Fernando Marías define la obra ganadora del Nadal de 'novela de aventuras clásicas'

El día siguiente a la concesión del Premio Nadal, la sede de la editorial Destino es algo así como el paisaje después de la batalla. Encima de una mesa se amontonan las más de 300 obras presentadas al premio, los editores exhiben sonrisas de satisfacción y ojeras de cansancio y los ganadores de los distintos premios se reparten por los despachos atendiendo llamadas urgentes de la radio o entrevistas en directo. En uno de esos despachos, Fernando Marías insiste en que El niño de los coroneles, la obra ganadora del primer Premio Nadal del nuevo milenio, es una novela de aventuras. Lo repite varias veces, al tiempo que reivindica su relación con el cine, sus trabajos como guionista y su devoción por las novelas de Joseph Conrad y Jack London. 'La defino como novela de aventuras clásica porque ésta es la intención con la que empecé a escribirla', precisa. 'En ella hay ingredientes de intriga y de peligro, junto con dramas personales intensos ambientados en escenarios exóticos'.

El argumento de El niño de los coroneles es el siguiente: Luis Ferrer recibe el encargo de entrevistar a un guerrillero en un imaginario país de Centroamérica dominado por la dictadura de unos coroneles. La realidad del mal, de la tortura planeada con métodos científicos, se alterna en la novela con la aparición de un manuscrito que permite al lector realizar saltos atrás en el tiempo, a escenarios como el París de la Resistencia o la Alemania nazi. 'Creo que es una novela novedosa por la estructura', comenta Marías, 'y porque se alternan la primera persona, la segunda y la tercera. La aventura, sin embargo, es la base, y por eso insisto en que es una novela de aventuras en la que quiero afrontar la aparición del mal cruel inventado por los nazis'.

Fernando Marías, que tiene un muy lejano parentesco con Javier Marías, nació en Bilbao en 1958 y ha trabajado como realizador publicitario y escribiendo guiones para el cine y la televisión. Es autor de las novelas La luz prodigiosa y Esta noche moriré, además del conjunto de relatos Páginas ocultas de la historia, escrito en colaboración con Juan Bas y llevado a la televisión. 'Se insiste mucho desde que he ganado el Nadal en que soy guionista, pero es que antes ya era escritor', afirma. 'Lo que pasa es que el cine ha sido siempre para mi una gran influencia'.

Cuando comenta que su escritor preferido es Joseph Conrad, le pregunto si hay alguna relación entre su novela y Nostromo, ambientada por Conrad en un imaginario país de Centroamérica. 'Qué más quisiera yo', suspira. 'Conrad es el gran revolucionario de la novela de aventuras y en mi novela hay algunas referencias a él, pero lo suyo es una obra maestra. Jack London es el aventurero trepidante y Conrad lo sube todo de categoría'.

'El mal está siempre presente en mi novela', añade. 'Es algo que me fascina, por atroz. Es increíble el nivel de sofisticación de la tortura al que llegaron los nazis y por eso escribí mi novela pensando en esos niños manipulados por Ceausescu en Rumania. Uno de los protagonistas, Víctor Lars, es un torturador científico, muy cruel. Le he puesto el nombre de Víctor por Víctor Frankenstein, ya que en mi novela hay también un acercamiento al mito de Frankenstein, a alguien al que se le vacía el cerebro y cobra vida gracias a su creador. El niño del título se refiere a una experiencia piloto de ese plan cruel'.

De los autores actuales, Marías admira por encima de todos al norteamericano James Ellroy. 'Me enloquece', dice, 'y lo encuentro novedoso y revolucionario. Cuando sale una nueva novela suya no puedo esperar a leerla'. De los españoles, destaca un nombre por encima de todos, el de Juan Marsé.

Lola Beccaría (Ferrol, 1963), finalista del Nadal con La luna en Jorge, señala que su novela 'es la metamorfosis insólita de un piloto de líneas comerciales', pero se muestra reacia a agregar nada más porque no quiere desvelar el impacto del factor sorpresa. Sólo comenta que la novela habla de la infidelidad, de los problemas de sexo y de la opción de poner en práctica todos los sueños pendientes.