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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Jaque del rey

La disputa entre Marruecos y España sobre quién tiene más responsabilidades en el descontrol de la inmigración ilegal y sus redes mafiosas está subiendo peligrosamente de nivel y de tono. El propio rey Mohamed VI ha bajado al ruedo en una entrevista concedida, significativamente, al diario conservador francés Le Figaro, en la que como contrapartida ensalza el papel de Francia. En realidad, poco añade a la respuesta de Rabat en agosto a las acusaciones del ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, de que Marruecos no hacía el esfuerzo suficiente en la lucha contra la inmigración ilegal. La diferencia es que lo dice el propio rey, aunque sea en el contexto de una entrevista destinada a ganar imagen en el exterior para una monarquía que él mismo describe como 'fuerte, democrática y ejecutiva'. Ni a España ni a Marruecos les conviene que su relación se deteriore aún más, y el Ejecutivo español trató ayer de rebajar la tensión, aunque sin buena fortuna. El rey de Marruecos no esconde que la inmigración ilegal es un 'problema real', y tiene razón al hablar de 'responsabilidad compartida'.

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Las mafias de traficantes de seres humanos y drogas existen. Es posible que, como dice Mohamed VI, haya barcos de origen español que lleven a inmigrantes ilegales, pero la mayoría de las pateras salen de Marruecos y no son precisamente lanchas ultrarrápidas. Es duro para un jefe de Estado reconocer que carece de medios suficientes para perseguirlas. Piqué ofreció medios, si bien de una forma poco cortés. Marruecos dice que hace lo que puede, pero cabe ponerlo en duda. Además de posibles corrupciones, para una sociedad joven como la marroquí, que no acaba de salir de la pobreza, la emigración es una válvula de escape, sea legal o ilegal. Por esas mismas razones, tampoco va a servir de muro de contención de los emigrantes subsaharianos que, a través de Marruecos, intentan entrar de forma ilícita en Europa. Pero si el que gusta de ser llamado rey de los pobres quiere defender los intereses de los marroquíes, debe redoblar la lucha contra estas mafias que provocan no pocas muertes en el mar y conducen a miles de ciudadanos marroquíes a su explotación por empresarios sin escrúpulos.

Es urgente retomar el diálogo bilateral en toda su amplitud, pues los intereses compartidos de España y Marruecos son amplios, y van más allá de la pesca o del tan complejo asunto de una inmigración que nunca se podrá controlar de forma absoluta. Aznar, que no ha sabido conducir estas relaciones, debería conceder mayor prioridad a la anunciada reunión de alto nivel en Marruecos que a la mayoría de los viajes que tiene programados en su agenda. No se entiende que esta instancia bilateral no se haya reunido en dos años. El Convenio sobre Inmigración firmado por ambos países en julio pasado debe ponerse urgentemente en marcha. En todo caso, las recriminaciones mutuas y públicas no arreglan el problema. Lo empeoran.

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