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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Enfriamiento e inflación

Si todas las economías del área euro registraran aumentos de precios como la española, pocas explicaciones tendría que haber dado el presidente del Banco Central Europeo (BCE) para justificar la decisión adoptada ayer de no reducir los tipos de interés. Casi todos los países mantienen una tasa de inflación que reduce su ritmo de crecimiento, acusando el enfriamiento mundial tras el frenazo estadounidense desde finales del pasado año. Todas las previsiones de crecimiento se están revisando a la baja; la OCDE, la última. Por eso, el BCE no debería haber dejado para finales de abril lo que podría haber hecho ayer.

Al Gobierno español, por su parte, se le ha agotado hace tiempo el repertorio de excusas con el que justificar el ascenso del índice de precios al consumo, un 0,4% en marzo, lo que sitúa la tasa interanual en el 3,9%. Ya no cabe atribuir el repunte al precio de la energía. Son los restantes componentes del índice los que han contribuido a ese distanciamiento de cualquiera de las referencias que se asuma como objetivo y, por ende, al grave deterioro de la credibilidad gubernamental.

Las tensiones en los precios españoles, además, se simultanean con la desaceleración de la demanda interna y nos aproximan al peor de los cuadros: estancamiento con inflación. La mejora de las condiciones de oferta de nuestra economía y del funcionamiento de muchos de nuestros mercados es lo que puede garantizar que la inflación española no duplique la de sus principales socios. Lo demás es echar balones fuera, peligrosamente: a costa del buen sentido que hasta ahora ha presidido la actuación de los sindicatos y de algunos empresarios.

La inactividad del Ejecutivo en la lucha contra la inflación no le impide al ministro de Economía reclamar del BCE el mantenimiento de los tipos. Infringe así una pauta elemental de conducta, la intromisión en un órgano independiente, y comete un error de bulto. No es razonable pedir al BCE que haga el trabajo que no sabemos o no queremos hacer nosotros.

Para el conjunto de Europa, la espera del BCE para bajar los tipos de interés, en la medida en que aumenta las probabilidades de contaminación del enfriamiento estadounidense, supone un riesgo innecesario. Pero tampoco podía resultar efectiva la campaña de presión pública y mediática para que el BCE rebajara los tipos. Ante un mayor silencio, el BCE podría haber actuado con autonomía y rebajado los tipos. Para preservar esta esencial autonomía se ha visto obligado a retrasar lo que es una necesaria decisión, que, sin duda, llegará.

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