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El 'año Verdi' arranca en Italia con una exposición que recrea su personalidad artística

1.200 objetos artísticos reconstruyen la personalidad del compositor, ajena al mito patriótico

Lejos de ser el ardiente patriota mitificado por los artífices de la unidad de Italia, Giuseppe Verdi fue un artista posibilista, entregado a su música, capaz de coexistir con la ocupación extranjera de la Lombardía y del ducado de Parma, donde nació en la pequeña localidad de Busseto, el 10 de octubre de 1813. Verdi, su vida, su obra y el mito que generó su potente figura son objeto de una gigantesca exposición inaugurada ayer en Milán, la ciudad de sus triunfos, con la que se inicia un año de celebraciones coincidiendo con el centenario de su muerte, el 25 de febrero de 1901.

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Mucho más que música

Pinturas y trajes

Giuseppe Verdi fue siempre un personaje en su Italia natal. La exposición -titulada El hombre, la obra, el mito, abierta hasta el 25 de febrero en el Palacio Real de Milán, en la planta noble del edificio- se inaugura con una gigantesca fotografía que recoge la impresionante manifestación de duelo que acogió en Milán el traslado del cadáver del artista y de su segunda esposa, Giuseppina Strepponi, a la Casa de Reposo de los Músicos, construida por iniciativa suya.En la historia de la joven nación, Verdi ha sido visto siempre como un puntal del patriotismo unitario, como se encargó de recordar el presidente italiano, Carlo Azeglio Ciampi, que asistió el jueves a la inauguración de la muestra y a un concierto especial de piezas desconocidas del compositor, dirigido por Riccardo Muti, en el teatro de la Scala. Mientras sonaba el himno nacional italiano, desde los palcos llovieron centenares de panfletos con la frase 'Viva Verdi'. No precisamente dedicados al autor, sino al re Víctor Manuel de Saboya, cuyos descendientes varones tienen prohibida la entrada a Italia. Como si el simple nombre del compositor recordara el turbulento pasado del Novecento.

Y, sin embargo, la exposición deja claro el modesto relieve que tuvo la política en la vida y la obra de Verdi. El autor dedicó sin problemas su obra Nabucco a la esposa del virrey austriaco, y Los lombardos, a la duquesa María Luisa de Parma, ligada a los Ausburgo. Por si todo esto fuera poco, un estudioso italiano acaba de encontrar una partitura original de 1850 del autor de Aida, un himno dedicado al rey borbón Fernando II de Nápoles, uno de los candidatos más firmes a reinar sobre una Italia unificada (la unificación es en 1861), en opinión del compositor y muchos de sus contemporáneos.

Nada de esto empaña la envergadura artística de Verdi, puesta de relieve en la exposición a través de 1.200 objetos artísticos y biográficos, distribuidos en tres grandes secciones que se corresponden con la vida, la obra y el mito surgido a partir de ellos. Pinturas, decenas de bocetos, trajes, escenografías, fotografías, cartas, partituras autógrafas y hasta reproducciones de la casa en la que vivió durante casi medio siglo -la villa de Santa Ágata, cerca de su pueblo natal-, además de montajes de algunas de sus obras más célebres, integran esta exhaustiva exposición, distribuida en 26 salas del piso noble del palacio milanés, recién restaurado para la ocasión. Nada que tenga relación con el autor de Nabucco, Don Carlos, Otello o La Traviata, por citar algunas de sus 28 composiciones de melodrama lírico, ha quedado fuera.De la sala primera a la número 26, la vida de Verdi se despliega ante el visitante con todas sus circunstancias. La Milán de 1832, fecha de su primera y fallida visita a la ciudad, cuando le fue negado el acceso al conservatorio. Las obras de Francesco Hayez, el pintor más famoso de Milán, que retrataba escenas bíblicas, odaliscas y a las hermosas damas de los salones más famosos de la ciudad. Cafés de la época, la plaza del Duomo y la del teatro de la Scala, mucho más pequeñas que ahora, todo el aroma de un pasado complejo que Verdi sintetiza en su vida y obra, tan ligada a la capital de Lombardía. Los retratos de los tenores y sopranos que cantaron sus óperas; las dos mujeres de su vida, Margarita Barezzi, fallecida prematuramente, como sus dos hijos, y luego la cantante Giuseppina Strepponi, nunca aceptada en Parma, con la que terminó casándose tras muchas dilaciones.

Verdi se perfila como un compositor minucioso, atento no sólo a la música, sino a los montajes y la escenografía. Un compositor que disfruta del éxito casi desde sus inicios. Aunque el primer estreno en la Scala es de 1839, el Nabucco fue acogido con delirio por sus compatriotas en 1842. La lucha con la censura queda patente en las alteraciones de los textos y hasta en el cambio de títulos (como en Stiffelio), pero los problemas nunca le amargarían.

Verdi, hijo de posaderos y campesinos, mantiene vivo a lo largo de su vida el interés por la agricultura. En Santa Ágata no sólo se encierra a componer óperas, sino que se dedica con ahínco y conocimiento al cultivo del campo. Desde la villa, su punto de apoyo esencial, sigue pendiente de la vida artística y cultural de Europa, mantiene contactos con otros compositores y crea música con más calma que en los años iniciales, cuando fabricaba más de una ópera al año. La sección dedicada a la obra de Verdi se cierra triunfalmente con una reproducción del montaje original de Aida, estrenada en El Cairo en 1871.

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