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Bondad, Toledo

La familia Marañón tiene su rostro inconfundible y el abogado ya legendario, aquel trapero del tiempo, le da sombra a sus surcos. El nieto Tom Burns Marañón -de 49 años, periodista inglés que también es español, autor de un libro que se llama Hispanomanía y que ayer dijo en un francés perfecto las gracias a París por haber acogido al doctor Marañón "en horas angustiosas"- tiene, para definir la imagen de su recuerdo, la palabra bondad. Y las palabras justicia y equilibrio. Cuando llegó a París, "recién venido de un país que está ardiendo", Marañón pronunció una frase famosa, que ahora restituye el tiempo y que ayer pronunció un discípulo suyo en la Academia de los médicos franceses: "La justicia siempre, el odio jamás".Entre los parientes del médico que aquí hizo su profesión y su escritura -en medio de la angustia del exilio, arropado del frío, escribió en París su Don Juan- estaba el cuarto Gregorio Marañón de la familia, el biznieto arquitecto que ahora tiene 28 años; no le conoció, claro, el viejo Marañón murió en marzo de 1960, también con aguacero, como París ayer; le preguntamos al último Gregorio de la saga por la palabra que ahora evoca en su mente la memoria del antepasado: "Toledo, sólo puedo pensar en Toledo", dijo. Cuando llegó a Francia, Marañón escribió: "Y el viajero, que pasea por el mundo su ilusión de libertad y de jerarquía, duerme tranquilo su primera noche en Francia". Entre bondad y Toledo, así estuvo.

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Un homenaje a Gregorio Marañón en París revive la memoria del exilio

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