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Columna
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Quebrar su esperanza

Hay esperanzas que hay que truncar cuanto antes para que no alimenten a más monstruos de los que ya se nutren de las mismas. En Macedonia hay que frustrar para siempre la ilusoria ambición de ciertos grupos nacionalistas albaneses de romper el Estado existente. Lo tiene que hacer la OTAN ayudando a las fuerzas de seguridad y al Ejército de Skopje, pero sobre todo con su propia presencia en la frontera, ejerciendo la fuerza e intimidación necesarias y acabando con una pasividad que se debe al pánico de sus mandos y Gobiernos a asumir siquiera la posibilidad de alguna baja. Si los Gobiernos occidentales siguen sin fijarse otra prioridad que evitar un enfrentamiento armado sobre el terreno -como ha sido el caso durante diez años de conflicto en los Balcanes-, estamos ante una seria posibilidad del rebrote general de la guerra.

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Es cierto que causar alguna víctima a la soldadesca mafiosa albanesa que se ha encaramado a los montes en torno a Tetovo no facilitará la labor de las fuerzas de la Kfor en Kosovo. Pero tampoco parece una opción entusiasmante para la mayor alianza militar del mundo el convertirse definitivamente en el pito del sereno ante unos grupos cuyos objetivos son mucho más la expansión de las redes de influencia e intereses perversos de ciertos clanes y bandas en Kosovo y Albania que la igualdad de derechos de los albaneses con los macedonios eslavos en la propia Macedonia. Y todo retraso en ello sólo puede producir mayor tensión entre las comunidades albanesa y macedonia y liquidar los esfuerzos reales de los demócratas de ambos pueblos en esta República por convertirla en un Estado de ciudadanos.

Que existe desconfianza e incluso hostilidad entre grupos de ambas comunidades es cierto. Pero también lo es que la mayoría en las dos partes sabe que su Estado sólo es viable en un futuro común, y que la alternativa es la catástrofe. Hay sectores de la juventud albanesa de Kosovo con seguidores en Macedonia que sólo se creen capaces de vivir y medrar en la catástrofe permanente. Son fruto de una década en la que la enorme base de la columna demográfica albanesa sólo pudo alimentarse de odio y de un Estado sin otra ley que la opresión y el bandidaje bajo el apartheid de la satrapía de Slobodan Milosevic.

La UE y la OTAN parecen conscientes esta vez de lo que sucede, y la respuesta ha sido rápida. Pero tiene que ser también contundente antes de que se dinamite definitivamente la convivencia en Macedonia. Y las fuerzas occidentales no pueden delegar esta labor. La irresponsable decisión de dejar al Ejército serbio entrar en el corredor de seguridad de Presevo para que haga lo que la Kfor no quiere hacer para evitarse cualquier percance puede ser popular entre las madres de los soldados occidentales; pero, si los soldados no están allí para hacer ese trabajo y asumir unos riesgos razonables, que desplieguen unas ONG: tendríamos pronto la guerra asegurada.

La Kfor y Macedonia tienen la fuerza necesaria para quebrar la esperanza de quienes quieren vivir continuamente de la guerra y el bandidaje. Gentes así las ha habido siempre en los Balcanes. Arriba, en las lomas de Tetovo, tenemos a lo peor de ciertos clanes y mafias y a algunos engañados. Con contundencia por parte de la OTAN, bajarán los engañados y huirán los demás.

En esto sí que se puede establecer un paralelismo entre una situación allende las fronteras de España y la existente en Euskadi, un paralelismo mucho más razonable que las grotescas comparaciones entre el País Vasco e Irlanda o Palestina, que insultan a toda inteligencia. Quebrar la esperanza de quienes quieren quebrar el Estado es una necesidad y un deber para todos los que creen en una vida de dignidad, pluralidad, democracia y respeto. Allí y aquí.

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