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Un musical irreverente

Una mezcla de The rocky horror picture show y Titanic, o de El mago de Oz con Apocalypse now. Éstos son algunos de los intentos de describir Moulin rouge, la última película del cineasta Baz Luhrmann, autor de Strictly Ballroom y William Shakespeare's Romeo & Juliet.

Lo malo es que el irreverente musical de este australiano se resiste a cualquier definición, porque es difícil describir la vida bohemia del París de principios de siglo, narrada a través de canciones de Madonna, Elton John y Nirvana, pero manteniendo un tono dramático propio de La Bohème. Todos estos elementos ordenados con la estructura de un musical y con Nicole Kidman y Ewan McGregor cantando y bailando, por no hablar de John Leguizamo en el papel de Tolou-se Lautrec midiendo dos palmos menos de altura.

'Esta película es la última de lo que llamo la trilogía de la cortina roja, una manera sencilla de definir el cine teatralizado, donde el filme invita a la audiencia a participar', resume el director. De la experiencia de ver su película él mismo dice: 'O en los 10 o 15 primeros minutos te rindes a las imágenes, como espero, o no la aguantas, pero existe un contrato que asegura que no te vas a dormir'.

Amante de los musicales desde que en su infancia vio en Paint Wagon los primeros senos de su vida, no pensaba es que este género iba a ser tan difícil de hacer. 'Ahora entiendo porqué no se siguen haciendo', bromea al comparar los cinco años de producción del documental Heart of darkness sobre la realización de Apocalypse now.

Además, durante el rodaje de Moulin rouge se sucedieron las desgracias. El padre de Luhrmann falleció de cáncer de piel en el momento de pronunciar la palabra acción; Kidman se rompió dos costillas, se dañó la rodilla y su matrimonio concluyó, y una epidemia de gripe asoló el rodaje.

Finalmente, el equipo se vio desalojado de los estudios donde habían reproducido hasta el menor detalle el Moulin rouge por la llegada de la fuerza imparable de La amenaza fantasma, de la serie La guerra de las galaxias, que tenía el rodaje previsto en los mismos hangares y que forzaron a Luhrmann a concluir su producción en Madrid. 'Todo esto suena ridículo para un pequeño musical, pero cada mañana había una montaña que escalar', dice de una producción que ha costado 50 millones de dólares (cerca de 1.000 millones de pesetas).

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