Terenci Moix destaca "la búsqueda del maestro" que encierra la última novela de Maruja Torres
'Mientras vivimos', libro que ha logrado el Premio Planeta, fue presentado ayer en Madrid
Más allá de la memoria y más allá de la autobiografía, la última novela de Maruja Torres, Mientras vivimos (Premio Planeta 2000), encierra un homenaje a la herencia recibida de un oficio -el de escritora- y a la herencia recibida de una cultura. "Un legado, un contenido, que va más allá de la memoria y que es una afirmación de identidad", dijo ayer Terenci Moix en la presentación en Madrid del libro. "Escribí esta novela", añadió Maruja Torres, "para demostrar que se necesitan maestros y para decir que algunos, además, hemos tenido la suerte de tenerlos".
La búsqueda y la necesidad de la figura del maestro ("con todas sus implicaciones freudianas") centró la presentación de Terenci Moix, cuya amistad con Maruja Torres (la novela está dedicada a él y a su hermana Ana María Moix) le permitió -además de emocionar con sus palabras a la escritora: "Quiero mucho a Maruja. Desde que nos conocimos a los 16 años forma parte de mi formación, de mi vida"- negar que Mientras vivimos se trate de una obra autobiográfica, "tal y como Maruja se ha encargado de desmentir"."Esa aludida búsqueda del maestro", dijo Moix, "es precisamente uno de los grandes temas de la novela, no el más evidente para los aficionados a la lectura rápida o a la crítica superficial, pero sí el que justifica todo el entramado". Un entramado que, según el escritor, nos puede recordar a la Eva Harrington de Eva al desnudo, "del mismo modo que esa Eva nos recuerda a otro trepa insigne, Julien Sorel".
Moix, para referirse a la identidad de Maruja Torres, "al legado que Maruja quiere perpetuar", habló de Pavesse, de Carlo Levi o Elsa Morante, de "la Italia progre", de una Barcelona "que se despoja momentáneamente de su espejismo de diseño". Moix incluso citó a Homero para añadir: "No está de moda citar a los autores que he citado. Probablemente pronto no sabremos siquiera citar, pero la intriga urdida por Maruja parece decirnos que, en algún lugar mediocre, alguna joven singular se sentirá transmisora de alguna de esas citas olvidadas que nos hicieron ser lo mejor de nosotros mismos".
La presentación en Madrid del Premio Planeta 2000 reunió en una comida celebrada en el hotel Ritz de Madrid a más de cien personas. "Como dije hace casi un mes en Barcelona, en la noche de la concesión de este premio", recordó la premiada, "si algo me ha dado el Planeta es que me ha permitido saber que tengo muchos amigos. Quizá yo puedo fallar, pero lo que no puedo es fallarles".
Periodistas, editores, escritores como Juan José Millás, Francisco Umbral, Espido Freire, Carmen Posadas, Lourdes Ortiz o Luis Antonio de Villena; la diputada Carmen Alborch, o el ex director del Festival de Cine de San Sebastián Diego Galán, acudieron a la presentación de un premio que Maruja Torres ha dedicado a la escritora fallecida Carmen Kurtz, que logró el Planeta en 1956 con El desconocido y que, según ha contado Maruja Torres, le abrió su casa y "puso su biblioteca y sus conejos a mi disposición".
La autora de Mujer en guerra y Un calor tan cercano conoció a Carmen Kurtz cuando ella tenía 21 años, y la escritora, 40. "Pero la novela no es simplemente un acto de agradecimiento a la Kurtz", afirma Terenci Moix; "lo que convierte a Mientras vivimos en una novela profundamente ética es la convicción de que venimos de alguien e iremos hacia alguien. La convicción de que un hilo subterráneo nos enlaza, y este hilo es, naturalmente, la cultura".
"La importancia del vínculo", continúa Moix, "da a la novela su grandeza, de modo que podría llamarse Mientras vivimos otra vez o Mientras viviremos en otros".
Situada en la Barcelona de los años noventa, la novela -"que renuncia al estilo Maruja, que tanto hemos sabido agradecer", apuntó Moix- arranca una mañana de Todos los Santos, cuando Judit, una veinteañera con una fuerte vocación literaria, se encamina a la casa de una famosa escritora de 50 años, Regina Dalmau, a quien idolatra. Judit se instalará durante unos meses en el lujoso ático de la escritora para trabajar como su secretaria personal. Ambas mujeres iniciarán una amistad de la que las dos se alimentarán y gracias a la que se reavivará el recuerdo de una tercera mujer, Teresa, una escritora muerta que hace años ayudó a orientar el camino de Regina Dalmau. El legado de la escritora muerta, sus libros y cartas, sobreviven encerrados en un cuarto de la casa al que nadie entra.
La rabia
"Si el carácter de Maruja implica el lado oscuro de la mediterraneidad", señaló ayer Terenci Moix, "el contacto entre Judit y Regina representa el choque de las dos Barcelona eternas -la obrera y la de la alta burgesía-, un choque que, como ocurre en Alejandría, sólo se comprende cuando se penetra en sus vísceras para destrozarlas. Es así como el Noi de la Sucre y Mariona Rebull se dan la mano, sin otorgársela".La rabia es, finalmente, la que, según la autora de Mientras vivimos, mueve a las mujeres de su novela. La rabia ante la decepción, al igual que ante la esperanza. "Ya sabemos que la asignatura pendiente de cualquiera es ser persona", dice Maruja Torres, "y eso se consigue a solas, aunque, afortunadamente, por el camino nos encontramos a gente que nos ayuda a vivir".
Babelia
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