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Columna
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Si yo fuera colombiano

Si yo fuera colombiano dejaría de darle vueltas de una vez por todas a la Madre Patria. Son dos palabras muy fuertes, madre y patria, y con cada una por separado ya solemos tener bastante los humanos para, encima, juntarlas en un solo enunciado. Entre los conflictos con la madre y los conflictos con la patria a la mayoría de la gente le basta y le sobra para ocupar una psique durante toda una vida. En cambio, si yo fuera colombiano y pensara tan sólo en España pensaría en un país en el que actualmente se habla un idioma que es muy parecido al mío y quizá no me extrañaría tanto que, al tratarse de otro país, me pidieran un visado para entrar en él. La burocracia administrativa tiene bien poco que ver con el coraje, la dignidad y el talante de las personas. Un grupo de intelectuales y artistas colombianos ha hecho pública su decisión de no volver a pisar tierra de la Madre Patria como protesta simbólica por la imposición de un visado de entrada que tienen ya impuesto, si no me equivoco, otros tres países latinoamericanos. El visado de marras ha sido impuesto a requerimiento de la Unión Europea, que es el continente donde se ubica España (no la Madre Patria, eso a la UE le trae sin cuidado, lógicamente). Yo creo que la diferencia está ahí: que para un colombiano, al parecer, España es la Madre Patria y para un europeo España es España.

En América Latina -denominación despectiva inventada por los vecinos del Norte para diferenciarse y distanciarse de los del centro y sur de su continente y asumida por éstos como reivindicación frente a Hispanoamérica o Iberoamérica- es usual que los intelectuales y artistas tengan un peso social de relevancia, casi propio de auténticos Padres de la Patria. En Europa no es así, aunque el prestigio de la cultura siga teniendo alguna relevancia. Los Padres de la Patria son representantes y constituyentes y el respeto que reciben los intelectuales americanos se basa, sobre todo, en que ponen voz a quien no la tiene y eso la gente lo agradece; por eso es por lo que yo creo que deberían apresurarse a reconsiderar lo de la Patria, aunque ellos dejaran de ser Padres. A mí me parece que su apelación a la Madre Patria vela sentimentalmente lo más doloroso del asunto.

No sé si el lector conoce Colombia. Es un país en el que la noción de orden público ha desaparecido, la sociedad está descompuesta, la violencia es ley y tiene mala fama como nido de narcotraficantes. Pero también es un país bellísimo lleno de gente valiente y honesta que cada vez que toma un avión es mirada como si fuera un sospechoso en cada aeropuerto donde desembarca; o si ni siquiera puede salir, sólo rumia la mala imagen que le otorgan fuera. No sé si ustedes han viajado bajo sospecha; es desesperante y humillante. Que Colombia es orgullosa y trata de defenderse del caos lo demuestra la cantidad de civiles que mueren al año en defensa de los derechos humanos de la persona. Son miles y miles los ciudadanos colombianos que aspiran a tener un lugar bajo el sol para ellos y para sus hijos sin resignarse a vivir al azar de esquivar una bala o enmudecer sin esperanza. Éste es el nudo trágico del conflicto: deprimidos dentro y maltratados fuera. Además de lo que tienen dentro, menosprecio afuera. Ahí es donde se encuentra el sentimiento más sangrante de una situación desdichada. Además, la exigencia del visado no pasa de ser una traba absurda, que no impedirá que deje de entrar en España ni uno de aquellos cuya presencia se quiere filtrar, bien porque tienen dinero -y al dinero no se le hace ascos- o bien porque los protege el dinero.

En cambio, con esta decisión, se contribuye a seguir desmoralizando a una gente noble y valerosa a cambio de nada. Si yo fuera colombiano me lo tomaría con la distancia que merece la burocracia y punto. Siendo, como soy, español (no patriota español, sino ciudadano español) no dejo de sentir tristeza y vergüenza y una profunda solidaridad con ellos.

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