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Tony Curtis afirma que la industria de Hollywood lo ha abandonado

El actor norteamericano, de 75 años, es premiado en Sitges por su carrera

"¿Quieren conocer historias de Hollywood? Les puedo explicar algunas, suculentas, que pocos conocen". Tony Curtis se presentó ayer ante la prensa acreditada en el Festival de Cine de Sitges en plan abuelo, cariñoso y con unas inmensas ganas de contar batallitas. Y los periodistas fueron todos oídos. Después, en una entrevista con EL PAÍS, el actor, que al anochecer recibió el premio The General por su carrera, habló con tristeza de la meca del cine. "He venido hasta aquí porque en América no me premian. La industria me ha abandonado", afirmó.

El actor neoyorquino, de 75 años, fue el rey indiscutible de la jornada inaugural del certamen cinematográfico catalán. Bastante bien conservado para su edad y sus achaques -ha sido operado del corazón y se ha sometido en distintas ocasiones a curas de desintoxicación de drogas y alcohol-, demostró que no está dispuesto a envejecer. "Mis amigos de 75 años son viejos, pero yo no", bromeó. Vestido con un jersey negro de cuyo pecho sobresalía una ave gallinácea blanca de difícil identificación, y pantalones y zapatos -con incipientes tacones- parduscos, Tony Curtis no aportó demasiado glamour al festival, pero sí leyenda. El intérprete de películas míticas de la época dorada del celuloide, como Con faldas y a lo loco, Spartacus, El estrangulador de Boston y Trapecio, habló con ganas de sus recuerdos de la profesión que lo elevó desde el humilde barrio del Bronx, donde nació como Bernard Schwartz, hijo de emigrantes judios húngaros, hasta tocar el cielo del estrellato hollywoodiense. De su compañera de reparto en Con faldas... Marilyn Monroe, negó la afirmación que se le atribuye de que besarla era como besar a Hitler. "Jamas he dicho eso. Ambos habíamos sido amantes 10 años antes del rodaje, cuando yo tenía 22 y ella 19. Marilyn se propuso rememorar viejos tiempos y en la escena tórrida del barco hizo todo lo posible para que yo tuviera una erección. Como yo soy humano, acabó lográndolo. Así que tengo que decir que besar a Marilyn era como follar con ella, y perdón por la vulgaridad".

Sobre Billy Wilder, que lo convirtió en la atractiva Josephine de Con faldas..., comentó: "No puede andar, va en silla de ruedas, pero su mente sigue tan brillante como siempre. Mantenemos largas charlas, y está igual de incisivo". Acerca de otro de los grandes directores con los que trabajó, Stanley Kubrick, en Spartacus, dijo: "Conservo grandes recuerdos de él. Teníamos la misma edad, éramos los más jóvenes del rodaje, habíamos nacido en Nueva York y compartíamos los mismos ideales".

Menos afectuosa fue su evocacios de los compañeros de profesión, a quienes acusó de la marginación a que, según él, lo someten los magnates de la industria del cine. "Los distribuidores me adoraban porque mis películas tenían éxito, pero los actores me envidiaban porque yo era una competencia demasiado dura para ellos. Pasé muchas noches bebiendo, solo y triste, porque muchos colegas no querían saber nada de mí. Había agentes que incluso prohibieron a sus actrices que salieran conmigo porque eso, decían, les daba mala fama a las chicas".

Alejado del cine, está dedicado desde hace tiempo a otros quehaceres más apacibles. "Pinto, amo, viajo, leo filosofía... En resumen, me dedico a vivir la vida". ¿Navega por Internet? "Sí, claro. Mi esposa me enseña. Eso es el futuro, y yo vivo de cara al futuro". ¿Y la política, le interesa? "No demasiado, la verdad. Esta campaña electoral, por ejemplo, no la estoy siguiendo. Gore me parece algo más creíble que Bush, pero la política es una mentira demasiado complicada para mí".

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