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Tribuna:LAS VENTAS
Tribuna
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El Cid, herido grave en la femoral

El sexto toro le pegó una cornada a El Cid cuando lo pasaba de muleta. No fue aparatoso el percance y sin embargo el torero llevaba una herida seria en la femoral.Mal acababa la tarde, que empezó con júbilo. La corrida era homenaje a la tercera edad, invitaba Ande, y se llenó la plaza.

Y la plaza era un guirigay de conversaciones, de aplausos, hasta de gritos. La tercera edad, por lo que se pudo apreciar, estaba dicharachera.

De todos modos lo que más importaba era la oreja. Dobló el primer toro y la tercera edad se lanzó a pedir la oreja con fruición. Y pues el presidente no la concedió, muchos se pusieron furiosos. Algunas mujeres le llamaban por ese motivo al presidente, tío asqueroso.

Moura / Dinastía, Martín, Cid

Toros de João Moura (uno devuelto por cojo), terciados, armados y astifinos; con casta; tres nobles; 4º -grande- y 6º, mansos dificultosos. 5º, sobrero de Hermanos Astolfi, cinqueño, con trapío, manso.Dinastía: pinchazo al encuentro y estocada trasera saliendo perseguido (petición y vuelta); pinchazo recibiendo, estocada perdiendo la muleta y descabello (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio). Miguel Martín: estocada (dos orejas); media trasera descaradamente baja (silencio); salió a hombros por la puerta grande. El Cid: estocada (oreja); cogido por el 6º. Enfermería: El Cid sufre cornada de 20 centímetros en un muslo, que produce destrozos en músculos abductores y contusiona la femoral. Pronóstico grave. Plaza de Las Ventas, 19 de septiembre. Corrida patrocinada por Ande en homenaje a la tercera edad. Lleno por invitación.

La oreja debe de ser un bien espiritual de primer orden, o no se explica el incontenible deseo que les invade a los públicos de todas las edades por verla. Luego el torero la va mostrando sanguinolenta y peluda durante la vuelta al ruedo, y la gente se pone a cien.

Corrida adelante, sin embargo, a la tercera edad se le fue pasando el furor orejista y cuando caía la tarde estaba más tranquila. O quizá deseando irse porque sobre el frío que hacía en Madrid venían de la sierra unas ráfagas de viento que traían hielo y levantaban remolinos de papelotes.

Y, además, llegó la cogida. Los arrebatos festivos y el triunfalismo desatado que llevó a la plaza la tercera edad, se desvanecieron con el percance. Aquello iba en serio. Una cogida siempre es un drama y, paradójicamente, parte consustancial de la fiesta.

Tiene ragos muy contradictorios la fiesta, arcanos para quienes no la hayan mamado. Los cuatro aficionados que había en la plaza se auparon en sus asientos cuando El Cid le ligaba al tercer toro los naturales y en cambio permanecían imperturbables cuando Miguel Martín muleteaba al segundo de rodillas. Este sería uno de esos arcanos (cómo puede emocionar más un torero de pie que de rodillas), insondable para los públicos poco duchos en el arte de Cúchares.

Los toros sacaron casta y los toreros tuvieron las dificultades que se derivan de esa condición. Dinastía no pudo con el primero en una faena poco aplaudida (aunque después pretendían multiorejearla), y se enfrentó pundonoroso y valiente con sendos toros dificultosos: el cuarto, grande, manso y bronco, y el sexto, que cogió a El Cid.

Miguel Martín, bullidor con el pastueño tercero, se llevó las dos orejas que exigía el público y el presidente se apresuró a conceder (no le fueran a abroncar otra vez). Y porfió inútilmente al sobrero corrido en quinto lugar, un manso querencioso que se aculó y allí se las dieran todas.

El Cid apenas tantear al tercer toro ya se había echado la muleta a la izquierda para torear al natural; construyó de esta guisa una faena de buen corte, la remató de un estoconazo y cortó la oreja más merecida de la tarde. En el sexto volvió a echarse la muleta a la izquierda y sobrevino la cornada. Una cornada de torero cabal.

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