Muere Jack Lemmon, el actor completo
El intérprete de 'Con faldas y a lo loco' y 'Desaparecido' falleció ayer, a los 76 años, en Los Ángeles
El gran director Billy Wilder dijo una vez: 'La felicidad es trabajar con Jack Lemmon'. Intentando trepar en su empresa (El apartamento), luchando contra el alcoholismo (Días de vino y rosas), buscando deshacer un matrimonio equivocado (Cómo matar a la propia esposa), fracasando en los negocios (Salvad al tigre) o rebelándose tardíamente contra el sistema (Desaparecido), Lemmon retrató durante su larga carrera al común de los hombres norteamericanos y europeos de las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial. Y es que, aunque nació en el ascensor de un hospital de Boston, su origen era de lo más corriente: hijo de un fabricante de donuts.
Lemmon formó junto con el ya fallecido Walter Matthau una de las parejas míticas del cine estadounidense. Rodaron juntos ocho filmes, todos marcados por el reparto de papeles del que hicieron en 1968 y que se titulaba precisamente La extraña pareja. En esta película, Lemmon era un neurótico obsesionado por el orden y la limpieza, y Matthau, un golfo entregado al juego, la bebida y las mujeres. Seis años después, los dos hicieron un inteligente y divertido retrato del mundo del periodismo en Primera plana. El gruñón Matthau hacía del redactor jefe sin escrúpulos obsesionado por la exclusiva, y el paciente Lemmon, del reportero al que todavía le queda un resto de honestidad.
'Con faldas y a lo loco'
Pero el filme más desternillante de la carrera de Lemmon fue Con faldas y a lo loco, el que, bajo la dirección de Billy Wilder, interpretó junto a Tony Curtis y Marilyn Monroe. En sus múltiples homenajes al fallecido actor, las cadenas de televisión norteamericanas pasaron ayer numerosas imágenes de esa comedia, en la que, para escapar de la venganza de la Mafia, Lemmon y Curtis se disfrazan de mujeres y se enrolan en el grupo musical en el que trabaja una Marilyn Monroe en uno de sus papeles más deliciosos. La película de Wilder fue quizá una de las primeras que abordaron el universo del transformismo y la ambigüedad sexual.
'Walter [Matthau] es mi hermano, Billy [Wilder] es mi padre y Tony [Curtis] es mi mejor ligue', dijo una vez Lemmon. 'Los cuatro', añadió, 'tenemos la misma conexión mental, podemos trabajar por instinto, sin apenas ensayar'. Lemmon ganó su primer Oscar como mejor actor secundario de 1955 por su trabajo en la comedia Mister Roberts, y el segundo, ya por la mejor interpretación masculina, en 1973 por Salvad al tigre, donde encarna a un empresario fracasado.
Nacido en Boston en 1925 con el rimbombante nombre de John Uhler Lemmon III, graduado en servicios militares por la Universidad de Harvard y combatiente en la Marina en la II Guerra Mundial, del actor dijo ayer su agente, Warren Cowan: 'Era una bellísima persona'. Si la filmografía de Lemmon pudiera resumirse en una sola imagen, ésta sería la de un hombre ni guapo ni feo, ni alto ni bajo, ni rico ni pobre, que intenta ser feliz con una vida tranquila, corriente y moliente, pero se enfrenta una y otra vez a los monstruos de la civilización urbana e industrial. La resignación, el evitarse problemas, era la primera reacción de ese hombre ante los zarpazos injustos, pero había ocasiones en las que se imponía dar la cara, y la daba.
Pasión
Es lo que hizo el personaje encarnado por Lemmon en Desaparecido, el filme de Costa Gavras sobre el caso de Charles Horman, el periodista estadounidense secuestrado y asesinado en los primeros días del golpe de Estado de Pinochet. El padre de Horman, interpretado por Lemmon, viajó a Chile en busca de su hijo y convencido de la bondad de las autoridades norteamericanas a las que pedía ayuda. Pero las siniestras realidades del golpe y la complicidad con él mismo de la diplomacia y el espionaje estadounidenses le llevaron primero a la amargura y luego al combate.
Su actuación en el filme de Costa Gavras le hizo ganar a Lemmon uno de los dos galardones a la mejor interpretación masculina que consiguió en Cannes. El otro fue por El síndrome de China, en la que interpretó a un trabajador de una central nuclear que sufre un accidente y se alza contra la intención de la empresa de arrojar tierra al asunto. En su vida real, en la que tuvo una fase de alcoholismo, lo que más enfadaba a Lemmon era un mal guión. 'Las malas películas me enfurecen', decía en sus últimos años de vida, y declaraba su malestar por una producción de Hollywood cada vez más 'llena de efectos especiales, explosiones y violencia'. No obstante, siguió en activo hasta que le pudo el cáncer. En una reciente entrevista dijo: 'Lo que hagas, tanto lo hagas bien como lo hagas mal, tienes que hacerlo con pasión, y mi pasión es la interpretación'. Como él era de los que lo hacían bien, sus películas nos acompañarán siempre.
Babelia
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