Viva la utopía
Si las monjitas que entregaron a Camacho casi 1.000 millones de pesetas para que se los invirtiera en Lipobay o Chupa-Chups, indistintamente, respetaban el voto de castidad como el de pobreza, esos sobrios conventos castellanos debían de ser un lupanar. Y no es que no quisieran ser pobres, sino que cayeron en la tentación de ser ricas como otros caen en la tentación de ver La Primera, cuando lo que les gusta es La 2. Se quejaban los programadores de televisión en El Escorial de la hipocresía de la gente, que dice que ve una cosa, pero luego ve otra. Así, la cadena más valorada, La 2, es también la de menor audiencia. Pero no es que los televidentes mientan, sino que dicen lo que les gustaría que les gustase. Tendemos a la utopía en las encuestas y a Los Morancos en la vida real. Nos encantaría ser vegetarianos, pero lo que ha triunfado es la hamburguesa. Y Aznar, que es el líder menos querido, gana las elecciones porque cuando zapeas, sea en la tele o en la vida, te quedas en lo que más te repugna para poder decir qué asco, por Dios, qué asco, quita eso.
'Prefiere el erotismo a la pornografía, pero sólo sale en los papeles por excesos venéreos espeluznantes'
¿Ustedes creen que a Carmencita Martínez Bordiú, viniendo como viene de una familia culta, le apetece ganarse la vida promocionando casas de masajes? Pues sí, le apetece, pero ella preferiría que le apeteciera el arte. Le encantaría ver La 2, en fin, pero la bestia que lleva dentro la desvía continuamente de los intereses intelectuales que ha mamado en su casa, así que ahí la tienen, en el arroyo, anunciando cochinadas que si su abuelo levantara la cabeza estarían prohibidas. Pero tal vez no deberíamos juzgar a la gente por lo que hace o por lo que ve, sino por lo que le gustaría hacer o ver.
Pongamos el caso de Julia García Valdecasas, la delegada del Gobierno en Cataluña: casi seguro que prefiere el erotismo a la pornografía, sin embargo sólo sale en los papeles por excesos venéreos espeluznantes (parece que los vídeos de la caza del negro, por citar su última hazaña sexual, han empezado a circular en las páginas de porno duro de Internet junto a las ejecuciones de las minorías étnicas de Bush). A ella le gustaría excitarse con otras cosas, pero la bestia que lleva fuera no se lo permite.
Tanto si llevas la bestia dentro como si la llevas fuera, las órdenes del intelecto y las de las hormonas te partirán el corazón. El intelecto nos pide que pongamos La 2, pero las hormonas nos empujan hacia La Primera. Y siempre ganan las hormonas. Esto es difícil de entender hasta que caes en la cuenta, por ejemplo, de que cuantos más alijos de droga se intervienen, más trapicheo hay. En los principios de la lucha contra el narcotráfico apenas te ofrecían droga por la calle, pero a fuerza de luchar contra ella hemos conseguido que llegue a los colegios. Pues eso, que cuanto más promocionan La 2, más nos gusta La Primera.
No obstante, un día te levantas y dices: hasta aquí hemos llegado, y te propones mejorar y trabajas y trabajas hasta comprarte una casa en la Moraleja, que es a lo más que se puede aspirar en esta vida. Pero una vez instalado adviertes con horror que muchos modelos que sobre el papel eran ideales, en la realidad son una porquería. Quizá no sea el caso de La 2, no lo sé, porque yo no la veo, aunque me gusta mucho, pero es el caso de esa urbanización de lujo de Madrid en la que viven todos los delincuentes que pasan por la Audiencia: ayer fue Camacho y hoy Sito Miñanco. Y parecía un lugar tranquilo y culto, como La 2.
Más ejemplos: todos los matrimonios del universo mundo quieren llevarse bien, pero se llevan mal. ¿Por qué? Pues porque estamos más dotados para la infelicidad que para la dicha, no le dé usted más vueltas.
-¿Su esposa y usted no preferirían ser felices?
-Sí, señor, pero no nos sale, o nos sale con un esfuerzo excesivo, mientras que la infelicidad nos nace de manera espontánea.
-¿Y cuál es la cadena de televisión que más les gusta?
-La 2.
-¿Y cuál es la que menos ven?
-La 2 también.
La felicidad, en fin, como la castidad o la pobreza, da un trabajo enorme, mientras que la desdicha crece en nuestros corazones casi sin proponérnoslo. No obstante, peor sería que a la gente que ve La Primera le gustara La Primera. Vemos La Primera, es cierto, pero aspiramos a que nos guste La 2. Viva la utopía.
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