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El Museo de Bellas Artes de Castellón, premio FAD

El Museo de Bellas Artes de Castellón, obra de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, obtuvo ayer el premio FAD de Arquitectura, otorgado en su 43ª edición por la asociación ARQ-INFAD, integrada en el Fomento de las Artes Decorativas.

El edificio, inaugurado el pasado mes de enero y con una superficie de más de 12.500 metros cuadrados, posee una estructura de muros huecos y losas de hormigón blanco. En su interior puede realizarse un recorrido artístico-histórico que incluye desde objetos hallados en yacimientos arqueológicos de la zona hasta obras de Sorolla, Rivera y Julio Romero de Torres, pasando por una extensa representación de la tradicional cerámica valenciana.

Los arquitectos galardonados formaron parte del estudio de Rafael Moneo y han colaborado en varios de sus proyectos, como el Museo Thyssen y la estación de Atocha de Madrid.

El jurado, integrado por Carles Ferrater -como presidente-, Joan Ardèvol, Antoni Arola, Félix Arranz, Ángela García-Paredes, Annete Gigon, Jon Montero y Gabriel Robert, se decantaron por ese proyecto 'por evidenciar, con éxito, en un ejercicio completo y complejo de arquitectura, los paradigmas del oficio y los requisitos de la construcción'. También se valoró 'la investigación pormenorizada de la sección como conductora del proyecto, y como propuesta real del espacio'. En este apartado fue concedida una mención al Aulario Tres de la Universidad de Alicante, del arquitecto Javier García-Solera.

El FAD de Espacios exteriores fue concedido a las Escaleras de la Granja, en Toledo, de José Antonio Martínez Lapeña y Elías Torres Tur. En esta misma especialidad fue concedida una mención a la Estructura de luz de la calle de Bon Pastor, realizada en Barcelona por Carmen Calzada y Jaume Barrera.

En el apartado Espacios interiores el premio fue otorgado a la librería portuguesa Almedina, de Lisboa, de los arquitectos Manuel Aires Mateus y Francisco Aires Mateus.

En el apartado Espacios efímeros el premio recayó, 'por su cualidad de intimidad furtiva', en La Pedrera de noche 2000, un trabajo de los arquitectos Ana Mir y Emili Padrós, que intervinieron lumínicamente el espacio de la azotea del emblemático edificio de Gaudí.

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