Wall Street pierde la paciencia con Trump
Los inversores, que recibieron con júbilo la victoria del republicano, huyen ahora de los mercados estadounidenses y ejercen la presión más dura para que dé marcha atrás a sus medidas más controvertidas


Una de las primeras reacciones de Donald Trump a la debacle de Wall Street del lunes fue anunciar que se compraría un coche Tesla nuevo. Las acciones de la empresa automovilística estuvieron entre las más penalizadas de la jornada, y pierden ya más de la mitad de su valor desde los máximos de diciembre por la mala evolución de sus ventas, algo que el presidente de EE UU achaca a un boicot de la izquierda a Elon Musk. La caída en desgracia del fabricante de vehículos eléctricos es el indicador más extremo de lo que está sucediendo en los mercados estadounidenses: el GPS bursátil lleva tres semanas, desde sus récords del 19 de febrero, en modo recalculando. ¿Y si el mandato de Trump no es lo que esperábamos?, parecen empezar a preguntarse en el mundo del dinero.
Lo que esperaban eran rebajas de impuestos a las grandes empresas, desregulación y un bum de crecimiento. Incluso, en las previsiones más optimistas, la sorpresa positiva de un acuerdo de paz en Ucrania que borrara de un plumazo una de las grandes incertidumbres geopolíticas. En lugar de esa espiral virtuosa, el primer mes y medio en el Despacho Oval del republicano ha estado marcado por la inestabilidad. Una errática guerra arancelaria que ha castigado más al país que los ha propuesto que a sus supuestas víctimas. Despidos masivos en la Administración. Un enfrentamiento público con Volodímir Zelenski que ha culminado con la suspensión temporal de la ayuda militar a Ucrania —recobrada ayer— y se ha convertido en el empujón definitivo para un rearme europeo que pondrá a trabajar su industria a pleno rendimiento.

La sensación, cada vez más generalizada, es que la economía estadounidense pierde fuelle: un informe del banco suizo UBS publicado este martes eleva del 20 al 30% la posibilidad de estanflación, el peor de sus escenarios. La tesis central que manejan, en cualquier caso, tampoco trae buenas noticias: otorgan un 50% de opciones a que el crecimiento se modere respecto al año pasado.
Los comentarios de Trump no han hecho más que echar leña al fuego. En una entrevista en Fox News el domingo, en la víspera del lunes negro de las Bolsas, dijo que la economía pasa por una fase de “transición”. Y no cerró la puerta a una recesión. “Odio predecir cosas así. [...] Habrá disrupciones, pero estamos cómodos con ello”. Olivier Blanchard, execonomista jefe del FMI, descarta que el dolor recetado por Trump ahora vaya a traducirse en beneficios venideros. “A veces, el argumento tiene sentido: una consolidación fiscal puede devolver la deuda a un rumbo sostenible pese a conducir inicialmente a una recesión. Una regulación más estricta puede frenar la actividad ahora, pero hacer que el sistema sea más resistente más adelante. Lo que estamos viendo ahora no tiene nada que ver con esto. La razón de la aparente desaceleración es la extrema incertidumbre política, que lleva a los consumidores a preocuparse, a las empresas a esperar para invertir y a la caída de la demanda. A cambio de nada particularmente bueno en el futuro. Solo una pérdida pura”.
El resumen es que casi todo va a peor. Y la consecuencia más visible es que el dinero, al que suele atribuirse cobardía, pero que según se mire, puede ganarse el apelativo de inteligente, está abandonando los mercados estadounidenses. El S&P 500, que agrupa a las mayores compañías del país, está en mínimos de seis meses, igual que el Nasdaq tecnológico, que vivió al comenzar la semana su peor sesión desde 2022, con pérdidas de más del 4%.
Wall Street ha cimentado su bonanza de los últimos dos años y medio a partir de siete grandes tecnológicas cuyas valoraciones han alcanzado cotas tan estratosféricas como complicadas de mantener. Apple todavía supera los tres billones de dólares de capitalización. Y Microsoft, Nvidia, Alphabet y Amazon se mueven por encima de los dos billones, el equivalente, cada una de ellas, a unas tres veces todo el Ibex 35. Pero los incentivos para seguir alimentando lo que para algunos es una nueva burbuja tecnológica a punto de explotar, esta vez a lomos de la inteligencia artificial, y para otros solo el comienzo de una revolución nunca antes vista, se han reducido exponencialmente.
Los inversores están saltado a otros mercados. Citigroup y HSBC han rebajado el potencial de las acciones estadounidenses desde comprar a neutral, y a su vez han mejorado a comprar respectivamente sus recomendaciones sobre China y Europa, que están viviendo un 2025 pletórico —pese al castigo acumulado lunes y martes, el Dax alemán y el Ibex 35 superan el 10% de subida—. Mientras tanto, en EE UU se salvan de la quema los sectores más defensivos, como las empresas de consumo, las farmacéuticas o los REITs inmobiliarios, con menos volatilidad y más dividendos que las tecnológicas. Y por tanto más estables y predecibles, justo lo que no ofrece Washington.

Trump no parece darse por aludido. Este domingo aseguró que su misión es construir un país fuerte y no estar mirando lo que hace el mercado de valores. Y ayer martes, lejos de aflojar, subió la apuesta doblando los aranceles al acero y el aluminio canadiense, causando nuevos retrocesos en las Bolsas, para luego, solo unas horas después, dar marcha atrás.
Este método de negociación basado en la amenaza y la coacción comerciales está generando una incertidumbre perniciosa para los mercados. Y Estados Unidos es un país de pequeños inversores. Los datos de una encuesta reciente de Gallup indican que el 62% de los adultos poseen acciones, esto es, 162 millones de personas, la mayoría a través de fondos, muchos de ellos de pensiones. El Nvidia Day, que sigue la presentación de resultados de la compañía de chips, se ha vuelto todo un acontecimiento en medios económicos, reloj de cuenta atrás incluido. Ese culto al dinero, en definitiva, que ha permitido a millonarios como Trump asomarse al poder dos veces, puede ser ahora el peor enemigo del presidente: al consultar cada día sus cuentas en bancos y brokers, las cantidades que ven millones de ciudadanos de a pie, votantes todos ellos, no dejan de menguar.
¿Un freno a sus excesos?
Por eso, mientras Trump parece ir por libre, desde la Casa Blanca han salido a intentar calmar los ánimos. “Estamos viendo una fuerte divergencia entre los espíritus animales del mercado de valores y lo que realmente estamos viendo desarrollarse en las empresas y los líderes empresariales”, señaló a los periodistas un portavoz en la tarde del lunes. Con espíritus animales se refieren a movimientos irracionales dictados por emociones, y no por los fundamentales de la economía, una forma de delegar las culpas.
La pérdida de paciencia de Wall Street con Trump, al que ha pasado de considerar un aliado, a verlo como un molesto obstáculo que ha roto una inercia positiva que parecía imparable, puede ejercer presión para que dé marcha atrás en la intensidad de su guerra comercial. Así lo espera Clément Inbona, gestor de fondos en La Financière de l’Échiquier, aunque no las tiene todas consigo. “A la luz de su primer mandato, parece que, para Trump, la consecución de su mantra Make America Great Again pasa también por unas Bolsas resistentes. Esperemos que este termómetro siga siendo un freno para algunos de sus excesos, ya que, sin él, los próximos cuatro años amenazan con ser largos para los inversores expuestos a los activos estadounidenses”, sostiene.
Deseo o realidad, sorprende la velocidad con la que se están desvaneciendo las expectativas puestas en Trump por el mercado. No solo de acciones. Los criptocreyentes, uno de sus graneros de votos y donaciones durante la campaña, han visto derrumbarse el precio del bitcoin desde su toma de posesión más de un 20%, aunque todavía aguanta por encima de niveles previos a la victoria electoral. Si algo le importan estos vaivenes al político neoyorquino —lo cual no está nada claro—, la mejor noticia para él es que aún le quedan tres años y 10 meses para revertir la tendencia. En el caso de Tesla, golpeada por la competencia china y el creciente rechazo a Musk, necesitará algo más que pedir a las bases republicanas en redes sociales que le imiten y compren sus coches eléctricos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
