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Los conservacionistas predicen el aumento de los incendios forestales

Informe del Fondo Mundial para la Naturaleza

"El humo que ahoga a la gente, y no el fuego que lo provoca, es lo que mueve a los gobiernos a protegerse de los incendios forestales". Así explicaba ayer el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) la lentitud de los gobiernos en prevenir unos desastres muchas veces provocados y que contribuyen a modificar el clima del planeta por culpa de las toneladas de dióxido de carbono que liberan. La asociación conservacionista, que ha presentado un informe sobre los efectos mundiales de los fuegos registrados desde 1997, ha pedido que la reforestación forme parte de los presupuestos internacionales de ayuda al desarrollo.

Según el Fondo, las llamas que han arrasado este mismo verano las montañas griegas de Pindos, habitadas por osos pardos, gatos salvajes y lobos, así como la isla de Samos, son una muestra del desastre que se avecina si todos los gobiernos no se ponen de acuerdo para prevenir en lo posible los incendios forestales. Para apoyar su propuesta, sus expertos y los de Unión Conservacionista Mundial (IUCN) presentaron ayer un estudio sobre la posibilidad de que fenómenos meteorológico como El Niño ocurran de nuevo en los próximos 18 meses y cojan desprevenidos a los países que no hayan paliado la sequía de sus tierras. Cuando los incendios son provocados, como sucedió en buena medida en Indonesia en 1997, que perdió 9,5 millones de hectáreas repartidas por Java, Borneo, Sulawesi, Irian Jaya y Sumatra, los daños pueden ser aún mayores. La tala de árboles para la venta de madera y la quema de terrenos para prepararlos para la agricultura, unidos a fuegos espontáneos, formaron una columna de humo dispersada a lo largo de 1 millón de kilómetros cuadrados que afectó a 70 millones de personas.

En ambos casos, los terrenos devastados son más propensos a registrar un segundo incendio natural mucho más devastador, "que podría destruir hasta el 90% de la vida en zonas necesarias para la supervivencia de la Tierra como el Amazonas", señala el estudio. Según sus cálculos, en el periodo 1997-98, unos 3,3 millones de hectáreas ardieron en Brasil. De éstas, 1,5 millones eran zonas de selva situadas al norte del estado amazónico de Roraima. En México y América Central, otro 1,5 millones de hectáreas de bosque sucumbieron a fuegos naturales y provocados. Los bosques más templados de Estados Unidos y Canadá tampoco se libraron: 5 millones de hectáreas resultaron allí afectadas por las llamas. Naciones Unidas sostiene que en Rusia desaparecieron otros 2 millones de hectáreas verdes.

"En todo el mundo, unos 22 millones de hectáreas de tierras cultivables, jungla y bosques registraron fuegos que afectaron a la salud de más de 130 millones de personas", señala el Fondo Mundial, para luego hacer un llamamiento a los gobiernos a que no olviden uno de los peores efectos de estos sucesos. Se trata de las emisiones de dióxido de carbono que contribuyen a aumentar el efecto invernadero. Una forma de cambio climático que propicia, a su vez, la aparición de más incendios. "El dióxido liberado por los bosques tropicales en un año de muchos fuegos, puede equivaler a una tercera parte de las emisiones de combustibles fósiles".

El informe sugiere que los países de la cuenca mediterránea han tratado con cierto éxito de contener sus propios incendios forestales y pide a la UE que armonice sus políticas de protección.

Las cifras que aporta, sin embargo, no son demasiado alentadoras. En 1998 hubo, por ejemplo en España, 21.460 incendios en los que ardieron 121.490 hectáreas de tierra, 41.240 de las cuales eran de bosque. "Los países del Mediterráneo experimentan una media de 50.000 incendios anuales que destruyen unas 600.000 hectáreas", señala el Fondo Mundial, que pide también más imaginación y presupuesto para reforestar la tierra perdida.

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