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Reportaje:

La inteligencia de Colombia busca asilo en España

Científicos, médicos, artistas, periodistas y economistas abandonan el país a causa de la violencia y la inseguridad crónica generada por narcotráfico, paramilitares y guerrilla

Yolanda Monge

Ninguno de los que se han ido ambicionaba el martirologio. Todos optaron por una diáspora de efectos corrosivos sobre el ánimo de sus protagonistas y el patrimonio humano de Colombia. Porque si no salían de Colombia, los mataban. 'Me fui el día que sentí que me respiraban cerca', relata Francisco Pacho Santos, jefe de redacción de El Tiempo, principal diario del país. Como Santos, muchas figuras nacionales de la inteligencia colombiana hicieron las maletas temiendo caer en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN), de los paramilitares de Carlos Castaño, del narcotráfico o de las bandas de delincuentes comunes que secuestran y venden sus víctimas a los grupos anteriores.

Los periodistas Alfredo Molano, William Parra, Morris Holman. Todos ellos y muchos más: exiliados en España. Los mejores científicos, ingenieros, médicos, economistas, empresarios y administradores están abandonando el país a causa de la violencia y la inseguridad que genera la omnipresencia del narcotráfico, los grupos paramilitares de ultraderecha y la guerrilla. Huyen del desquiciamiento nacional. De la cultura de la violencia. También de la recesión económica sufrida desde mediados de 1998, la peor del siglo XX, que ha añadido a la tradicional emigración de los más pobres la de miles de profesionales. Según datos oficiales, cerca de un millón de colombianos, el 2,5% de un país de 40 millones de habitantes, emigraron en los últimos cinco años. Que el 60% de los secuestros que se cometen en todo el mundo tengan lugar en Colombia también explican esos datos.

Sergio Cabrera huyó del mismísimo Ejército. Antiguo guerrillero, ex vicepresidente de la Cámara del Congreso y el más seguro valor exportador del cine colombiano, Cabrera fue demasiado lejos. Quiso averiguar. Y cuando decidió estudiar ciertos asuntos del Ejército dentro de una comisión de investigación del Congreso, le hicieron saber que mejor se quedaba 'quietito'. 'Si me hubiera quedado me hubiera condenado al silencio. No tenía sentido estar en el Congreso y tener la boca y los ojos tapados', puntualiza Cabrera.

Colombia se desangra. Envuelta en una violencia crónica que la lleva a no tener un minuto de paz desde hace 50 años. Con la presentación el año pasado en Estados Unidos por parte del presidente Andrés Pastrana del polémico Plan Colombia, cuyos detractores no han dudado en calificar de vietnamización del conflicto. Con más de un millón de desplazados internos, el segundo país del mundo, después de Ruanda. Es la descapitalización cultural. Como si existiera un proyecto para arrebatarle la inteligencia al país. Mauricio Rubio, profesor de Economía de la Universidad Nacional y experto en temas de violencia, ejerce ahora como profesor asociado en la Carlos III de Madrid. 'A mí no me amenazaron pero toqué techo', explica Rubio. 'Colombia está muy mal y mis razones eran personales: no quería que mis dos hijos crecieran en ese ambiente'.

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) señala en un estudio publicado el año pasado que la fuga de capital intelectual contribuye al estancamiento económico de un país y a la pérdida de competitividad. El Banco Mundial añade que el 74% de la riqueza de los países desarrollados está representada en su capital humano. Sólo en 1999, Colombia perdió nada menos que 2.000 millones de dólares a causa de la fuga de cerebros, según el Departamento Nacional de Planeación. Cuenta Santos que el Instituto de Estudios Políticos y de Relaciones Internacionales (IEPRI) está diezmado. 'Se fueron casi todos'. Entonces, entre la resignación y la ira, Santos concluye: 'Colombia es un país antropófago. Devora a sus propios hijos. Y lo peor es que no pasa nada'. Pero no quieren ni oir hablar de héroes. 'Es una estupidez', avanza Santos. 'No se necesitan héroes', tercia Cabrera. '¿Para qué?', se cuestionan ambos. 'Si la muerte de uno sirviese para algo... aún... Pero no es así'.

Tomar partido por la paz y la tolerancia, denunciar lo denunciable, cuesta la vida en Colombia. Quien creía haberlo vivido todo, quien sobrevivió a ocho meses de cautiverio amarrado a una cama en una habitación de tres por tres en manos de los extraditables del narcotraficante Pablo Escobar -caso que inspiró el libro Noticia de un secuestro, de Gabriel García Márquez-, decidió no darle más argumentos al enemigo un día de marzo del pasado año. Ese día, a Pacho Santos lo siguieron los guerrilleros. Tenían un plan para sorprenderlo en cualquier esquina de Bogotá y descerrajarle un tiro. Pero supo detectar el peligro a tiempo. 'Si no me marcho me matan. Una semana más y no estaría vivo', afirma. 'Vivir amenazado es más duro que el secuestro. Al secuestro uno se resigna. A vivir mirando a tu espalda no se acostumbra uno nunca'.

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Coche blindado y cuatro escoltas. Ésas son -para algunos, ni siquiera para todos- las únicas garantías de seguridad en Colombia. A mayor amenaza más escoltas. 'Es la única solución: vivir como en una cárcel. De casa al periódico y del periódico a casa. Encerrado en un auto blindado seguido por escoltas', explica este periodista de 39 años. 'Vivir encerrado o salir', rememora. Santos optó por la libertad. Por poder andar por la calle sin mirar atrás. Sin mirar a un lado y a otro. Optó por España. Por el triste exilio. 'Para mí, la libertad es montar en bus, sin escoltas, tranquilito y confiado'.

A dos años de cumplir siete décadas, el periodista Plinio Apuleyo se cansó de 'buscar motocicletas' con la mirada. 'Porque allí los sicarios siempre matan en motocicleta, ¿sabe usted?'. 'Vivía siempre mirando alrededor', dice. Tras tres intentos fracasados del ELN para acabar con su vida, Apuleyo tenía un coche blindado y cinco escoltas que le recordaban esos episodios todos los días. La progresión aritmética de guardianes de su seguridad podía haber continuado hasta el infinito. Pero necesitaba caminar libremente. Entonces salió.

Todos ellos se reconocen 'privilegiados'. 'La tragedia son los miles que no pueden salir, los miles que son secuestrados cada año, los miles que son asesinados', confiesa el director de La estrategia del caracol. 'Nosotros somos privilegiados, vivimos para contarlo', acepta Cabrera. ¿Volver? Un no rotundo. Excepto Santos, que prevé su regreso en un máximo de dos años. 'Aunque sé que vuelvo cargando mi propia lápida a la espalda'. 'Puede que vuelva para que me maten'.

Francisco Santos, jefe de redacción del diario <b><i>El Tiempo</b></i> (izquierda), junto a Sergio Cabrera, director de cine, en Madrid.
Francisco Santos, jefe de redacción del diario El Tiempo (izquierda), junto a Sergio Cabrera, director de cine, en Madrid.GORKA LEJARCEGI

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Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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