_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los muchos enemigos de la seguridad de Israel

La protección y la defensa del Estado de Israel son imperativo moral para Europa. Son obligaciones que emanan de nuestra historia, un elemento de nuestro acervo democrático, plenamente interiorizado por los europeos, dirigentes y ciudadanía. El compromiso de Washington con Israel tiene más que ver con imbricaciones prácticas, desde el papel de Israel como permanente cabeza de puente de los intereses norteamericanos en Oriente Próximo hasta la gran capacidad de ejercer influencia sobre la administración que tienen las organizaciones judías norteamericanas. En Europa, por el contrario, se asume como deber moral y político ineludible.

Pero parece llegado el momento de que los dos grandes protectores de Israel a ambos lados del Atlántico coordinen urgentemente su política para defender a Israel de quienes ya se erigen en los mayores enemigos de su seguridad y que no sólo están dentro, en casa, sino en el Gobierno. Porque el señor Ariel Sharon y sus conceptos sobre seguridad, aplicados en los últimos meses y sobre todo últimos días, son ya una amenaza insoportable, y no sólo para los palestinos que mueren a diario y están condenados a la asfixia y la miseria. Sharon y compañía son parte del frente enemigo de cualquier proyecto que pueda prometer a los niños israelíes una vida futura con esperanzas y seguridades a las que tienen derecho. El odio, el desprecio y el culto a la fuerza se lo niegan. Es de esperar que Sharon haya de responder por ello ante su pueblo y los demás.

Más información
Egipto y la Unión Europea preparan una reunión de Arafat y Peres en Mallorca
La policía palestina detiene a líderes fundamentalistas de la Yihad Islámica

La política -por llamarlo de alguna forma- del Gabinete israelí, y especialmente la actual invasión de ciudades y territorios palestinos, son una agresión no ya a Gaza y Cisjordania, sino a todo el mundo civilizado. Esto, cuando nos aprestamos a una larga campaña contra el terrorismo internacional en la que está en juego el futuro de todos, incluidos los niños israelíes. Por eso supone un acto de máxima deslealtad, de traición cabe decir, a los aliados que desde la Declaración de Ballfour tras la Primera Guerra Mundial, la creación de Israel en 1948 y siempre desde entonces han sido los máximos valedores y protectores de Israel frente a los enemigos tradicionales que exigían su destrucción. No extraña que haya causado indignación en Washington el desprecio del primer ministro israelí hacia los intereses norteamericanos y europeos en la gran coalición internacional antiterrorista, que es tan lograda en sus inicios como frágil ante la larga campaña.

Había ya poco nivel de comprensión en la Casa Blanca tras la grave impertinencia de Sharon de comparar la política norteamericana de acercamiento a los países árabes con una reedición del vergonzoso acuerdo de Chamberlain y Daladier con Hitler en Múnich en 1938. Pero lo que sucede estos días exige hechos e inmediatos. Washington tiene instrumentos para frenar a Sharon, aunque sean dolorosos para unos y otros. Y la UE, para demostrarle que no puede deducir de la impunidad tras sus hazañas en Líbano una impunidad política indefinida.

Pero hay más culpables. Lo son el Partido Laborista y su líder, Simón Peres, por su permanencia en un Gobierno al que no modera en absoluto, sino legitima en la panzerpolitik de Sharon. Por patriotismo, responsabilidad, tradición y mera autoestima, Peres debía de haber acabado con un Gobierno que lleva al país al aislamiento y al desastre. Se ha limitado a ser rostro bueno de una política catastrófica.

Y culpable, en puesto destacado, es ese terrorista en el que muchos vieron una evolución al estadista cuando sólo mutaba hacia la satrapía, creando un semiestado corrupto para sí y los suyos, malversando el dinero europeo, reprimiendo a la disidencia y lanzando a los niños a la muerte cuando le convenía: Yasir Arafat. Despreció en Camp David hace un año el mejor acuerdo posible y aupó así a Sharon al poder. Curiosas alianzas de unos enemigos de Israel que son una maldición para la región y la seguridad mundial. Llegó por eso la hora de que el mundo se defienda y tome medidas contundentes para acabar con los juegos de estas dos caras de una misma moneda que sólo compra muerte. Israelíes, palestinos y el mundo entero lo necesitan y lo agradecerán.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_