El Príncipe de los Creyentes, un visionario líder sin rostro
No hay fotos del jeque Mohamed Omar. El misterioso líder de los talibán concedió su primera y única entrevista hace unos meses a un periodista paquistaní, y sólo dos o tres no musulmanes han tenido la oportunidad de verle en persona. A pesar de su falta de carisma al estilo occidental, su carácter visionario y su sentido de la oportunidad han hecho que muchos musulmanes le reconozcan como Emir al Muminín, o Príncipe de los Creyentes, un título que tiene resonancias más allá de las fronteras de Afganistán.
Ahora, este hombre alto y enjuto de 42 años, sobre cuya vida y forma de pensar se desconoce casi todo, tiene en sus manos la decisión de entregar a EE UU a su amigo Osama Bin Laden o desencadenar la furia militar sobre su pueblo. Quienes le conocen dudan de que las presiones internacionales puedan conmoverle.
'Es una persona poco corriente', declaró a EL PAÍS el pasado mayo uno de sus infrecuentes interlocutores extranjeros, que quedó sorprendido por la modestia de su vestimenta y lugar de trabajo: 'Viste la típica túnica de Kandahar, una especie de sotana verde hasta por debajo de la rodilla, camina descalzo y hasta hace dos años recibía sentado en el suelo'.
Vive en una gran casa construida por Bin Laden en Kandahar, la capital del sur de Afganistán, que se ha convertido en el corazón del movimiento talibán y que raramente abandona. Allí está asistido por un equipo de secretarios educados en Occidente que se ocupan de su agenda, la proclamación de fatwas y los nombramientos.
'Lo primero que llama la atención en él es su ojo vacío y su poblada barba, que le empieza muy arriba'. El ojo lo perdió a mediados de los ochenta, durante la guerra contra la URSS, cuando conoció a Bin Laden.
Su amistad con el disidente saudí va más allá de la política. Se cree que se ha casado con la hija mayor de Bin Laden y que éste ha tomado a una de sus hijas como cuarta esposa.
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