El mundo a sus pies
Debo reconocer que en la alegría que me provoca que un personaje literario se imponga en el mundo hay algo de venganza. No sé si se puede hablar de una venganza sana, ni me importa, es la venganza hacia todos aquellos expertos que se pasan la vida hablando del final del libro, de la decadencia de la novela. Una venganza hacia los que piensan que hemos perdido para siempre al lector juvenil, o por decirlo mejor, que hemos perdido al lector que quiere leer historias para todos los públicos, venganza hacia esos expertos comerciales que creen que sólo el libro que salga de una potente campaña publicitaria puede ocupar un lugar en el mundo, o un lugar en un híper, que para muchos es el único lugar que desearían para un libro.Contra todas las predicciones catastróficas, va la señora Rowling y se inventa a un personaje, se lo inventa cuando no tiene un duro, y lo hace simplemente porque le divierte, como una forma de contar su alma. El personaje es un chico, no es una chica; y probablemente, casi podría asegurarlo, este personaje no ha nacido de la observación premeditada del mundo infantil, sino del mundo interior, subterráneo de su autora. Y como es un personaje fuerte, con inteligencia, con sufrimientos, con un pasado, con un pensamiento, con humor y con melancolía, se abre paso él sólo y empieza a hacer amigos y a traducirse en todas partes. Y lo bueno de Harry Potter es que libro tras libro es fiel a sí mismo, al mundo fantástico que creó su autora para él y es una demostración de que la literatura no entiende de fronteras. Los lectores son mucho más listos de lo que los expertos comerciales creen. Uno recibe al día muchos consejos de los sabios posmodernos: que si hay que huir de localismos, que si hay que internacionalizar a los personajes, que si los personajes infantiles han de ser siempre positivos. Y luego resulta que la realidad se impone: el lector juvenil quiere pasar miedo, y sufrir y reír, porque está deseando leer cuentos llenos de vida, porque quieren ser lectores de pleno derecho y de buena literatura.
Me alegro del fenómeno de Harry Potter, claro que me alegro, me alegro sinceramente por su autora, por la sorpresa a la que ella, sobre todo ella, está asistiendo. Supongo que a menudo sufrirá el pánico que supone el éxito a esos niveles, pero no creo que ese éxito oscurezca el orgullo que sentirá por haber creado un gran personaje, por haberlo creado con inocencia, sin saber -según sus propias palabras-que estaba haciendo literatura juvenil. Un autor honrado no debe pensar en la edad de sus lectores. Pero, ya digo, lo mejor es la dulce venganza hacia los que piensan que poseen el secreto de llegar al corazón de los jóvenes lectores. Y normalmente se equivocan porque casi siempre el éxito es un hecho inesperado. La señora Rowling se ha reído de todos ellos: desconocida y pobre creó al joven Harry. Tienen los dos el mundo a sus pies.
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