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Los barcos de observación del Estrecho pactan un código para no molestar a las ballenas

España es el segundo país del mundo en turismo de avistamiento de cetáceos

Para Japón y Noruega, las ballenas son un recurso económico y gastronómico como cualquier otro, a pesar de que ambos países han suscrito una moratoria internacional a su captura. Para España, que fue pionera en la caza de estos gigantescos y singulares animales, el arponeo ha dado paso a un negocio turístico peculiar que consiste en el desplazamiento de barcos con miles de curiosos para ver de cerca los movimientos de estos mamíferos sin causarles ningún daño.

La isla de Tenerife ocupa el primer puesto mundial en avistamiento de ballenas y delfines, como se denomina esta actividad (whalewatching) importada de Estados Unidos. En el ámbito mundial el número de observadores ha pasado de los cuatro millones en 1991 a más de nueve en 1998, según la Sociedad Española de Cetáceos (SEC), organización que aglutina a los investigadores dedicados al estudio de estas especies.

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En el archipiélago canario existen más de 34 empresas dotadas con más de 48 barcos especializados en este creciente y novedoso negocio turístico. La proliferación de incidentes entre las empresas y los choques de sus embarcaciones con los propios animales obligó a las autoridades regionales a poner orden en esta incipiente actividad, que se ha extendido a otros mares de la Península frecuentados por los cetáceos, como la confluencia del océano Atlántico con el mar Mediterráneo, por donde circulan, además de multitud de mercantes, numerosas familias de distintas especies cetáceas.

En las aguas del Estrecho se ha identificado más de 12 ballenas cachalote residentes. Esta especie, que puede llegar a medir más de 20 metros de longitud, alberga en una bolsa hasta 1.000 litros del aceite que se utilizaba para iluminar las noches hasta la aparición de la electricidad.

Para observar esta especie y otros cetáceos habituales en el Estrecho operan más de 36 embarcaciones de avistamiento. Aparte de Gibraltar, la localidad donde se concentran la mayor parte de barcos es Tarifa (Cádiz), desde cuyo puerto suelen partir diariamente seis embarcaciones al encuentro de especies emblemáticas como rorcuales, cachalotes, orcas, calderones y otras familias de delfines habituales en la zona, según la bióloga Neus Pérez Gimeno, miembro de SEC. Durante el verano del año pasado más de 10.000 personas tuvieron la oportunidad de verlos de cerca. Y en lo que va de este verano pasan de 2.000.

Ante el riesgo de que esta actividad se desboque y acabe dañando a los hábitats de los animales observados, las empresas del sector, apoyadas por los investigadores con los que trabajan en estrecha colaboración, quienes han optado por autoregularse. De esta manera se intenta evitar que la competencia no desemboque en lo sucedido en Canarias, que obligó al Gobierno autónomo a imponer un reglamento. Hasta su regulación, en el archipiélago sucedieron varios incidentes, con heridos por colisiones de las embarcaciones con los cetáceos.

Distancias máximas

El código de conducta voluntario adoptado en Tarifa ordena que los barcos de avistamiento no deben realizar aproximaciones intrusivas, ni molestar a las ballenas. Señala distancias máximas de aproximación y da instrucciones para evitar maniobras de acoso a los animales, así como evitar la aglomeración de barcos a su alrededor.

La Agrupación de Plataformas de Avistamiento de Tarifa y la SEC consideran en este código que 'la preservación de la vida y la libertad de las ballenas y delfines a través de su seguimiento, estudio y protección mediante vínculos entre los animales y las personas contribuye a la concienciación de la sociedad respecto a estos animales'. En el documento que han suscrito se comprometen a aplicar el código, 'independientemente de que entre en vigor el decreto del Ministerio de Medio Ambiente'. El problema,dicen, viene a la hora de ejecutarlo, debido a que es muy difícil controlar si las embarcaciones lo cumplen o no. 'Por ello, estamos convencidos de que los más interesados en regular nuestra actividad somos nosotros', e invitan al resto de sus colegas del Estrecho a que suscriban el código.

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