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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Aritmética por política

El ministro de Hacienda ha conseguido por fin que el Gobierno apruebe el anteproyecto de Ley de Estabilidad Presupuestaria, que encumbra el déficit cero o equilibrio presupuestario a norma básica de la política financiera del Estado. El propio Montoro explicó ayer que el objetivo de la ley es "garantizar la estabilidad presupuestaria, ya que a través de ella se alcanza un ciclo largo de crecimiento económico y de creación de empleo". Acuciado sin duda por las acusaciones de inflexibilidad política que implica imponer como norma el déficit cero, precisó que "la ley nunca ha prohibido taxativamente el déficit", que se admite en casos excepcionales y que deberán ser explicados con detalle, "como una recesión económica". El argumento del ministro no es precisamente brillante, porque las recesiones se explican por sí mismas, y es el uso de los recursos públicos lo que puede evitarlas o retrasarlas.La imposición del equilibrio presupuestario por ley, aunque el déficit cero no sea obligatorio, es una decisión, cuando menos, discutible. Unas cuentas sin déficit obligarán a los Gobiernos futuros a imponerse limitaciones con las que pueden no estar de acuerdo, salvo que paguen el coste que impondrán los mercados si se deroga la ley; consagra además un modo tecnocrático de hacer política, atento más a cuadrar contablemente las cuentas que a ofrecer opciones de gasto o de ingreso a la sociedad; obstaculiza cualquier decisión de mejorar las infraestructuras o los servicios a cambio de déficit, que es precisamente la esencia de cualquier acción política, y, por fin, invade la independencia parlamentaria de las comunidades autónomas.

Es verdad que la pertenencia a la Unión Monetaria Europea impone unas normas de disciplina financiera que es bueno respetar. Pero esas normas se expresan en términos de tendencia u horizonte, para no atar las manos de los Gobiernos que desean hacer política con el gasto en beneficio de los ciudadanos, sin que para ello sea necesario contar con superávit fiscales. Conviene recordar que este Gobierno, que hoy defiende el déficit cero como la regla de oro de su política económica, sostenía fervorosamente no hace mucho que la tarea fundamental del Ejecutivo debía ser avanzar en la convergencia real con Europa. O tal convergencia, que exige inversiones en infraestructuras y en investigación y desarrollo, ya se ha cumplido o cabe suponer que el Gobierno maneja los criterios centrales de su política económica con excesiva frivolidad.

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