El aterrizaje descafeinado de Trapero en la dirección de los Mossos
Mandos del cuerpo esperan unos cambios que no llegan y las escalas inferiores muestran “cansancio” de “volver a empezar”
Las consecuencias últimas del aterrizaje de Josep Lluís Trapero, de 58 años, en la dirección política de los Mossos tardarán en notarse. Pero las expectativas de algunos eran tan elevadas, que su “ilusión” se ha transformado en “desencanto”. “No se han atrevido a apostar por el cambio”, lamentan mandos del cuerpo, que esperaban una reestructuración policial profunda. La otra cara de la moneda la sufren quienes temen que las “represalias” lleguen, tarde o temprano, en una organización habituada a las vendettas. Mientras, la escala intermedia acusa el “cansancio” de tener que “volver a empezar”.
Trapero se conoce palmo a palmo los Mossos d’Esquadra. Con 34 años en sus filas, ha caminado por la calle como agente, por las comisarias como mando intermedio y por los despachos y el patio de Egara, su sede central, como mayor. Después de dirigir operativamente la policía catalana en dos periodos (2013-2017 y 2020-2021), ahora cambia el uniforme por el traje político, con la directriz de los socialistas de “no humillar, ni purgar a nadie”. De ejecutar unos cambios en diferido –”a dos o tres meses vista”, indican diversas fuentes policiales- sin que se note demasiado. Hasta ahora, únicamente ha sido cesado el comisario Eduard Sallent, y su segunda, Rosa Bosch.
Las escalas intermedias asisten a la nueva etapa como una batalla que libran siempre las mismas personas. “Cualquier cosa es mejor que lo de antes”, opinan fuentes policiales, que celebran que se haya optado por un perfil técnico para la dirección de la policía. “¿Pero de verdad que no hay nadie más? ¿Tiene que ser Trapero?”, se quejan. “Es un viaje en el tiempo a 2017″, coinciden otros mandos ejecutivos, con la sensación de que la cúpula de los Mossos es un “pastel que se reparten entre dos o tres”. “Una organización que pretende ser moderna no puede estar dirigida siempre por los mismos”, añaden. Desde 2017, la policía catalana ha tenido ocho jefes: dos veces Trapero, dos veces Sallent, y pequeños interregnos de transición.
Uno de esos interregnos estuvo a manos de Miquel Esquius, de 61 años, que dirigió 11 meses los Mossos d’Esquadra y que ahora ha vuelto a ser nombrado comisario jefe. “Está al borde de la jubilación”, se quejan algunos mandos, decepcionados por la elección. Ven en él un títere de Trapero, al que no le reprochará nada cuando se inmiscuya en cuestiones meramente operativas, ajenas al director. “Trapero es el mismo de antes, pero con traje”, abundan, sobre la voluntad de mandar del mayor. “Esquius es una persona tranquila, en contra de las vendettas y de ir cortando cabezas”, elogian otros mandos policiales, sobre el papel pacificador del nuevo comisario jefe.
En niveles inferiores, el relevo en la cúpula policial y política del Departamento de Interior es un dolor de muelas. “Cada vez que cambian al jefe, cambia todo. Y eso cansa, porque supone volver a empezar de nuevo, y desechar un montón de proyectos a los que les habíamos dedicado horas y horas”, se quejan. “Llegan y se ponen a cambiar algunos protocolos básicos, y eso vuelve a la gente loca”, admiten fuentes de la cúpula policial. Entre los críticos, opinan que la solución pasa por acabar con “las familias” que han vertebrado históricamente una policía pequeña como los Mossos d’Esquadra, y dar paso a otros liderazgos.
“Es cierto que desde hace tiempo se han creado dos familias alrededor de dos candidatos que se han disputado la jefatura del cuerpo: Sallent y Trapero”, analiza un alto mando de los Mossos, que se define como no alineado. Eso, razona, lleva a que se rodeen de personas “que quedan marcadas”, y que se colocan y cesen por “afinidad”. Pero, a pesar de ello, celebra el aterrizaje de Trapero por su “rigor”: “La situación de desencanto, desmotivación y desafección a la que se había llegado había tocado fondo, y necesitaba un cambio”. También está convencido que habrá más relevos en la estructura policial. “Desgraciadamente, ya estamos acostumbrados, y la gente se divierte haciendo predicciones de donde irá uno y otro”, cuenta.
“Siempre se nos ha instrumentalizado. Se ha usado el cuerpo políticamente, y la parte técnica ha ido a rebufo”, esgrimen fuentes policiales afines a la actual dirección, sobre la falta de un proyecto “de continuidad”, en el que no importe quien dirige operativamente los Mossos para que siga adelante. “Trapero es criterio técnico, rigor y mando”, defienden, y consideran que con él se conseguirá instaurar un plan de trabajo “a medio y largo plazo”. Pero eso, indican, requiere tiempo. Fuentes de la actual cúpula aseguran que ponerse a “cortar cabezas no sirve para nada”, que hay que escuchar las “necesidades y preferencias” para luego decidir.
Y añaden que la clave última de la nueva etapa es la base del cuerpo: “Cambios desde abajo. Que los equipos de calle sientan una evolución necesaria y se empoderen”. Alejarse de “medidas efectistas que alejan la estructura de mando y la operativa”. Pero los agentes rasos consultados sienten esa batalla muy lejana: “A la gente le da igual a quien pongan. Se ve como cuestiones personales, sin más”, aseguran fuentes policiales.
La otra gran duda es si Trapero logrará adaptarse a su nuevo papel como director de la policía, que debe impulsar medidas con el sello político del Departamento de Interior, que dirige Núria Parlon. “Es un técnico del perfil que el PSC necesita, pero ya ha demostrado que no es sumiso y que no traiciona sus valores”, opinan mandos policiales. “No sé si durará mucho cuando lo quieran obligar a hacer algo en lo que no crea...”, añaden. Además, inciden, “no tiene miedo de quedarse sin trabajo porque él continúa siendo mayor”.
Incertidumbre en investigación
Una de las comisarías que vive con más incertidumbre los cambios en la cúpula de los Mossos d'Esquadra es la de investigación. No porque el nuevo director, Josep Lluís Trapero, pretenda llevar a cabo una escabechina entre sus filas, sino por el lugar que pueda reservar al intendente Toni Rodríguez, purgado por la anterior dirección, y considerado uno de sus fieles escuderos. Rodríguez era el máximo jefe de investigación y fue cesado y desterrado a Rubí como jefe de la comisaria. "Se merece la restitución y es necesaria, pero si vuelve, eso implica cambios", indican mandos de la comisaría. Rodríguez fue el responsable de investigaciones por corrupción contra la expresidenta del Parlament Laura Borràs o contra el responsable del Departamento de Interior Miquel Buch por la escolta en Bélgica de Carles Puigdemont. Ambos fueron condenados por ello. Hasta el momento, Rodríguez continúa en Rubí, sin que se le haya asignado un nuevo destino.
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