_
_
_
_
RELEVO EN LA CASA BLANCA

Bush promete menos impuestos y más defensa

El nuevo presidente comienza su mandato derogando las últimas medidas de su antecesor

Los ocho años de Bill Clinton y las elecciones norteamericanas más disputadas de todos los tiempos terminaron ayer cuando el republicano George W. Bush tomó posesión como 43 presidente de EE UU. Bush arrancó con un llamamiento a la reconciliación nacional. 'Esta es mi promesa solemne: trabajaré para construir una única nación de justicia y oportunidades', dijo en su primer discurso presidencial. Luego cifró sus objetivos políticos en el recorte de los impuestos, la reforma del sistema de pensiones y el refuerzo militar. Y afirmó que EE UU no piensa encerrarse en el aislacionismo.

Tras jurar sobre la Biblia delante de William Rehnquist, el presidente del Tribunal Supremo que al ordenar el fin de los recuentos de votos en Florida ratificó su victoria, Bush pronunció desde la colina del Capitolio un discurso de 15 minutos de duración. Su única alusión al resto del mundo fue para reafirmar el internacionalismo norteamericano. 'EE UU', dijo, 'sigue comprometido con el resto del mundo, modelando un balance de poder que favorezca la libertad. Defenderemos a nuestros aliados y nuestros intereses. Mostraremos determinación sin arrogancia. Nos enfrentaremos a las agresiones y a la mala fe con resolución y fuerza'.

Más información
Bush asume la presidencia con una llamada a la reconciliación nacional
Primeras protestas contra una toma de posesión desde 1973

Escuchaban de cerca sus palabras el presidente y vicepresidente salientes, Bill Clinton y Al Gore. Bush, de 54 años de edad, agradeció a Clinton su trabajo en la Casa Blanca y a Gore 'haber librado con vigor su campaña electoral y haberla terminado con elegancia'. También se sentaban en el podio los ex presidentes Jimmy Carter y George Bush. La ceremonia convertía a este último en el segundo presidente de EE UU padre de otro presidente.

El nombre de John Quincy Adams, que ocupó la Casa Blanca entre 1825 y 1829 y que era hijo de John Adams, titular del cargo entre 1797 y 1801, estaba ayer en los labios de mucha gente en Washington. Y no sólo por el paralelismo de su caso con el del segundo Bush, sino porque siguió en política tras dejar la presidencia y ocupó un escaño en el Congreso. En varias ocasiones Clinton ha declarado que sus ex presidentes favoritos son Carter, por su activismo internacional, y Adams, por seguir en la brecha nacional.

Mientras Bush se estrenaba firmando una moratoria sobre las últimas decisiones de su predecesor -incluidas la preservación de un tercio de los bosques del país y nuevas directrices sobre el sistema público de asistencia médica a los jubilados-, Clinton tomaba en la base aérea de Andrews el avión que le llevaría Nueva York. Pronunció allí unas palabras de despedida y ante los carteles que decían 'No te vayas', afirmó: 'Todavía sigo aquí'. Luego precisó: 'No es necesario ocupar puestos de Gobierno o de poder para hacer avanzar tus causas'. Quedó claro que el líder indiscutible del Partido Demócrata piensa seguir en activo.Clinton, a sus 54 años el ex presidente más joven desde Teddy Roosevelt en 1909, dejó Washington sin haber arreglado Oriente Próximo, el gran objetivo del tramo final de su estancia en la Casa Blanca. Pero el día anterior había conseguido cerrar el caso Lewinsky con el reconocimiento de que prestó bajo falso testimonio, y ayer mismo otorgó perdones presidenciales a varios amigos. Entre ellos, su hermano Roger Clinton, condenado por drogas, su amiga Susan McDougal, condenada por el caso Whitewater, y su ex secretario de Vivienda Henry Cisneros, condenado por mentir bajo juramento al FBI. También perdonó a Patty Hearst, la millonaria convertida en revolucionaria tras su secuestro en los setenta.

Pero Bush ocupa desde ayer la Casa Blanca y el resto es nostalgia. En su primer discurso, el hasta ahora gobernador de Tejas expresó su preocupación por la desaceleración de la economía norteamericana. 'Si permitimos que nuestra economía decaiga, los débiles sufrirán más', dijo. Eso le permitió insistir en el que va a ser su gran caballo de batalla. 'Reduciremos los impuestos', señaló, 'para recuperar el vigor de la economía'.

Consciente de la estrechez de su victoria y de la amargura que reina entre los votantes de Gore, el hombre que no ganó la Casa Blanca pese a sacar una ventaja de medio millón de votos, Bush hizo de la unidad el gran tema de su primer mensaje. Y, en línea con su conservadurismo con compasión, lo aderezó con llamamientos a la necesidad de ayudar a los más débiles. Aunque precisó que 'la solidaridad no es tarea exclusiva del Gobierno, sino de toda la nación', y añadió que las iglesias, las sinagogas y las mezquitas deben desempeñar un gran papel. En un clima desapacible, la toma de posesión de Bush, como la de todos sus predecesores, estuvo cargada de alusiones a Dios y parafernalia patriótica. Bush aprovechó la ocasión para declarar oficialmente hoy domingo como 'día nacional de oración y acción de gracias' para celebrar el pacífico traspaso del poder.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_