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Entrevista:HECHOS A SÍ MISMOS/1

PEDRO ZARAGOZA, EX ALCALDE DE BENIDORM: "Oponerme al biquini era fracasar"

Miquel Alberola

Su buena sintonía con Franco le llevó a la presidencia de la Diputación de Alicante y lo paseó por un rosario de cargos, desde director general de Empresas y Entidades Políticas a procurador en Cortes y presidente de la Comisión de Turismo. Sin embargo, la política arruinó sus negocios.Pregunta. ¿Cómo llegó a la alcaldía de Benidorm?

Respuesta. Sin proponérmelo. Tenía 27 años y estaba en Extremadura trabajando en las minas de fosfato, donde había empezado de ayudante de picador y había llegado a situarme de gerente de la empresa (por eso me río de los sindicalistas, que la mayoría han sido electricistas en un ministerio). En 1950, regresé a Benidorm por la muerte de mi padre, y entonces en el pueblo había dos grupos enfrentados. El gobernador civil de Alicante, Jesús Aramburu, me ofreció la alcaldía como una tercera vía por tres meses. ¿Y sabe qué es lo primero que hice?

P. ¿Qué es lo primero que hizo?

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R. Avalar a todo aquél que tuviese las manos limpias de sangre para que regresara al pueblo. Había que recomponer la armonía desde abajo. El Mediterráneo tiene grandes virtudes, hace pensar en el amor al prójimo, en la libertad, en la liberalidad, en la comprensión hacia los demás... Eso es difícil en otras partes, por ejemplo Francia, donde tuvieron más dificultades para autorizar el biquini que nosotros. En Benidorm se pudo llevar desde 1952, mucho antes que en Francia. Allí todavía estaba prohibido.

P. ¿Cómo lo logró?

R. Las turistas del norte de Europa se lo ponían y yo me lo tomé con naturalidad. Sabía que oponerme al biquini era fracasar. Por eso hice un decreto para que se pudiese llevar en la playa. Pero hubo dos ministros que le pidieron al arzobispo de Valencia que me abriera un expediente de excomunión. Al final me abrieron cuatro. Y me atacaron tanto que, totalmente desesperado, cogí la Vespa y me fui a ver al Caudillo.

P. ¿De Benidorm al Pardo con una Vespa?

R. Siempre fui al Pardo con la Vespa. De hecho, Franco me llamaba "el alcalde de la Vespa".

P. ¿Se presentó por las buenas?

R. Pedí audiencia y me presenté en el Pardo muy nervioso. Le expuse el caso. Le dije que el biquini estaría mal visto, pero que quien los vendía era Loewe. Y le puse un ejemplo fácil de entender. Le dije: "Mi general, si queremos desviar el curso del Ebro no podemos poner un muro en Tortosa, sino que habrá que ir al origen. Donde nace el Ebro".

P. ¿Y qué le contestó?

R. Que cuando tuviese problemas gordos, me dejase de gobernadores y ministros y acudiese directamente a él. Y dio órdenes para que las puertas del Pardo estuviesen abiertas para mí, porque le decía la verdad. Franco no es lo que cuentan. El único defecto que tenía es que era monárquico.

P. ¿Usted no lo es?

R. Yo soy republicano.

P. Franco acabó con la República.

R. Instauró otra. Lo suyo fue una república presidencialista. Por eso me considero republicano, y soy más liberal que todos éstos de ahora. Incluso me acusaron de separatista por hacer un pregón en valenciano en los años setenta.

P. La visita a Franco fue el principio de una larga amistad.

R. Muy buena. Carmen Polo venía dos veces al año a mi casa con su hija, su yerno y sus nietos. Quince días en primavera y quince en verano.

P. Incluso fue el abogado de la familia.

R. Me hice cargo de sus asuntos cuando falleció Franco. La primera declaración de renta la hice yo. Incluso tuve que avalar un crédito de tres millones de pesetas para pagar a Hacienda. Pagaron el crédito con la venta de un apartamento que tenían en Benidorm.

P. ¿Dónde estuvo usted el 23-F?

R. En Madrid, pero no estaba al corriente del asunto. Ya no era época para golpes de Estado. La verdad de lo que pasó la tengo yo fotocopiada en cuatro tomos sacados del tribunal. Hay un responsable, y no me pregunte quién es porque usted lo sabe.

P. ¿Dónde está usted ahora?

R. En nada. La palabra más dulce del mundo es madre. Si usted le añade política, se convierte en suegra, que es lo peor del mundo. ¿Lo ve?, la política lo arruina todo.

P. ¿Por qué no está en el PP?

R. ¿Qué tengo yo que ver con ésos? Si me fuese al PP es que hubiese sido un tramposo antes o lo sería ahora.

P. ¿Cómo encauzó Benidorm hacia el turismo?

R. Ya existía un cierto turismo local, pero entonces Benidorm era un pueblo de pescadores y agricultores, con un presupuesto anual de 14.000 duros. Con buen clima, buen entorno y muchas dificultades de agua. Y llegué a la conclusión de que lo mejor que podíamos hacer, administrando el agua, era turismo. La primera revolución fue pedir al Gobierno un Plan General de Ordenación Urbana, convirtiendo todo el término municipal en edificable. Era ilegal, pero hicimos una trampa: adherir planes parciales. ¿Se pudo hacer mejor? Claro que sí.

P. ¿Por qué no se hizo?

R. En nuestro proyecto, las calles eran el doble de anchas de lo que son. Pero en la comisión de urbanismo me dijeron que estaba loco por querer hacer calles más anchas que en Alicante y Valencia. Les advertí de que vendrían muchos coches, y se rieron. ¿Visionario? Nooo. Pero me lo tumbaron.

P. A partir de aquí se dispara el fenómeno Benidorm, ¿no?

R. Cuando la gente vio que esto iba en serio, empezó a invertir. Y hubo que mandar varios contenedores de ramas de almendro florecidas a Estocolmo en pleno diciembre como reclamo. Fue un golpe tremendo.

P. ¿Y la campaña de Laponia?

R. Primero instalamos el consulado de Benidorm en Laponia. Todavía está puesto el cartel. Cogimos una familia de lapones, la paseamos por Helsinki, Barcelona y Madrid vestida al modo tradicional con un cartel que decía que se iban a Benidorm. Salió en toda la prensa de Europa. Luego los trajimos a Benidorm y como tenían calor se fueron a tomar el baño a la playa. Para sorpresa nuestra, se quitaron toda la ropa excepto los calcetines, puesto que su cultura no les permitía enseñar los pies, y se metieron en el agua desnudos. Por suerte, convencí a los periodistas para que no sacaran nada de eso. Si por el biquini me habían querido excomulgar, imagínese por el desnudo integral.

P. ¿Cómo atrajo a tantos vascos a Benidorm?

R. Hicimos un convenio con una entidad financiera vasca en 1964 para que todos los matrimonios que se casaran el día de la Virgen de Begoña viajaran a Benidorm con los gastos pagados. Nosotros regalábamos todos los bártulos para el bebé que tuvieran, porque presumíamos que se había engendrado en Benidorm, claro.

P. Y hubo que inventarse el Festival de Benidorm.

R. Fue criticado por mucha gente, pero fue muy eficaz desde el punto de vista de la promoción. Tuve que comprometerme a pagar cinco millones a la Red de Emisoras del Movimiento (REM) si llovía aquella noche para compensar los gastos. Nos la jugamos a una carta y salió bien. Y de ahí surgieron Julio Iglesias y Raphael.

P. ¿En qué año empezó el turismo en serio?

R. En 1958 más o menos. Apostamos por la clase media, que se vinculaba más a través de la compra a plazos, porque los ricos vienen hoy aquí, conocen a una y mañana se van con ella a Mónaco. Y ahí está Benidorm.

P. Visto en perspectiva, ¿qué cambiaría?

R. Tuve que haber sido más duro en algunas cosas. Y lo peor es que las zonas del retranqueo de los edificios destinadas a jardín o aparcamiento se las han zampado casi todas por la falta de valor de los ayuntamientos posteriores.

P. Su etapa se prestó mucho a la especulación.

R. Es muy difícil luchar contra ella, pero procuré frenarla lo máximo posible.

P. ¿No echa de menos aquel Benidorm de pescadores?

R. Mucho, pero en aquel Benidorm teníamos que irnos a las almadrabas y a navegar, y no lo disfrutábamos hasta que nos hacíamos viejos. En cambio, ahora lo disfrutan todos.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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