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Arias Cañete

Tiene el ministro de Agricultura y Pesca, Arias Cañete, un papelón por delante. Llegó al Ministerio con la fuerza de quien domina y conoce los pasillos de Bruselas, los entresijos de la alta política comunitaria y en pocos días llenó de ilusiones a los miles de pescadores en paro forzoso ante la negativa de Marruecos de negociar un nuevo acuerdo pesquero con la UE. Como en los viejos tiempos, inasequible al desaliento, fue abriendo esperanzas e incluso fijando fechas para un nuevo acuerdo. El sector aún recuerda que se estrenó como ministro asegurando que para agosto se habría concluido la negociación. Arias Cañete parecía desconocer que delante tenía, y tiene, a unos avezados políticos, los marroquíes, que tienen la sartén por el mango dispuestos a vender cada pescado que se saque de sus caladeros a precio de oro.Los mensajes optimistas de Arias Cañete, los últimos en su reciente visita a Barbate, chocan frontalmente con la posición cauta de Bruselas que duda de la actitud de Marruecos que, en su pleno derecho, defiende una de sus riquezas naturales y que desea utilizar como palanca de desarrollo. Arias Cañete, sin embargo, insiste de que para finales de año habrá acuerdo pesquero. Si fuera por optimismo, el ministro Arias merece un monumento. La realidad es otra. Bruselas ni siquiera abriga la esperanza de que la visita a Madrid del rey Mohamed VI en septiembre desbloquee la situación. No hay fecha, dicen las autoridades comunitarias. Armadores y pescadores andaluces, los más afectados, empiezan a estar muy nerviosos, con amenazas de acciones contundentes. Marruecos puede obtener más beneficios si sube la temperatura y el malestar de los pescadores.

Tras las cuantiosas pérdidas económicas se esconden dramas humanos, con familias que a duras penas llegan a finales de mes; armadores y empresas auxiliares del sector agobiadas por los créditos, con despidos por falta de actividad en las lonjas. El consejero de Agricultura y Pesca de la Junta, Paulino Plata, viene reiterando que ni Bruselas, ni Madrid, presionan lo suficiente a Marruecos para alcanzar un nuevo acuerdo y pese haber pedido calma al sector, todavía hay quien le acusa de "agitador de masas", como ha dicho Rafael Salas (PP). Más bien habría que hablar de "agitador de ilusiones".

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