El G-8 propone el envío de observadores al conflicto entre israelíes y palestinos
Los ministros de Exteriores insisten en que el Plan Mitchell es la única fórmula para la paz
Israel se apresuró ayer a rechazar la propuesta del G-8, y a toda internacionalización de un conflicto que considera interno. El Gobierno israelí dijo que "el problema de hoy no es de observadores, sino de observar una tregua; hay una parte que no respeta las propuestas de Tenet [el jefe de la CIA, que apadrinó el plan de paz], y ésta es la parte palestina". Una respuesta en perfecta consonancia con la posición que ha mantenido siempre Israel, contraria a la presencia de observadores extranjeros en su suelo.
El ministro de Exteriores italiano, Renato Ruggiero, como anfitrión de los ocho ministros -más Javier Solana, representante para política exterior de la UE-, explicó la preocupación que suscita el conflicto árabe-israelí, "que, lejos de encontrar una vía de salida, empeora continuamente", subrayó.
Además, los ministros de Exteriores abordaron la cuestión del libre comercio, la lucha contra la pobreza, la plaga del sida y el problema de la deuda de los países pobres. La propuesta del comité de sabios que asesora a los líderes del G-8 de ampliar el fondo de ayuda a la lucha contra el sida en África, de 1.000 a 10.000 millones de dólares (casi dos billones de pesetas), no obtuvo en cambio respuesta, pese a que Ruggiero reconoció que la situación de África será analizada a fondo en la reunión.
Ruggiero defendió incluso con prudencia la globalización, que, dijo, "comporta riesgos", pero "ofrece también grandes oportunidades". Algo que nadie niega. Lo que critican los manifestantes es que las oportunidades las cogen al vuelo siempre los mismos. Pero el propio movimiento de protesta parece surgido de la mala conciencia de una sociedad saturada de bienes y privilegios que no sabe cómo enfrentarse a los dos tercios de la humanidad que se muere de hambre o vive con dos dólares al día.
"Somos representantes de Gobiernos legítimos y democracias fundadas sobre regímenes parlamentarios que expresan de la mejor forma la soberanía popular", subrayó el ministro italiano, "y decimos no a la violencia, pero estamos dispuestos al diálogo con quien esté dispuesto a él".
Un diálogo que no parece sencillo en las presentes circunstancias, dada la distancia que separa a los líderes del G-8 de los hijos de la sociedad de la opulencia. Las grandes potencias, especialmente EEUU, son las que más contaminan la atmósfera que compartimos todos y, paradójicamente, es el Gobierno de Washington el que ha cerrado la puerta al Protocolo de Kioto, que prevé una reducción escalonada de esas emisiones. Tras la dureza de los estadounidenses y la indecisión de Japón en la conferencia sobre el clima que se celebra en Bonn, el Protocolo parecía seriamente amenazado, a menos que la reunión de Génova consiga hacer cambiar al presidente estadounidense, George W. Bush.
Ayer, la ministra de Exteriores japonesa, Makiko Tanaka, aseguró que su país está mucho más cerca de las posiciones europeas en esta materia que de la de EEUU. Tanaka aseguró que Japón hará lo imposible para convencer a la Casa Blanca de que debe ratificar el Protocolo de Kioto.
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