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El desconsuelo de América Latina

Joaquín Estefanía

Otra operación financiera muy significativa en América Latina, protagonizada por una entidad española: el BSCH ha adquirido en subasta pública el 30% del banco brasileño Banespa, al calor de las privatizaciones de ese país (la entidad pertenecía al Estado de São Paulo). La compra ha planteado varias incógnitas que se pueden resumir en una sola: si el banco liderado por Botín y Amusátegui ha asumido demasiados riesgos; es decir, si el porcentaje adquirido de Banespa (que otorga al BSCH el 60% de los derechos políticos) es muy caro (3.550 millones de dólares, 3,6 veces el valor mínimo al que salió y un 281% más que el segundo licitador, Unibanco). La reacción inicial de la bolsa no fue buena y los inversores castigaron la capitalización del banco en una sola jornada en 600.000 millones de pesetas (casi el 7%).El BSCH se ha convertido en el tercer grupo bancario brasileño, con una cuota de mercado del 7% y 2.000 oficinas repartidas. Nada despreciable. Con la adquisición del banco brasileño -tan de Botín en las formas, desdeñando aparentemente lo que ya había decidido quedarse de forma previa- la presencia del banco español en América Latina se multiplica, habiendo invertido en la zona más de tres billones de pesetas.

La actividad del BSCH en Brasil corrobora la importancia económica de la presencia de España en América Latina. Las distintas empresas españolas han invertido en el subcontinente más de 100.000 millones de dólares, en sectores tan estratégicos como la banca, electricidad, teléfonos, aguas, aviones, etcétera. Todo ello se resaltaba en la cumbre empresarial de la Unión Europea, América Latina y el Caribe, celebrada en Madrid bajo el patrocinio de la CEOE la pasada semana. En la misma, el vicepresidente económico, Rodrigo Rato, insistió en el compromiso de la Administración española de ayudar a la estabilidad financiera de la región, tan frágil, tan volátil, como forma de ayuda al desarrollo. Rato planteó la hipótesis de establecer mecanismos similares a los acordados en 1998 con Brasil, cuando la devaluación del real devino en el tercer acto de la crisis financiera internacional (Asia, Rusia, Brasil): puesta a disposición del FMI de una línea de 800 millones de dólares para aumentar la capacidad de endeudamiento del gigante brasileño (35% de la economía total de la región); aportación especial de 1.000 millones de dólares para dar flexibilidad a la coyuntura brasileña; y habilitación de otros 3.000 millones de dólares, a disposición del FMI, para ayudar a la economía de América Latina.

Pero si esto es así, ¿por qué la realidad económica fue tan subdiaria en la Cumbre Iberoamericana de Panamá? ¿Por qué el empeño del Gobierno español en centrar dicha cumbre en el asunto del terrorismo de ETA -es decir, un asunto nuestro- cuando la coyuntura de la zona -esto es, un problema suyo- es explosiva?: Argentina, con la amenaza de la suspensión de pagos y el riesgo de la ruptura de la convertibilidad entre el dólar y el peso (Moody´s ha rebajado la calificación de la deuda argentina); México, en medio de una transición política que va a requirir una claridad económica excepcional. La zona andina, en pedazos: Ecuador iniciando el camino de la dolarización; Perú, con un presidente autoexiliado y en una crisis institucional muy grave; Colombia, al borde de dejar de ser Estado; Venezuela, con un Hugo Chavez que pretende acaparar todos los poderes; etcétera.

El ex ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, criticó esta dejación en las jornadas de The Economist, entrando en resonancia con la opinión de muchos empresarios implicados en la zona. No se puede calificar precisamente de éxito de la política exterior española la cumbre de Panamá.

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