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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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El barco y la bruma

'No dejes que la realidad te estropee un buen reportaje'. Esta broma que circula por las redacciones cobra a veces visos de realidad.

La noticia era suculenta: el Etireno, un barco de bandera nigeriana fletado en Benin (entre Nigeria y Togo) navegaba por el golfo de Guinea transportando entre 180 y 250 niños esclavos destinados a la prostitución o al trabajo en plantaciones agrícolas.

La denuncia partía de Unicef y añadía que algunos de los pequeños estaban enfermos y que todos serían vendidos en Libreville, la capital de Gabón.

Había, por tanto, una fuente seria y un tema de gran envergadura: esclavitud infantil en el siglo XXI.

El periódico dedicó al asunto una columna el pasado domingo día 15, media el día 16 y decidió ocupar íntegramente su página 3 del pasado martes 17 con un sumario muy destacado en primera página. El miércoles 18 tuvo el mismo tratamiento en la sección de Internacional, pero mucho más relieve en primera página: con una fotografía a tres columnas se ofreció un titular lleno de precauciones: 'Nadie sabe dónde están los niños del barco de la vergüenza'.

En un pie de foto amplio se decía que el barco había llegado a Benin, pero sin nada sospechoso en su interior, y en la información de la página 3 se hablaba abiertamente de que 'la alarma internacional' provocada por la noticia 'acabó ayer en un fiasco'.

Con notable habilidad, los redactores de la sección añadieron de inmediato que tal fiasco, 'sin embargo, ha destapado un fenómeno sórdido y muy real', y se apoyaban en una declaración de Unicef en la que explicaba que el tráfico de niños es una práctica común en el golfo de Guinea, aunque 'las especulaciones sobre el Etireno no se confirmaron'.

Por fin, el jueves día 19 se publicó una información con título entre interrogantes: '¿Qué pasó en el barco africano?', en la que Unicef aclaraba que fue el Gobierno de Benin el que alertó sobre la presencia del barco, y además se deslizaban dudas razonables sobre el auténtico destino de los niños que transportaba el barco, de los que en principio se dijo que estaban acompañdos por sus padres pero finalmente tuvieron que ser recogidos por una ONG.

El Estatuto del Defensor tiene previsto que en esta columna, además de responder a quejas de los lectores, se pueda explicar 'cómo se han elaborado las noticias y por qué se tomaron determinadas decisiones'. El caso del barco parece lo suficientemente importante como para ofrecer una explicación que trate de aclarar el fiasco a los lectores.

Indefensos ante la lejanía

Juan Carlos Sanz, jefe de información en la seción de Internacional, afirma que se trata de un asunto en el que la lejanía de los acontecimientos produce la indefensión de los periódicos.

Toda la prensa europea se hizo eco de la noticia. Pero se trata de la costa occidental africana y de un país, Benin, donde la presencia de un corresponsal permanente de medios occidentales es más que improbable.

Las agencias internacionales se hicieron eco de la noticia, avalada nada menos que por Unicef, y, si a ello se añade -y la explicación no es baladí- que todo acontece durante un largo puente de Semana Santa, todavía se agrava más la ausencia de cautelas.

No es la primera vez que grandes noticias internacionales resultan fiascos. En diciembre de 1989, por ejemplo, días antes de la caída de Ceaucescu en Rumania, toda la prensa internacional aseguró que las fuerzas de seguridad de aquel país habían asesinado a 70.000 personas.

Poco después hubo que rectificar y aclarar que, en realidad, fueron unos centenares. La desmesura pudo advertirse desde el principio, pero no se hizo. La fotografía del cormorán muerto envuelto en petróleo, durante la guerra del Golfo, es otro ejemplo más reciente de fiasco informativo internacional.

Es cierto que el asunto del barco -llegue o no a comprobarse alguna vez- ha servido para alertar al mundo de la realidad esclavista en el golfo de Guinea. Pero aquí sí que el fin no puede justificar los medios, porque, con ese razonamiento, los periódicos podrían publicar a diario extraordinarios sucesos.

En esta ocasión, la distancia, a pesar de tantas apelaciones a la globalización, ha hecho que los lectores hayan seguido durante cinco días una supuesta noticia que al final ha quedado, como mínimo, envuelta en la bruma de lo indemostrable.

Cuidado con el Estado

Luis Puig, un lector atento que con frecuencia denuncia pifias ante el Defensor, llama la atención sobre un titular de EL PAÍS Madrid: 'Los alumnos madrileños serán, con 181 días de clase al año, los más estudiosos del Estado'. Y Puig pregunta: '¿No le parece que habría sido mejor decir los más estudiosos de España?'.

Sin duda. El prurito de ciertos nacionalistas para evitar a toda costa la denominación de nuestro país se ha colado como una plaga y lleva a utilizar el término con gran imprecisión.

Estado es, ante todo, un concepto jurídico de genial y complejo origen que tiene pleno sentido para referirse a las relaciones internacionales entre distintos Estados.

De puertas adentro, el Estado tiene muchas cosas, pero se le atribuyen con mala intención o con descuido atributos disparatados. En algún medio se puede leer u oír, por ejemplo, que lloverá en todo el Estado, cuando lo razonable es que llueva en todo el territorio del Estado.

Atribuirle al Estado alumnos estudiosos es, sin duda, una desmesura.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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