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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Castro y Chávez

Pocos lugares le quedan a Fidel Castro en el mundo en los que sentirse a gusto. La Venezuela de Hugo Chávez se ha convertido en uno de ellos, pese a que su exhaustiva visita de cinco días, que concluyó ayer, haya provocado rechazos no ya en una oposición política capitidisminuida, sino, según algunos sondeos, entre los sectores más pobres y más jóvenes de la sociedad venezolana. Aparte de su pasión por el béisbol o el uso de una retórica más propia de los años sesenta que de 2000, Castro y Fidel coinciden en muchos aspectos, pese a que ninguno de ellos pretenda vender al otro su modelo revolucionario. Ambos rechazan el nordismo, con un reto abierto al poderío de Estados Unidos, aunque Washington valora la importancia de Venezuela como productor de petróleo en una región en abierta descomposición geopolítica.

Populismo, demagogia y autoritarismo son tres rasgos que comparten, aunque les separa el origen de su poder. Castro llegó por la vía de la insurrección armada para instaurar una dictadura comunista con vocación de perpetuidad, mientras que Chávez lo hizo a través de unas elecciones presidenciales que ha revalidado recientemente. Hoy por hoy no cabe una equiparación de los dos regímenes, aunque la deriva autoritaria de Chávez resulta preocupante.

La subida del precio del crudo, que el mandatario venezolano ha impulsado en la OPEP, le ha beneficiado y permitido aumentar el gasto público este año en un 50%, pero está por ver con qué resultados en una sociedad cuyas dos terceras partes viven por debajo del umbral de pobreza. Por ello, ayudar a Castro le reporta a Chávez poca popularidad entre esa población necesitada. Según el acuerdo alcanzado, Venezuela venderá a La Habana, durante los próximos cinco años, una tercera parte de las necesidades cubanas de petróleo (53.000 barriles diarios) en condiciones comerciales y financieras sumamente ventajosas. Es una política que Caracas ya ha seguido con otros países del Caribe y que le sirve al presidente Chávez para cultivar ese papel de puente entre la América Latina continental y el Caribe.

Castro logra así hacerle un nuevo agujero al absurdo embargo comercial estadounidense y, a la vez, encuentra un aliado que compense el previsible distanciamiento de México que se avecina con Fox. Chávez es hoy uno de los pocos presidentes dispuestos a recibir a Castro con un sincero "querido Fidel".

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