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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Las cuentas públicas, demediadas

Joaquín Estefanía

LA CIENCIA POLÍTICA nos debe explicaciones sobre por qué se gobierna peor con mayoría absoluta que en condiciones precarias de apoyo parlamentario. La realidad es que la actual legislatura está siendo un desastre para el Partido Popular, y uno de los sectores donde más se nota es en la política económica. La presentación de los Presupuestos Generales del Estado para 2002 ha sido una burla para el Parlamento y para los ciudadanos. Es cierto que en la era de la globalización las cuentas públicas nacionales no tienen la exclusividad de antaño como herramienta de la gobernación económica, pero siguen siendo centrales para conocer la ideología con la que se administra un país. En las tripas del presupuesto están las diferencias entre unos partidos y otros, y la medición de la eficacia del Ejecutivo. Con los presentados no hay forma de concretar ni lo uno ni lo otro.

¿Cuál es el nivel real de déficit público, no sólo del presupuestario? ¿Cuál es la situación de la inversión pública, toda vez que lo realizado hasta agosto no llega al 30% de lo programado? ¿Cuáles son las prioridades?

El debate parlamentario del presupuesto ha sido hasta ahora una pugna demediada, fundamentalmente por tres motivos: por la ausencia de la tribuna del Congreso del presidente del Gobierno (o, en su defecto, del principal responsable de la política económica) en la descripción de sus líneas políticas centrales. Pero también por los novillos hechos por el líder de la oposición, Rodríguez Zapatero, que, por unas causas u otras, todavía permanece inédito en las grandes citas parlamentarias. En segundo lugar, porque los documentos presentados por un ministro técnico, como es Cristóbal Montoro, son opacos, imposibles de comparar con los de ejercicios anteriores, en una nueva demostración de cómo este Ejecutivo oculta la información en beneficio de la propaganda. Por último, porque el cuadro macroeconómico en el que se contextualizan los presupuestos es sencillamente increíble. Ni siquiera el Instituto de Estudios Económicos, tink thank de la patronal, que suele ser el brazo armado de la política económica del PP por su falta de distanciamiento y la ausencia de críticas a la misma (Montoro fue su anterior director), se lo ha llegado a creer en esta ocasión.

Frente a esta situación, el discurso de Jordi Sevilla, portavoz parlamentario socialista, no participó de esa desmovilizadora levedad que últimamente aqueja a la oposición en casi todas sus manifestaciones (el papel ensimismado de esa oposición en el pacto de los cargos institucionales de la justicia ha bordeado el ridículo), sino que planteó críticas centrales para la política económica española ante la situación de estancamiento, y los efectos sobre el consumo y la inversión de los atentados terroristas del 11 de septiembre y el posterior conflicto bélico. Por ejemplo, frente al dogma del déficit cero, la pregunta de cuál es en realidad el nivel de déficit público de nuestro país, dado que cada vez hay más partidas que se sacan del presupuesto, que no tienen control, y cuyo monto es casi imposible de cuantificar. Esto es, el uso de la contabilidad creativa a palas. Sevilla se preguntó también acerca de lo que cualquiera que maneje estos presupuestos se interroga, fuera de la publicidad: ¿cuál es su prioridad?, ¿cuál es el nivel real de inversión pública, máxime teniendo en cuenta que a 31 de agosto de este año el Gobierno sólo había realizado el 28% del total de las inversiones programadas para 2001?

Hay dos aspectos verdaderamente lacerantes en los presupuestos presentados. Frente al autobombo de la sociedad de la información europea, coliderada en la teoría por el presidente Aznar en el Consejo de Lisboa de la Unión Europea, el esfuerzo en investigación y desarrollo, infraestructura de telecomunicaciones y acceso de la población a las nuevas tecnologías es desmoralizador. En segundo lugar, una contradicción blairiana: ante el incremento de la delincuencia y los cambios que se están produciendo de la mano de bandas organizadas, estos presupuestos reducen en términos reales el dinero destinado a seguridad ciudadana.

No se entiende nada.

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