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El poeta Francisco Brines entra en la Academia

El poeta considera el nombramiento como 'un homenaje a la generación de los cincuenta'

Amelia Castilla

Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) recibió ayer, en la casa de su infancia, rodeado de naranjos, la noticia sobre su elección como miembro de la Real Academia Española, donde ocupará el sillón X, vacante desde el fallecimiento de Antonio Buero Vallejo. Desde su posición de poeta, el autor de Las brasas, que fue presentado por Francisco Nieva, Ángel González y Antonio Colino, calificó su elección 'como una distinción y un homenaje a la generación de los cincuenta'. Brines resultó elegido en segunda votación con el respaldo de dos tercios de los académicos presentes. 'La poesía de Paco Brines está en el canon de la poesía española contemporánea', dijo el director de Academia, Víctor García de la Concha.

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Tras felicitar telefónicamente al nuevo académico, García de la Concha destacó la labor literaria de Brines, pero recordó su faceta como lector de español en la Universidad de Cambridge y de profesor de español en la de Oxford. En el mismo sentido valoró la elección Domingo Ynduráin, secretario de la Academia. 'Una de las razones por las que ha sido elegido es por su labor poética, pero su trabajo como profesor de español, por lo que representa de análisis de la literatura y de la lengua, nos será muy útil en la Academia. Esto no es un premio, sino un lugar de trabajo'. También se mostraron pletóricos al concluir las votaciones el poeta Carlos Bousoño y el dramaturgo Francisco Nieva, muy amigos de Brines. 'Es un grandísimo poeta que se merece el sillón', dijo Nieva, mientras que Bousoño destacó su intensidad y su profundidad poética.

Brines, que ayer se mostraba muy tranquilo poco antes de iniciarse las votaciones de los académicos, fue avalado por Francisco Nieva, Ángel González y Antonio Colino. Previamente a las votaciones se celebró un homenaje al académico Rafael Alvarado, fallecido el pasado día 9 de un ataque el corazón.

Brines llega a la Academia con 'buena voluntad' y algo de inquietud por no saber si estará 'a la altura de las circustancias'. Superado ese gesto de humildad, el poeta, que cuenta con el Premio Nacional de las Letras (1999), el de la Crítica (1966) y el Nacional de Poesía (1987), sostiene que los creadores son los que dan a la lengua mayor intensidad y experimentación. 'El lenguaje no es algo que esté petrificado, es como la extensión del mar, que tiene brillos y olas y está en constante movimiento. La tarea del narrador pasa por reflejar la movilidad del idioma en comunicación directa con los ciudadanos'.

Brines cerró hace dos años su casa de Madrid. El poeta ha vuelto a Oliva, la localidad valenciana donde pasó los veranos de su infancia y donde escribió Las brasas, su primer poemario, publicado en 1959, con el que ganó el Premio Adonais. Tras su elección para ocupar el sillón X de la Academia, el escritor tendrá que cambiar su proyecto actual de vida, con vistas al mar, rodeado de naranajos y arrullado por el canto de los pájaros, para asistir a los plenos de la Academia.

Como miembro de la generación de los cincuenta, en la que se incluyen escritores como Gil de Biedma, José Ángel Valente, Claudio Rodríguez y Ángel González, Brines considera su elección como un homenaje a un grupo con unas voces muy diferenciadas. La generación del medio siglo ha contado con la estimación de los lectores de poesía, pero ha sido 'dolorosamente castigada y prematuramente desaparecida en algunos casos'. El respeto de que goza este grupo por parte de la crítica y del público es comparable, en su opinión, con el de la generación del 27. 'La cercanía de las generaciones se produce cuando se forman, que es cuando tienen más puntos comunes que los afirman como grupo, pero después cada uno se decanta por una voz diferente'.

Introspección

Brines pertenece al jurado del Premio Loewe de Poesía desde su fundación, lo que le ha proporcionado un conocimiento de primera mano de la creación poética en español, a la que define como increíblemente variada. 'Hay una determinada clase de poesía que la ejecuta más gente, pero incluso en la generación de posguerra se escribía poesía social, garcilasista, existencialista, religiosa y esteticista'. La idea de Brines es que en estos momentos la atención mayor de los poetas jóvenes (los que rondan los cuarenta años) se centra en una poesía de desvelamiento e intronspección. Pese a la supervivencia de las distintas tendencias, el autor de Palabras en la oscuridad cree que la poesía del siglo XXI no será muy diferente. 'Mientras el hombre sea como es, gozará, sufrirá y necesitará de la expresión del arte', dice Brines. 'Si miramos atrás no enconramos grandes diferencias con los ciudadanos de la Atenas de Pericles, los mismos deseos, las mismas insatisfacciones, idéntica necesidad de conocimiento. Los poetas llevamos siglos hablando de lo mismo'.

Francisco Brines, ayer, en su casa de Oliva (Valencia).
Francisco Brines, ayer, en su casa de Oliva (Valencia).JORDI VICENT

El baile de las votaciones

Fue visto y no visto. Los 27 académicos que ayer acudieron al pleno de la Real Academia Española para votar la candidatura de Francisco Brines no necesitaron ni 20 minutos para elegirlo. Es muy difícil que cualquier candidato resulte elegido en primera votación, porque hace falta contar con el apoyo de los dos tercios de los académicos, tanto de los presentes en la sesión como de los ausentes que hayan emitido su voto por correo. Brines no fue una excepción, y salió elegido en la segunda con el respaldo de dos tercios de los votantes presentes.

La Academia tiene tres sillones vacantes en estos momentos, el de Rafael Lapesa, el de José García Nieto y el de Rafael Alvarado, que podrían ser cubiertos en el futuro por un lingüista, un filólogo y un científico, según vaticinó ayer el director de la Academia, Víctor García de la Concha. También hay otros académicos electos que tienen pendiente pronunciar su discurso de ingreso en la Academia. Luis Mateo Díez y José Hierro tendrán listo su discurso antes del verano, pero quedan pendientes los de la historiadora Carmen Iglesias y el lingüista Guillermo Rojo.

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