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Una exposición recorre 20 milenios de imagen de la mujer a través de 130 'diosas'

Las esculturas, de la prehistoria al siglo IV, se exhiben en el Salón del Tinell de Barcelona

Jacinto Antón

Pechos, vientres, caderas; luego rostros. Madres, vírgenes, sacerdotisas, diosas. Desde la minúscula Venus de Grimaldi, tallada como una joya en esteatita amarillenta hace más de 20.000 años, hasta una figura femenina de arcilla con un niño en brazos, de época romana tardía, que prefigura las madonas cristianas. Un total de 130 maravillosas estatuillas que recorren 20 milenios de imagen de la mujer. La sugerente exposición que hoy inaugura la Reina en el Salón del Tinell de Barcelona, producida por el Museo de Historia de la Ciudad, va más allá de la exhibición arqueológica para devenir una impactante experiencia estética y un sorprendente viaje a las raíces de la cultura y del espíritu.

"Nos hicimos a la vela para encontrarla/ en regiones distantes donde es posible hallarla/ hermana del espejismo y del eco". Desde hoy no es necesario navegar a parajes míticos para encontrarse con la Diosa Blanca a la que cantaba en sus versos Robert Graves. La Diosa, el eterno principio femenino, su representación, encarnada en 128 antiguas estatuillas, reina en el Salón del Tinell de Barcelona, el hermoso espacio gótico convertido en sala de exposiciones. La exhibición, con la que el museo barcelonés, de gestión municipal, quiere entrar en el circuito de las grandes exposiciones internacionales, se titula Deesses (Diosas) y puede ser visitada hasta el 5 de noviembre. Las piezas, provenientes de 31 museos y dos colecciones particulares de un total de nueve países, han sido seleccionadas por su belleza tanto como por su valor arqueológico y muestran la imagen femenina con rasgos primitivos, esquemáticos, abstractos o realistas pero siempre con lo que a un observador actual le parece un impresionante sentido de trascendencia. En ese sentido, como subrayan los organizadores, son todas, desde las carnosas figurillas tracias de arcilla a los picassianos ídolos cicládicos, desde las oscuras matronas de la Anatolia neolítica a las luminosas y olímpicas afroditas, verdaderas diosas. Penumbra y luz

Las estatuillas están dispuestas en orden cronológico -primera parte- o temático -segunda- en una galería de pequeñas vitrinas que apasionaría a los que, como Bachofen o más recientemente Marija Gimbutas, han creído reconocer en la historia humana culturas matriarcales devotas de una vieja diosa madre. La primera parte, con las figuras prehistóricas y del neolítico, está envuelta en una penumbra evocadora del mundo ctónico y funerario, mientras que en la segunda, con las imágenes clásicas dispuestas según los valores que encarnan, el montaje es luminoso en alusión a unas divinidades de cuerpos resplandecientes y que reinan en el cielo. Informaciones históricas y mitográficas y textos sugerentes como un himno mesopotámico a Asarté, otro a Afrodita -de Safo-, o una invocación a Venus, de Lucrecio, apoyan la visita.

El itinerario que marcan las diosas constituye toda un aventura estética y cultural. El visitante se fascina con las pequeñísimas figuritas femeninas paleolíticas halladas en la cueva de Barma Grande y del Príncipe (Grimaldi, en la Liguria italiana): la Venus, las denominadas El Polichinela y El Rombo ("¡qué chiquitinas!", se extasió ayer una visitante); con las representaciones del Próximo Oriente de mujeres con las manos rodeándose los pechos, con las extrañas, casi alienígenas estatuillas del neolítico griego, con las terracotas chipriotas del Bronce reciente que muestran un gran triángulo púbico marcado a base de incisiones, con los ídolos femeninos del antiguo Irak en forma de violín, con las impúdicas astartés o con las sensuales diosas del amor grecorromanas. El mundo Egipcio y su eterna Isis está representado por una única pieza, una figura de época helenística que muestra a la diosa en actitud de ofrecerse, desnuda y con los brazos a los costados, y que se cree que fue depositada en una tumba como ayuda sexual para el muerto.

La exposición es la primera de un ciclo dedicado por el Museo de Historia de la Ciudad al Mediterráneo como marco histórico y cultural. La seguiran otras sobre la tríada alimenticia mediterranea -trigo, olivo y viña-, el toro, la gente y el mar, y el Mediterráneo como mosaico de culturas.

Deesses es obra fundamentalmente de su comisario, Pedro Azara, profesor de Estética en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, y bien conocido por montar exposiciones de este tipo, es decir con preciosos objetos arqueológicos agrupados bajo un concepto original y apoyados en un discurso sumamente evocador -en cierta manera más deudor de lo literario que de lo científico- y que pretende sugerir más que realizar aportaciones nuevas. Azara ha sido el autor de dos exposiciones del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), Las casas del alma y La fundación de las ciudades, muy parecidas a ésta. Ayer al presentar la exposición de diosas el comisario empezó de manera muy teatral explicando el hallazgo en 1978 en el noroeste del Sinaí "de algo que cambió la visión de la historia y de la religión". Se refería a una estela dedicada "a Yavhé y a su Aserat", personaje que se ha interpretado, dijo, como la esposa del dios de Israel, una Hera o una Kali judía que habría sido silenciada luego por la Biblia. Vinculó Azara esa diosa a otra, Demeter, "que mientras tanto buscaba llorosa cerca de Eleusis a su hija secuestrada" -Perséfone-. Y apuntó que ambas, Aserat y Demeter, están representadas en la exposición.

Comparó la terracota de la que están hechas muchas piezas exhibidas con "el material del que estamos hechos y hacia el que vamos". Y evocó las figurillas, "pequeñas, desnudas, que no sabemos exactamente en muchos casos qué representan pero que nos suscitan imágenes de fecundidad, de reproducción y de vida en ultratumba". Las diosas, apuntó en un juicio que hubiera suscrito Carl Gustav Jung, "son importantes para entender el mundo antiguo, pero también a nosotros mismos".

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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