España y Latinoamérica, de espaldas
Parece que el océano Atlántico sigue siendo un obstáculo casi infranqueable para el cine en español. Las industrias culturales más poderosas -como la del libro y el disco- están haciendo desde hace algunos años esfuerzos por consolidar su presencia y unificar el mercado. El cine, aún con sus altas cuotas de consumo entre un público más general, sigue aplastado bajo la apisonadora de Hollywood. El año pasado, de 1.968 películas que se estrenaron en España, sólo 44 procedían de los países de América Latina y de ellas sólo 10 se exhibieron en más de 15 salas. El total de espectadores de estos filmes fue de 400.000 con una recaudación de 260 millones de pesetas, según un informe del Ins-tituto de Cine y Artes Audiovisuales (ICAA) y la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
Por comparación, se estrenaron 756 filmes estadounidenses y 230 españoles. La cartelera actual da una idea de lo escueto del panorama. En Madrid hay actualmente sólo tres películas latinoamericanas en cartelera: Lista de espera (Cuba), Mundo Grúa (Argentina) y Tierra del Fuego (Chile). Las dos últimas se exhiben cada una en una minisala. La primera, en 26 de toda la provincia de Madrid.
Ésta es la situación hoy, pero el problema es el vergonzoso desconocimiento de los grandes nombres del cine de uno y otro lado del mar entre el gran público.
Si se pide a un espectador medio en América Latina que cite a todos los directores españoles que conoce, difícilmente saldrá de Buñuel, Saura y Almodóvar.
El asunto en España puede ser aún más lamentable. La pregunta sobre qué directores latinoamericanos conoce, soltada en cualquier grupo de gente no cinéfila pero habituada a ir al cine, crea un incómodo silencio. Luego salen un par de nombres: Gutiérrez Alea y Littin. Sin duda, Cantinflas.
Toda una historia de incomunicación e ignorancia que merecería ser subsanada.
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