Memoria del maquis
Todas las dictaduras persiguen el falseamiento y la aniquilación de la memoria histórica. La que imperó en España durante muchos años falsificó la historia y en muchos casos incluso la borró. Es ejemplar al respecto lo sucedido con los maquis, con los guerrilleros que trataron de mantener viva la resistencia a la dictadura a la espera de que el curso de los acontecimientos en Europa obligara a un cambio político en España, que haría cenizas del régimen autoritario. No fue así, y Europa, la democrática, la liberal Europa, traicionó a los demócratas españoles y apuntaló al inicuo régimen salido de la guerra civil. Después, durante años, una conjura de silencios y falsedades se ha tejido sobre la suerte de esos hombres, de modo que para la mayoría de los españoles no son, cuando son algo, sino brumosos fantasmas de una guerra lejana.
Aquí y allí, sin embargo, empiezan a brotar testimonios de esa lucha olvidada. Dos documentos han emergido en los últimos meses referentes al maquis: la película Silencio roto, de Montxo Armendáriz, y el libro La noche de los Cuatro Caminos, de Andrés Trapiello. Dos documentos y, además, dos discursos artísticos, basado el uno en la imagen y el otro en la palabra, que imaginan y recrean con veracidad -la veracidad del arte- sendos episodios de la lucha guerrillera.
Silencio roto sitúa su acción en un pueblo del norte de España; Andrés Trapiello reconstruye un episodio ocurrido en Madrid, en febrero de 1945. La película evoca con crudeza, con fidelidad, pero sin abdicar de la poesía de las imágenes, la lucha guerrillera en una España abatida y desolada y sometida al poder ciego de la fuerza y la arbitrariedad. Lejos de la idealización, excelente pero idealización al fin, de José Luis Garci en You're the one, Armendáriz da con contundencia la realidad de aquella España y la fe en sus valores de un puñado de hombres que pusieron su vida al tablero en un combate iluminado sólo por el resplandor de las convicciones. Uno sale del cine con la cabeza habitada por la tragedia de España, porque lo que a esos hombres les ocurre no es nada terrorista, como alguien ha tenido la ignorancia -al menos- de escribir, sino que lo que les sucede en carne y alma propias es la tragedia de España, que cae todopoderosa y fatal sobre sus frágiles hombros de creyentes en la libertad y la democracia. Más de cincuenta años después, su historia es capaz de conmovernos y sacudirnos con la fuerza de la verdad y la inocencia.
Por su parte, Andrés Trapiello exhuma un episodio del maquis en Madrid en 1945. Un lance afortunado llevó al autor al conocimiento del expediente, que concluyó con la ejecución de siete miembros del maquis tras el arbitrario juicio sumarísimo que era de rigor, y sobre esta base asentó su libro. Construida según los módulos de cierta literatura norteamericana -Mailer, por ejemplo-, la obra de Trapiello es, en primer lugar, crónica, aproximación documental pero también novelesca a un momento sórdido pero sobre todo trágico del maquis madrileño. Trapiello ha investigado tanto como ha novelado para darnos un reportaje que oscila entre la crónica y la ficción, y que posee una dosis de altísima verdad poética, más allá de los datos documentales y el peso de las circunstancias históricas. Lo que inventa el autor es siempre verdadero, es el olor que brota de los hilos de la reconstruida trama, como es verdadero cuanto narra, coincida o no con la estricta sucesión de los hechos, que supongo que coincide, pero da lo mismo. Por eso, y pese a la vasta tarea de campo llevada a cabo, omite el escritor la precisa explicitud de sus fuentes. Cuando uno concluye la lectura de este libro, como cuando uno se levanta del asiento tras contemplar Silencio roto, sabe que ha asistido a la revelación de la verdad. La verdad de unos hombres destruidos por la iniquidad de un poder infame y abandonados después en las tenaces aguas del olvido.
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