinos'
-Un día me encontré frente a frente con uno de ellos -recuerda Mikel, profesor en la Universidad del País Vasco-. Nos paramos y mantuvimos una breve conversación en euskera sobre asuntos sin importancia. Aquí, de política sólo se habla con los amigos.
Mikel también conocía de vista a los otros dos detenidos, gente madura, vecinos del pueblo de toda la vida, piezas indispensables en el engranaje de ETA. Según los planes de la organización, José Luis, el concejal socialista, tendría que haber muerto el pasado domingo, destrozado por un coche cargado de explosivos, acompañado quizás hasta en eso por su guardaespaldas, del que no se separaba ni un minuto desde que, el pasado mes de marzo, asesinaron a Froilán Elespe, concejal socialista de Lasarte (Guipúzcoa), y la dirección del partido se puso seria y obligó a todos sus cargos a vivir escoltados.
Ésta es, pues, la historia de Mikel Iriondo, Iñaki Arriola, José Luis Vallés y Regina Otaola, un profesor universitario, el alcalde socialista de un pueblo de 30.000 habitantes y dos de sus concejales. Se enteraron hace una semana de que tres vecinos de Eibar estaban escribiendo su diario para que ETA pusiera el punto final. Ahora, todavía con el susto en el cuerpo, se apresuran a ser ellos los que sigan redactando su propia vida. Pero no es fácil.
Domingo 21 de octubre. José Luis se levanta temprano, la casa aún está en silencio. Hace cuatro días que guarda un secreto, puede que el más importante de su vida. La policía lo había llamado el miércoles por la noche. 'José Luis', le dijo un jefe de la Brigada de Información, 'lo sabían todo sobre ti. En los últimos meses te habían seguido todos los días, a ti y a tu escolta; habían estudiado vuestros itinerarios, el lugar de la empresa donde trabajas, todo. Tenían previsto matarte el próximo domingo. Con un coche cargado de explosivos...'. Este día 21 era ese 'próximo domingo'. Si la policía no los hubiera detenido, piensa José Luis, se estaría levantando por última vez, desayunando por última vez, saliendo de casa por última vez, viendo a su familia por última vez... Quiere quitarse de la cabeza los malos pensamientos, pero le vuelven en forma de unas fichas del tamaño de medio folio. Se las enseñó la policía el miércoles por la noche y en ellas estaba escrita su vida con la letra de otro. Su biografía no autorizada.
José Luis quiere seguir manteniendo el secreto, pero no puede. La misma tarde del domingo reservada por ETA para su muerte, su familia se enteró de que aquel coche robado que vieron en la televisión, el Renault Clio de color blanco que un concejal de Euskal Herritarrok de Soraluze guardaba en su garaje, estaba destinado a estallar al paso de José Luis. No es fácil digerir tanta dinamita. Aunque nunca llegue a explotar.
Lunes 22 de octubre. El mismo día en que, si la policía no hubiese actuado, los socialistas hubieran tenido que ir al entierro de José Luis, los concejales de Euskal Herritarrok solicitan al alcalde de Eibar la celebración de un pleno. Quieren debatir una moción, redactada por Gestoras pro Amnistía, donde se pide solidaridad con los detenidos y que el municipio se haga cargo de los gastos. El alcalde, también en el punto de mira de los recién encarcelados, acepta que el pleno se celebre y entonces se produce un espectáculo surrealista. Junto a la silla vacía del hombre que iba a ser ejecutado sin juicio -José Luis decide no asistir para no convertirse en el centro de todas las miradas- los concejales de EH colocan unos carteles donde se puede leer: 'Incomunicación. Posible Tortura'. Se producen enfrentamientos entre los vecinos. '¡Asesinos!', gritan unos. Una mujer se da por aludida. '¡Como me llames asesina te denuncio!', La otra insiste. '¡Asesina, asesina!'. Se producen forcejeos y la moción de EH se rechaza. Los detenidos de Eibar no tendrán la solidaridad ni el dinero de los vecinos del pueblo. Al menos no oficialmente. En Azkoitia, sin embargo, es distinto. Allí, el jueves anterior, el pleno sí aceptó una moción en solidaridad con las familias de los detenidos. La única concejal del PP, María Pilar Elías, viuda de Ramón Baglietto, asesinado por un terrorista de ETA al que de pequeño salvó la vida, pide la palabra y dice: 'Yo lo único que pido es libertad y paz, derechos humanos para los que tenemos que vivir con escoltas'. Un concejal de EH le increpa: '¡Torturadora!'. Ella se defiende: '¡Asesino!'. La alcaldesa, del PNV, se dirige a la concejal del PP: 'María Pilar, no te metas'. El pleno termina y dos jóvenes vestidos al estilo radical, coleta y aretes en las orejas, se van comentando entre dientes:
-Son unos hijos de puta.
-Sí, no tienen vergüenza.
Martes 23 de octubre. Iñaki, el alcalde de Eibar, tiene todos los cansancios reunidos en la cara. Firma papeles en su despacho y mira un plano de su pueblo colgado en la pared, un laberinto de calles estrechas, tráfico denso, incesante ir y venir de vecinos. A él y a los otros amenazados por ETA siempre les asalta la misma pregunta al pasear junto a sus guardaespaldas. ¿Dónde estará la trampa? ¿Quién mira para espiar y quién simplemente para ver? 'Yo quería', reflexiona, 'que sólo se notara que soy socialista por hacer viviendas, polideportivos, zonas verdes..., y no por esto. Es duro poner tanto y encima que se quieran cobrar tu propia vida'. Iñaki piensa en su compañero José Luis: 'Lo más difícil será consolar a la familia. Tú ya vives con eso. Sabes que te pueden matar en cualquier momento, pero la familia...'. A Iñaki le duele especialmente que le llamen torturador: 'Yo estoy en contra de la tortura, pero ellos...'. Ellos... Sale en la conversación la imagen de Ortega Lara saliendo del zulo, el cuerpo de Miguel Ángel Blanco atado y agonizante. Los cuatro amenazados están de acuerdo: 'Si hay un caso de tortura, que se investigue y se castigue a los responsables, pero aun así ellos van a seguir utilizando ese argumento para justificar sus crímenes'.
Miércoles 24, seis de la tarde. Ya hace seis años que Regina, concejal del PP, vive encerrada tras siete llaves y dos guardaespaldas. Sólo se siente libre en su casa o muy lejos de Euskadi. No es la primera vez que la policía llama para decirle que ETA quiere matarla. Y, aun así, sigue aquí, en el último pueblo de Guipúzcoa, erre que erre. ¿Por qué?:
-Yo creo en la libertad. Creo que se pueden defender las ideas de forma pacífica y libre. No quiero que estos totalitarios se salgan con la suya.
A Regina, a Iñaki, a José Luis o a Mikel, lo que más les impresiona no es salir en una lista de ETA, haber sido seguidos por vecinos convertidos en terroristas o tener sin saberlo una fecha asignada en el cementerio. Lo que más perplejos les deja es pensar en toda esa gente que nunca sería capaz de apretar un gatillo pero que sin embargo disfrutaría con su muerte. 'Ésos son los peores', dice Mikel, 'los que nunca serían capaces de jugarse el bigote. Compensan el defecto personal en el exceso ajeno. Son los que hacen héroes a los asesinos'.
Mañana, antes de salir a la calle, de madrugada aún, estos cuatro vecinos de Eibar volverán a estudiar con sus escoltas la mejor forma de llegar vivos a la noche. Intentarán regatear al destino por el laberinto de Eibar, al llegar a la facultad o en la fábrica de cartuchos. Aun así, todos tienen la sensación de que es una lucha inútil y un poco egoísta. Como en el juego de cartas, si el asesino te guiña, estás muerto; si consigues apartar la mirada, otro morirá por ti. El miércoles por la noche, dos jóvenes con capuchas azules intentaron quemar a una pareja de jubilados en Azkoitia. Su delito, ser militantes del PP. Siempre hay un asesino dispuesto a escribir el diario de su víctima.
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