_
_
_
_
FUEGO EN EL ALT EMPORDÀ

La noche más larga

Miquel Noguer

Las noches intensas suelen dejar resaca. Y mal sabor de boca. La del domingo, en el Alt Empordà, no fue la excepción. El olor a tierra quemada, las cenizas y el ruido de los hidroaviones despertaron con el alba a las cerca de 150.000 personas, en su mayoría turistas, que en pleno mes de agosto se alojan en la zona afectada por el incendio del cabo de Creus.El despertar fue un suplicio. Sobre todo para los habitantes de las urbanizaciones desalojadas y los turistas que hasta ayer dormían en el cámping L'Ombra de Llançà. En este complejo, nueve caravanas y varias tiendas de campaña desaparecieron engullidas por las llamas. Sólo quedaron hierros. "¿Ve esta ceniza? Era la caravana de unos clientes de toda la vida. Ya se han ido". Quien lo así lo afirmaba es Marc, un chico de no más de 15 años, hijo del propietario del cámping.

Más información
Restablecidos todos los servicios eléctricos y ferroviarios

Desde primera hora de la mañana el chaval paseaba por el cámping hablando con los turistas, los periodistas y los curiosos que se acercaban hasta allí para ver cómo había quedado después del incendio. Su padre estaba consternado. Algunas de las caravanas que se salvaron estaban casi fundidas por el calor del incendio. "Fíjese en esta ventana. Se ha doblado" mostraba un hombre que, afortunadamente, salvó casi todas sus pertenencias. "He tenido más suerte que mis vecinos de parcela. Ellos lo han perdido todo. Hasta la ropa".

A media mañana, la vida en el cámping se normalizó. Los niños volvían a montar en bici, la gente esperaba para ducharse y algunos se fueron a la playa a relajarse. Había prisa por olvidar. En el camino de acceso, varios charcos testimoniaban que unos metros más arriba dos camiones de bomberos remojaban la zona. "No queda nada por quemar, pero el fuego aún está cerca", alertaba un bombero.

Los desalojados de las urbanizaciones tampoco tuvieron un buen despertar. Unas 300 personas pasaron parte de la noche durmiendo, o intentándolo, en el pabellón polideportivo de Roses. El Ayuntamiento se encargó de organizar la acogida. Muchos de los vecinos acudieron hasta dos veces al polideportivo. "A mediodía ya nos desalojaron. Nos trajeron aquí y más tarde volvimos a casa. Por la noche nos volvieron a evacuar". Las idas y venidas fueron una constante.

En la pista del polideportivo de Roses se dispusieron varias decenas de colchones. No había para todos, pero nadie se quejó. Se llevaron colchones del gimnasio, de la escuela e incluso de una tienda de muebles. "No estamos acostumbrados a estas situaciones, pero lo hemos hecho tan bien como hemos sabido", aseguraba con cara de impotencia Sílvia Ferrer, concejal de Bienestar Social.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Dos kilómetros más al norte, el fuego ardía sin control. Las carreteras estuvieron cerradas casi toda la noche. Los Mossos d'Esquadra escoltaron a quienes tenían que circular por ellas, pero con cuentagotas. "Voy a trabajar a Barcelona. Necesito pasar como sea", le suplicaba a las seis de la mañana a un agente una mujer en Port de la Selva.

Otros optaron por pernoctar en la playa. En Llançà y El Port de la Selva la noche se vivió al lado del mar. Decenas de personas permanecieron hasta altas horas de la madrugada en la playa de estas poblaciones. El humo lo invadía todo y sólo el agua proporcionaba cierta tranquilidad. El resto del núcleo urbano permanecía desierto y sin luz. Hasta que aparecieron las primeras luces no llegó el sosiego. Al fondo de las montañas aún se veía el resplandor de las llamas. Con el amanecer, el humo empezó a ascender con más verticalidad. La tramontana dejaba de soplar y los bomberos se mostraban más optimistas. "El viento está aflojando. Esto se acaba".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_