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Boulez y Rattle inauguran el Festival de Aix-en-Provence

Impactante Anja Silja en 'El caso Makropulos'

El Festival de Aix-en-Provence inició el pasado viernes su edición del año 2000 con una inauguración en tres partes: la Scottish Power Pipe Bande, un grupo de gaiteros escoceses, en la plaza del Ayuntamiento, cubría la dimensión popular; Pierre Boulez, en el recientemente restaurado teatro dieciochesco Jeu du Paume, la dimensión didáctica y contemporánea, y Simon Rattle, con El caso Makropulos, de Janácek, la dimensión operística.

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Stéphane Lissner ha consolidado una filosofía para el festival provenzal en la que, al lado de las grandes estrellas, se forman cada año un centenar de jóvenes músicos en el marco de la Academia Europea. Así, ocho instrumentistas de viola se incorporaron al ya mítico Ensemble Intercontemporain de París en la jornada inaugural para tocar una obra de Pierre Boulez, después de participar en un taller de viola dirigido por Christophe Desjardins, que modestamente afirmó que lo único que había hecho era unificar los estilos de los jóvenes instrumentistas. Boulez realizó alrededor de su obra Eclat/Multiples un seminario de dirección de orquesta. Tres de sus alumnos destacados dirigieron fragmentos de la obra bajo la supervisión de Boulez, sobre los cuales el compositor y director hizo unos comentarios jugosísimos sobre el color, la sobriedad del gesto, la exactitud y la simultaneidad de ritmos. Antes de todo esto, Roddy MacLeod, gaitero mayor de la Pipe Band, hizo una demostración de las peculiares sonoridades de su instrumento, introduciendo el intercambio de músicas populares y cultas, al que este año el Festival de Aix dedica gran atención, como lo prueba el desfile de grupos de Bali, Asia central, Irán, oeste de África y Transilvania. La instructiva velada terminó con Boulez en el podio dirigiendo su propia obra.

Las actividades educativas y de intercambio entre tradición y actualidad están muy bien, desde luego, pero el gran desafío de Aix es la ópera. El comienzo lírico no ha podido ser más certero. Simon Rattle dirigió primorosamente la Orquesta Ciudad de Birmingham en esa obra maestra que es El caso Makropulos, de Janácek, inspirada en una novela fantástica de Capek. La comprensión que mostró el director británico del mundo de Janácek, los intensos acentos emocionales que desplegó y el juego de recursos exhibidos evidenciaron a las claras que la teatralidad surgía desde el foso con una fuerza arrolladora, no siempre suficientemente correspondida por la acústica al aire libre.

Compuso el personaje de Emilia Marty con teatralidad y maestría la veterana Anja Silja, y en el homogéneo reparto brillaron otras voces como las de Willard White, Peter Hoare, Jake Gardner y, especialmente, Graham Clark. Escénicamente, Stéphane Braunschweig, que ya había trabajado con Rattle en Jenufa, de Janácek, en el teatro Châtelet de París, no se anduvo por las ramas. Fue de una forma directa y concisa a narrar las claves de la historia. Su trabajo fue sobrio y concentrado. El elemento poético desde la plástica venía de la utilización de varios telones rojos -el teatro, como la vida, permanecen- y de espejos que multiplicaban las imágenes y facilitaban las acciones paralelas en su juego de transparencias. Inteligente al máximo el uso de las diagonales para favorecer la sensación de profundidad. Planteamiento escénico conceptual, sin concesiones al espectáculo, basado en la admirable teatralidad de los cantantes. El caso Makropulos se representaba por primera vez en Aix-en-Provence. La mezcla de historia misteriosa y suspense policiaco que envuelven el libreto y la música, realzada por una interpretación sin fisuras en los campos visual, vocal e instrumental, propició un silencio expectante en todo momento y un éxito redondo como recompensa final.

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