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1.215 kilómetros de alto riesgo

Portugal es el mayor foco de 'vacas locas' de Europa continental ante la indiferencia española

Luis Gómez

El grupo socialista en el Parlamento gallego preguntaba al Gobierno de Fraga en octubre de 1998 por las medidas adoptadas ante la proliferación de casos de vacas locas en Portugal y el cierre de su frontera para la importación de vacuno. La respuesta se hizo esperar: cuatro meses después, la Consejería de Agricultura respondía que se 'había puesto en funcionamiento una red de alerta' y que por las zonas veterinarias se había informado de que 'no se detectaron en el mercado' productos procedentes de Portugal. Portugal, con 503 casos hasta la fecha, se ha convertido en el mayor foco epidémico de la Europa continental, un país de alto riesgo, según Bruselas. Y toda su frontera, 1.215 kilómetros de norte a sur, linda con España.

Algunas noticias contradecían las palabras de la Xunta. Cerca de Xinzo de Limia (Ourense), la Guardia Civil detectó en noviembre de 1998 una partida de 85 vacas portuguesas sin identificar prestas a ser sacrificadas en el matadero local para su consumo; en la investigación se encontraron decenas de crotales (tarjeta de identificación veterinaria que se grapa en la oreja de una res) españoles dispuestos a camuflar estas y otras vacas. En Porriño (Pontevedra), la denuncia de un veterinario al observar dos reses con irregularidades en sus crotales llevaba a la Guardia Civil a concluir que procedían de Portugal y, en un posterior registro, a hallar hasta 300 crotales en el domicilio de un ciudadano español. Lo malo es que este descubrimiento se produjo el 30 de octubre de 2000, dos años después de estar en vigor el embargo fronterizo. Fuentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) hacen un prolijo relato de incidencias: año 1996, un camión en Salvatierra (Pontevedra) con dos vacas portuguesas; Ciudad Rodrigo (Salamanca), un camión con 14 vacas portuguesas en mal estado destinadas a una finca. Año 1997, Lobios (Ourense), un camión con 24 vacas. Año 1998, Coles (Ourense), cinco vacas; 35 vacas en otra operación en la misma localidad, 3 en Loubeira (Ourense), 18 en Veia (Ourense). En el año 2000, la Guardia Civil encontró 17 terneros portugueses con crotales falsos y 40 crotales de reses ya sacrificadas en el domicilio del propietario. En mayo otra res y varios crotales para su uso en Tuy, otra en Porriño, una nueva en Salvatierra. En noviembre, en Ponteareas, dos reses, pero también 63 crotales españoles, 76 de países comunitarios, 8 pasaportes de animales, 4 tenazas, 2 sellos y un troquel.

Y así hasta hace dos semanas. El último episodio es bien reciente: el pasado 12 de enero, la Guardia Civil encontraba en Porriño (Pontevedra) una res de Portugal con falsos crotales y detenía a su propietario. La existencia de un tráfico entre Portugal y España es tan evidente que un ganadero gallego muestra unas cartas de saneamiento de su explotación, en la que se puede observar cómo de un año a otro una vaca con el mismo crotal ha cambiado de raza, señal inequívoca de que se ha producido un cambio que los inspectores no han detectado en su propia documentación.

Durante seis años, las autoridades han manifestado con rotundidad que España estaba protegida del mal de las vacas locas a pesar de que los casos positivos superaban el centenar anual en Portugal y, más tarde, Francia comenzaba a sufrir sus primeros casos. España se oponía a seguir las medidas que recomendaba la Unión Europea. ¿Era lógico pensar que los males de nuestros vecinos no nos afectarían? ¿Se puede afirmar que dejó de producirse el habitual comercio de ganado entre España y Portugal por una simple orden firmada desde Bruselas?

La raya tiene 1.215 kilómetros de extensión. Así se le llama a la frontera entre Portugal y España, un extenso territorio donde la buena vecindad se manifestó durante siglos en el comercio del contrabando que practicaron cuantos estaban a uno y otro lado de esa línea geográficamente imperceptible. Los españoles compraban café y bacalao; los portugueses, artículos de droguería y, por ejemplo, arroz. Así fue hasta que el Tratado de Schengen convirtió la raya en un vestigio del pasado. Pero las costumbres se mantuvieron: cada cual compraba del otro lado lo que le resultaba más barato; por ejemplo, los españoles cargando sus depósitos de combustible durante el pasado año o adquiriendo vacas hasta hace unas fechas, sin importar demasiado el número de casos de reses afectadas por el mal de las vacas locas, que convirtieron a Portugal en un país de alto riesgo. En septiembre de 1998, la Unión Europea cerró la frontera con Portugal a efectos de ganado vacuno. Reaparecía la raya y, con la frontera, los hábitos del pasado y el comercio clandestino.

Para entonces, esa raya era un lugar cada vez más imaginario. Los mataderos españoles sacrificaban ganado portugués (lo siguen haciendo, por ejemplo, con las ovejas y los cabritos). Numerosos ganaderos extremeños compraron tierras en Portugal para el pasto de sus vacas, 'porque disfrutaban de mejores ayudas y ventajas fiscales', reconoce Guillermo González, consejero de Sanidad y Consumo de la Junta de Extremadura. Numerosos ganaderos de Extremadura, Salamanca y Galicia reconocieron que compraron en muchas ocasiones pienso en Portugal, porque era más económico. 'El saco llegó a estar 600 pesetas más barato', recuerda un tratante gallego.

Portugal ha sufrido seis inspecciones veterinarias de expertos comunitarios. Algunas de las inspecciones denunciaban dificultades en los controles de carreteras con España. Eran una evidencia los casos de contaminación cruzada con harinas animales, así como la imposibilidad de precisar la distribución que se hacía de tales harinas. Distribuidores portugueses comerciaban con estas harinas en España, según reconocen ganaderos de Extremadura, Castilla y León y Galicia.

Paco es un ganadero de Alburquerque (Badajoz), población fronteriza con Portugal. Compró hace años una finca en Portugal y tiene arrendadas unas tierras en España con la idea de trasladar su ganado de un lugar a otro. Ahora no debe hacerlo con las vacas, aunque sí puede traspasar esa línea con sus ovejas. En Extremadura, la llegada de la prohibición parece que fue tomada muy en serio, pero no por el asunto de las vacas. Un brote de peste porcina en Portugal alertó a los ganaderos, que cerraron filas para impedir que esta enfermedad volviera a aparecer en sus tierras. Por otro lado, la región portuguesa colindante con Extremadura es el Alentejo, donde apenas se dieron casos positivos. 'Nosotros estamos más preocupados con las importaciones de vacas francesas que con el caso portugués, porque han sido mucho más numerosas', reconoce Ignacio Huertas, del sindicato Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). 'Se daban casos, pero no me parece que fueran muy numerosos. Había compradores portugueses que pasaban las vacas a España para cobrar aquí las primas'.

'Vista la situación, era improbable que nosotros no tuviéramos problemas', dice Francisco Sineiro, diputado socialista y ex consejero de Agricultura de la Xunta. 'Posiblemente, entre lo que dice la Xunta y lo que dicen los tratantes, yo me quedaría en el punto medio. Es evidente que ha habido un comercio fronterizo, ayudado por las nuevas tecnologías, porque utilizaban gente que iba por delante en la carretera con unos teléfonos móviles para avisar de la presencia de la Guardia Civil, pero no creo que haya sido el único factor. Hay que tener en cuenta que el registro de bovinos sólo está adecuadamente informatizado desde hace un año'. Los fallos informáticos son evidentes: un ganadero muestra cómo el animal correspondiente a un mismo número de crotal ha cambiado de raza, frisona por cruce, de un año para otro, sin que nadie se haya percatado.

En numerosos pueblos, las vacas portuguesas pastan en España, y viceversa. La frontera es un vestigio del pasado. Queda todavía la huella de algunos senderos utilizados por los contrabandistas y, desde luego, la sucesión interminable de mojones numerados que indicaban dónde terminaba España y comenzaba Portugal, aquí llamados marcos. Es curioso: el rigor del administrador permitió que esa numeración sirviera para que los contrabandistas pudieran precisar sus citas nocturnas: 'A las once de la noche en el marco 114', acordaban. Balda (España) y Vilarelho (Portugal) están pegados calle con calle, portugueses y españoles se mezclan en los bares. La raya dejó de existir a todos los efectos.

En Sampaio (Ourense) ya no hay comercio de vacas con Portugal, simplemente porque apenas quedan. Mientras los ganaderos portugueses rejuvenecen, sus colegas españoles envejecen y van abandonando sus explotaciones. Donde antes contaban al menos 300 cabezas, hoy apenas subsiste media docena. En el bar, refugiados de la lluvia, es fácil despertar entre los vecinos la memoria de aquellos años de contrabando. En el exterior, por sus empinadas calles, camina una vaca. De pronto, cabecea. Su dueño advierte a los visitantes: 'Tranquilos, es portuguesa, pero es calmada'.

Un comercio sin precauciones

Donde nadie oculta la evidencia de un comercio con escasas precauciones es en Galicia. Un ganadero de Verín reconoce que al menos la mitad de su explotación está formada por vacas portuguesas. 'Sabíamos que había problemas en Portugal, pero la gente de allí se lo tomó con mucha tranquilidad y nosotros tampoco entendíamos muy bien el problema. Ellos nunca dejaron de consumir carne. Comprarles vacas y pasarlas por españolas ha sido siempre muy fácil. Todo dependía de si el tratante tenía amigos veterinarios. Les cambiábamos los crotales sin problemas o decíamos que se nos habían perdido. Si comprábamos terneros jóvenes los dábamos de alta sin dificultad porque lo habitual era que los de Extensión Agraria no vinieran a verlos. Desde lo de la vaca loca de Carballedo hay más riesgos'. Los ganaderos gallegos tienen en buena estima a sus colegas portugueses. 'Han conseguido hacer muchas más cosas con las ayudas europeas. Han tenido en los últimos años muchos menos problemas con enfermedades como la brucelosis o la tuberculosis. Además, están consiguiendo rejuvenecer el campo, tienen salas de ordeño colectivas en muchos pueblos. Funcionan mejor', cuenta un ganadero de Verín.

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