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Reportaje:

El Ejército recupera un papel político en Marruecos

Un grupo de generales desempeña un creciente papel en el funcionamiento del país

Ahmed Zaruf, un coronel de la Gendarmería marroquí, quiso colgar el uniforme en noviembre de 1997 y presentarse a las elecciones generales como candidato de un partido de izquierdas por una circunscripción de Taunat (noreste del país). Los hombres del entonces todopoderoso ministro del Interior maniobraron hasta la saciedad para impedir que resultase elegido pese a los recursos que presentó.

Dos años después, en octubre de 1999, el poder de Basri empezó a tambalearse porque no gozaba de la confianza del nuevo rey, que había nombrado a un militar, el coronel Hamidu Laanigri, al frente de la DST, el servicio secreto interno más poderoso del país, dirigido hasta entonces por un civil. Una tarde, los agentes de la DST rodearon el Ministerio del Interior y se ensañaron cacheando a todos aquellos que habían obstaculizado la elección de Zaruf. Al mes siguiente Basri fue destituido. Desde entonces, los militares han ido acrecentando su peso en la política marroquí.

La información reservada que recibe el rey y su seguridad están en manos de los militares
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Civiles bajo vigilancia

Hassan II, que falleció en julio de 1999, desconfiaba del Ejército. No en balde, los militares habían protagonizado dos intentonas golpistas, en 1971 y 1972. Cuando se adueñó del Sáhara Occidental, en 1975, el soberano otorgó a sus fuerzas en el sur un mayor papel, pero el Ejército marroquí seguía siendo un caso atípico. Prueba de ello es que carece de ministro de Defensa, de jefe de Estado Mayor, sus municiones están todas -excepto en el Sáhara- en depósitos custodiados por la gendarmería y hasta hace poco no desfilaba ni hacía maniobras. 'En tiempos de Hassan, los militares vivían permanentemente bajo sospecha', recuerda un ministro, 'ahora están siendo rehabilitados'.

Con más de 348.000 hombres en un país de 30 millones de habitantes, las Fuerzas Armadas marroquíes son numerosas sobre el papel, pero no están bien entrenadas ni equipadas. Poseen, según el Military Balance, 644 carros de combate, 89 aviones cazabombarderos y tan sólo 24 helicópteros de ataque.

El nuevo rey sorprendió, por primera vez, el mismo día en que murió su padre, el 23 de julio de 1999. La jerarquía castrense participó en la Beia, ceremonia tradicional de proclamación de fidelidad al sultán, en la que no había tomado parte hasta entonces.

Con el nombramiento, en septiembre de 1999, de un coronel como director de la DST y el mantenimiento del general Abdelhak Kadiri al frente del espionaje exterior, la información reservada que se suministra al monarca queda exclusivamente en manos de militares. Otro tanto sucede con la custodia del rey. Tras la caída en desgracia de Haj Mediuri, jefe de la seguridad real, la gendarmería, a las órdenes del general Hosni Bensliman, pasó a hacerse cargo de la protección de palacio.

La presencia reforzada de los jerarcas militares en el entorno de Mohamed VI contribuye a sacar de la sombra al estamento militar. En agosto pasado, por ejemplo, el rey asistió en Errachidia a las primeras grandes maniobras con fuego real que se llevan a cabo desde hace más de 30 años. Ese mismo mes ascendió a numerosos oficiales y creó incluso un nuevo grado, el de general del Ejército.

Este año, los emolumentos de los militares han experimentado una subida generosa, especialmente los de los soldados, que desde enero cobran el salario mínimo, según la consultoría marroquí Uplines Securities.

Los militares tienden, además, a ocupar el vacío de poder dejado por Basri, que dirigió con mano de hierro el Ministerio del Interior durante 20 años y cuya influencia alcanzaba otras áreas, como la económica.

Unas imágenes de televisión, rodadas en agosto en el palacio Marshan de Tánger, pusieron de manifiesto el nuevo protagonismo de los jerarcas castrenses. La plana mayor del generalato aparecía reunida con el rey, su jefe de gabinete, Mohamed Rochdi Chraibi, y su asesor Mohamed Fadel Benyaich. Pasaron revista, según la información televisiva, a la situación en el Sáhara y a otros asuntos como las inversiones extranjeras en el reino. Este sanedrín real se reúne desde entonces con regularidad.

Cuando todavía tomaba iniciativas casi a diario, Mohamed VI anunció en septiembre de 1999 que el Consejo Real Consultivo del Sáhara sería elegido por sufragio universal. Respondía así al descontento social manifestado por los saharauis. Dieciocho meses después, el Consejo sigue nombrado a dedo.

En El Aaiún, el Ejército del Sáhara, que dirige el general Abdelaziz Bennani, gestiona la región codo a codo con los civiles. 'La elección del Consejo hubiese relegado a los militares, y es de suponer que se resisten a ello', afirma un diplomático.

Poco después de aquel anuncio, el monarca barajó hacer un gesto en pro de la reconciliación con las víctimas de la represión política, reagrupadas en el Foro de la Justicia y de la Verdad. A través de uno de sus hombres de confianza, el secretario de Estado de Interior, Fuad Ali Himma, sugirió al foro asistir en persona al primer entierro de alguno de los desaparecidos de los años de plomo cuando sus restos mortales fueran entregados a sus familiares. Desde entonces, estas buenas intenciones se han esfumado, según un miembro del foro.

La gota de agua que hizo perder la paciencia a los jerarcas militares fue precisamente la publicación, en noviembre, por la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), de un comunicado pidiendo que se investiguen las responsabilidades de 14 altos cargos de las fuerzas de seguridad supuestamente involucrados en la desaparición de 112 opositores políticos, según la cifra oficial; más de 600, según las ONG de derechos humanos.

Semanarios prohibidos

Por, entre otros motivos, haber recogido ese comunicado, tres semanarios -Le Journal, Assahifa y Demain- fueron prohibidos en diciembre por el primer ministro, Abderramán Yussufi. Su decisión fue instigada por algunos de los generales atacados por la AMDH, temerosos no sólo de ser apartados del poder, sino de acabar procesados como el general chileno Augusto Pinochet.

Los frecuentes viajes privados del monarca -ahora está esquiando en Courchevelles (Francia)- amplían el margen de maniobra de sus subordinados militares. Hace cinco meses, la DST detuvo, por ejemplo, a un equipo de la televisión pública francesa FR3 que cubría la peregrinación a Tazmamart de los 28 oficiales golpistas que salieron con vida del penal al que les mandó Hassan II. Hubo que esperar al regreso de Mohamed VI a Marruecos para que, a los tres días de la detención, los periodistas franceses recuperasen su libertad de movimientos.

Soldados y oficiales marroquíes liberados por el Frente Polisario en el sur de Argelia, en febrero de 2000.
Soldados y oficiales marroquíes liberados por el Frente Polisario en el sur de Argelia, en febrero de 2000.AP

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