Sensacionalismo y documento en los suburbios de Lima y Berlín
Las barriadas
Tinta roja era un viejo proyecto de Francisco Lombardi. Desde que leyó la novela del chileno Alberto Fuguet, en la que se basa la película, quiso llevar a la pantalla la historia iniciática de un joven en la sección de sucesos de un periódico sensacionalista. Al cineasta peruano le criticaron ayer -sobre todo el sector de plumillas femeninas- por la visión "excesivamente arquetípica y machista" que ofrece de ese mundo en el que los tipos cínicos y desencantados de las viejas redacciones son una especie de llaneros solitarios que se van de putas después del heroico ejercicio de escribir historias que saben que conducen a la nada. "Es una historia de la pérdida de la inocencia. Es como una de esas antiguas películas del Oeste de pistolero viejo y pistolero nuevo. Es la historia del descubrimiento de un padre. La película", dice Lombardi, "mantiene una ambigüedad con el periodismo amarillo del que busca su lado humano. Que la película es machista, es una acusación absurda. El mundo que retrata el filme es un mundo exclusivamente de hombres. Es como si se tacha de feminista una película que habla de mujeres". El filme, interpretado por Gianfranco Brero, Giovanni Ciccia, Fele Martínez y Lucía Jiménez, busca, según su director, "retratar esos arquetipos".
Mientras Lombardi ha buscado la ficción en la realidad, la alemana Esther Gronenborn, documentalista consagrada en su país, ha llevado el estilo documental a la ficción. Alaska. de, presentada ayer en la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián, radiografía la situación de la juventud en los barrios degradados del Berlín Oriental tras la caída del muro. "Es una película de ficción", aclaró ayer la realizadora. "Pero hemos intentado comprimir historias reales. Lo que aparece, existe; los tiroteos, las broncas callejeras, el problema de las peleas de perros...". De hecho, uno de los actores de Alaska. de -que compite por el Premio de Nuevos Directores- se vio involucrado en una reyerta poco antes de comenzar el rodaje. "¿Y por qué no habla del racismo?", le preguntó un periodista alemán. "Porque, aunque es un problema muy importante en este país, corría el riesgo de dar publicidad internacional a los neonazis. Y yo quería hablar de pandillas normales con problemas mucho más básicos. De ese abandono, de esa falta de pertenencias y de metas, de los que también los padres son responsables". Gronenborn, especialista en vídeos musicales, se vuelca en ese propósito utilizando como excusa la historia de amor de dos adolescentes. La directora dejó deliberadamente libertad a los actores. "No quería dar directrices muy determinadas a los chicos, quería que llevaran experiencias propias a la película, que mostraran sus emociones y retrataran la desolación de la vida en estos barrios".
Babelia
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